Alaiar

Ha tardado, pero, al fin, tenemos entre nosotros el esperado debut en larga duración de Gitano de Palo. Y, desde luego, no sólo ha merecido la pena, además nos hemos encontrado con uno de esos álbumes que, más allá de las listas con lo mejor del año, va a traspasar su marco temporal como sólo lo pueden hacer las apuestas más arriesgadas y ambiciosas. No en vano, lo suyo es una osadía detrás de otra. Así, en “Veneno” es capaz de integrar dinámicas percusivas drum & bass dentro de un encadenado jazz flamenco, mientras que en “Isabel” se adentra en la rítmica trepanadora de la E.B.M. en modo rumbero.

Pero aquí no acaba el muestrario de flores extraños. De este modo, en “Claveles y rosas” se inventa el synth-pop aflamencado de cámara. Por su parte, “Condena” se mueve en una atmósfera onírica acústica de poderosa aura impresionista.

El techno-flamenco hiper orgánico de “Sabandija” también traspasa la piel, así como “Tequila y camarones”, donde alcanza el éxtasis a partir de una dialéctica también anclada entre el arraigo gitano y la ortodoxia dance techno-house.

En general, “Alaiar” es un compendio abrumador de las opciones que tiene el flamenco para ser transfigurados entre beats y texturas de tejido digital. Algo que en su caso cobra mayor relevancia por hacerlo a través de una mentalidad kraut. La misma que abarca sonidos que van de la Neue Deutsche Walle al tecno de los años noventa.

Excitantes rizomas melódicos que reproducen una poética donde confluye el verbo hecho carne de la celebración flamenca a través de una caligrafía que rompe cadenas con los arquetipos más sobados en esta clase de fusiones.

Así sucede en hitos como “La Boite”, punto de inflexión dentro de un disco en el que, por momentos, responde al sueño húmedo de poder imaginarnos a 808 State vampirizando distintos palos flamencos a través de una expresividad altamente emocional. Brutalmente pasional. Arrebato en una Torre de Babel estilística que define un marco de acción sin concesiones, únicamente evadido cuando la fibra sensible asoma a través de hechizos acústicos como “Pañuelos de seda”, broche de oro a tan modélico viaje a través de la recontextualización de la tradición. Todo un arte del cual Gitano de Palo no sólo sale indemne de cualquier posible paralelismo con los consensos más habituales en esta clase de actos, sino que también sale reforzado como uno de los abanderados para marcar un camino de baldosas amarillas hacia la reinvención ajena al revivalismo crónico que vivimos en esta clase de experimentos. En dos palabras, valiente y arrollador.