Acuciada por esa ficticia necesidad del reciclaje, la voz de Queensrÿche, una de las más personales y mejor templadas del metal de ayer y hoy, entrega un primer disco en solitario que desprovisto de ese molesto barniz de modernidad haría todavía más estragos.
La producción de éste debut, encomiable en el apartado técnico pero más que discutible en el artístico –los arreglos de “Helpless” apestan, la voluntad de restar carácter orgánico a las percusiones hiede y, en general, se echa de menos un moderador que hubiera puesto cerco a algunos tics heavies absolutamente trasnochados-, lastra la capacidad de seducción de un trabajo confesional, dolido e hiriente. Aún así, “Geoff Tate”, conjugado en primera persona masculina y singular, contiene cuatro escalofriantes monólogos sobre la pérdida -“Over Me”-, el miedo a ésta -“In Other Words”, el difícil arte de amar –“Flood”-, y el arrepentimiento -“A Passenger”-, en los que el cuarentón de Seattle trasciende las coordenadas habituales –salvo en “Off The TV”, donde afloran los postulados ideológicos de “Operation: Mindcrime” (88) y “Empire” (90)- del grupo con el que entró, definitivamente, en la historia.
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