Suaviza un cuchillo de cocina con un afilador cilíndrico y rasposo. Coge el punzón de hacer hielos y machaca el espejo del baño.
Llena la bañera. Treinta y siete grados. Métete en ella con aquel cuchillo de cocina. No te olvides de hacer todo esto escuchando a todo volumen el último disco de Castanets. La dulzura con la que el bueno de Ray Raposa exhibe su depresión y oscura tristeza en su tercer disco invita a jugar con las muñecas… Al parecer, el errante e inestable Raposa fue asaltado pistola en mano al salir de su casa de Brooklyn, y el incidente le sumió en una etapa dislocada que, por suerte, ha sabido materializar en diez espléndidos temas. La simpleza de las guitarras, la locura chirriante de las distorsiones y los ruidos eléctricos, la atmósfera de Nashville y el viento del medio-oeste americano cautivan a la primera escucha. Ray Raposo es Castanets, y aunque actúe solo con su guitarra, él siempre habla en plural, pues la banda que le apoya es flotante, numerosa, vacilante, como él. En este disco, su comunidad de amigos le secunda con los coros. Entre otros, su camarada Sufjan Stevens, su compañera de naufragios Jana Hunter o Nick Delffs (Shaky Hands). Antes de jugar con tus muñecas, piénsatelo dos veces. Vuelve a escuchar el disco otra vez, y otra, y otra. No te cansarás.
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