Init, el dúo formado por los alemanes Nadia D´Aló y Benedikt Frey, es la nueva apuesta del sello Hivern Discs; el olfato de perro rastreador de trufas de John Talabot le ha llevado a confiar en esta pareja para el lanzamiento de un LP que encaja como un guante en su sello, una plataforma en la que – al igual que en el disco - se dan cabida todo tipo de propuestas que habitan en los márgenes del house y el techno. Este “Two Pole Resonance” es otro artefacto sonoro que al principio extraña por su oscuridad, densidad y por ser una propuesta alejada de la típica pista de baile, pero es darle un poco de tiempo, dejarle reposar y ser escuchado en varios momentos del día, para comprobar como poco a poco se va convirtiendo en un disco imprescindible y en uno de los lanzamientos a seguir de este año. Hay que tener en cuenta que tampoco son unos novatos en todo esto, sobre todo Frey, que ya era conocido por su house de kilates publicado en sellos de postín como Mule Musiq o Live At Robert Johnson, algo que ayuda a la hora de tener las cosas bastante claras a la hora de lograr crear un sonido bastante diferente al que nos tenía acostumbrados. El resultado de esta unión es del todo satisfactorio, sobre todo para los amantes de la electrónica de corte bizarro, oscura, de sintes “reales” y cierto regusto a krautrock.
Las cosas van quedando claras con ese inicio lento y reptante, un “The Long Walk” entre industrial y minimal-wave, con voces soterradas en reverb y delay y atmósferas opresivas; un buen aperitivo de lo que nos encontraremos a lo largo de este disco. El tempo se acelera lenta pero inexorablemente con "Talking About Talking", donde se unen las voces de ambos con un toque entre dub-techno e industrial; algo que repiten en "Blind End", que les queda como una nana malsana que recuerda al Tricky de los inicios (si le quitamos la base trip-hop) por esos ambientes opresivos y esas dos voces susurradas que se encuentran. El inicio de "Shake Of Dust” indica que van a seguir por la misma senda que los dos temas anteriores, pero sorprenden al cuadrar el ritmo y orientarlo a la pista de baile, gracias a un gozoso 4x4 que ya va subiendo de tempo, dándole nitidad a las voces y protagonismo a unos sintes que aparecen de fondo en plan free-jazz; todo esto, unido a melodía que deja pasar unos pocos rayos de sol, lo convierte en uno de los momentazos más claros de disco y en un tema que seguramente dará para buenas remezclas. Continúan con "Row" , un interludio instrumental en el que las nubes se vuelven a cerrar, para dejar pasar un poco de luz de nuevo con "Blackbird" - otra de las apuestas para las pistas de baile más arriesgadas y con oídos abiertos, curtidos y pacientes - donde va entrando poco a poco el componente acid y la pulsión motorik del krautrock; algo que continúan con buen tino en "Untitled Sympathy", otro monumento al baile bizarro y quebrado, de cambio de tercio a la mitad del tema de dejar inmediatamente lo que uno ande haciendo para prestarle atención con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos como platos. "Echoes" nos lleva a un estudio perdido en la Alemania de finales de los ochenta en el que hay muchos sintes, con una capa considerable de mugre y poca luz, con un arpegio de esos que parecen de un Jarre pasando el mono, que asciende con pereza e intenta salir de los infiernos. Y para el cierre el corte que da título al disco, que vuelve a ser un viaje por la cara oculta de la luna. Un conjunto de temas perfectamente cohesionados que dan como resultado uno de los discos de electrónica más misteriosos, atractivos y arriesgados en lo que llevamos de año.
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