Aburridos de las limitaciones impuestas por las guitarras, los británicos Housewives las vendieron literalmente para comprar equipo electrónico y componer a salto de mata su segundo trabajo. Una distopía sonora dislocada y aparentemente anárquica cuyo eje central es suponer que las emociones reales humanas han sido sustituidas por código. Algo está pasando con nuestra desmedida interacción con la tecnología para que su omnipresencia provoque tanta desazón. Pero Housewives se saben parte de esta nueva realidad.
Con la radicalidad formal de “Beneath The Glass”, es inevitable pensar en el legado de The Pop Group o This Heat. “Speak To Me” y sus voces obsesivas nos sumergen en oscuridades laberínticas de tensión y paranoia. El minimalismo enfermizo de “Dormi” o “Texu”, con su pulso dub y samples de pesadilla, apuntan a Aphex Twin en modo arisco. “SmttnKttns”, saxo desquiciado y sorprendente autotunes vocal -¿la primera vez que se usa en algo así?- es, quizá, lo más parecido a un single: el sonido de la alienación tecnológica con ecos de free jazz, pop deconstruído y latido dub. En las dos partes de “Sublimate” hacen buen uso de cajas de ritmos primitivas para llevarnos a un páramo industrial desolado. El desenlace con el órgano de iglesia encaja a la perfección como epifanía de este extraño viaje de reconexión con nosotros mismos.
No es un disco para pasar el rato precisamente, pero hay que reconocerles que hayan sacado adelante una obra sin apenas respiros melódicos, de una radicalidad en vías de extinción, o al menos oculta en las catacumbas del underground. En plena era de reconfiguración digital del mundo, los de Londres han dejado fluir su creatividad con resultados hipnóticos y por momentos deslumbrantes.
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