Comenzamos por el final y un contrabajo cincela el silencio, se une la batería y la tormenta de riffs eléctricos a fuego lento, entrecruzándose con una guitarra flamenca que viene de vuelta, hasta que el lamento en llamas de la seguiriya sale de esa fragua que tiene en la garganta Sebastián Cruz, relámpago en la oscuridad que alumbra el necesario (más que nunca) recuerdo de “una noche que nos hace temblar de miedo…”. La titular “Guerra a todo eso”, quizás el tema más complejo y el que mejor representa la esencia del disco: “Y cuando el humo se aclare, / queda un Frente Abierto. / Y en mi soledad libro una batalla, / guerra a todo eso”. Con la voz valiente de Ángeles Toledano, luz a borbotones “que vuelve a abrir todos los caminos que la niebla esconde”, sumándose a estos casi ocho minutos de jondura flamenca, metal y ambient que nos dejan sin aliento: “Y quemaré los puentes / que cruzan el río, porque no me queda ya miedo a perder / lo que nunca fue mío”.
Entre La Mina con Raúl Pérez y Desmodus Sound Estudio con José Antonio Muñoz se grabó este monumental “Guerra a todo eso” (25), el imprescindible y sobresaliente debut de Frente Abierto, colectivo de músicos andaluces: Marco Serrato (bajo, contra, composición y dirección musical), Raúl Cantizano (guitarra flamenca, eléctrica y sanfoña), David Cordero (teclados y programaciones), Carlos “Choco” Pérez (guitarra eléctrica, acústica y piano) y Borja Díaz (batería y percusiones), quinteto que se encuentran en la experimentación sonora y en el metal-rock extremo (Orthodox en la base, con dos miembros en la formación), como si se fueran de fiesta toda la madrugá al tablao más puro de Sevilla Ornette Coleman, Black Sabbath, Swans y John Zorn, a gustísimos de pavías de bacalao y fino de Jerez. Y si el corazón ideológico-reivindicativo del proyecto late con la intención de avivar la memoria, despertar la conciencia de clase y a la izquierda dormida para luchar contra todas las mentiras y sombras de la creciente ultraderecha (“guerra a todo eso”), se unen a la causa y a la primera línea de batalla de este ensamble de ensueño, flamencos y flamencas puras y mutantes: de la voz sabia y potente de Inés Bacán, leyenda de pellizco eterno en la bambera “Lo que el mundo vale”, meciendo y templando a su antojo la canción más doom metal del lote, en medio de una balacera de guitarras con aroma a King Crimson y Black Sabbath; a personalidades genuinas y rompedoras del flamenco más actual, como Israel Fernández (en torno al que se gestó primariamente la banda, como encargo de acompañamiento para tocar en el Canela Party de 2024), con “esos ojos que si nos miran siempre adivinan nuestras intenciones”, por bulerías Gnawa en “Y quise yo beber” (letra con ADN kinkidélico por Miguel García), con las cuatro cuerdas jazzísticas y camaleónicas de Serrato abriendo el telón de la “incesante pena de plata” de maldeamores, bajo un luminoso torbellino de percusiones y ritmos de la música sufí marroquí, danzando junto a la guitarra maestra de Cantizano y ese quejío de bronce, único, de Israel, que también es coprotagonista en la maravillosa soleá de apertura, “Parece que te voy viendo”, junto a la jerezana Lela Soto en otra de las piezas que mejor acentúan el espíritu del proyecto, voces que crujen y arden como la leña en la candela de nuevas texturas sonoras, con el metal y el flamenco afilándose mutuamente, ahondado y dialogando de tú a tú, desde las entrañas. Esa aura doom, contundente, pantanosa y vibrante, palpita con fuerza y aroma a ritual de azufre en otro palo jondo como pocos, la caña en “Mal fin tenga mi sueño”, con Lela brillando hasta cegar; dejando la oscuridad a un lado y haciendo lo propio con esas melodías nuevas por alegrías en la bellísima “Con el polvo de tus huesos”.
Y si Sebastián Cruz y su personalísimo quejío ronco y fino, puro y morentiano, marcan una de las cimas del disco junto a una de las voces más magnéticas del momento, Ángeles Toledano, en la ya nombrada seguiriya de cierre, arde también el cante del onubense por serranas en “Si mañana no llego” (tras el interludio instrumental, festivo en su inicio, de “...Lo que la niebla esconde”), con otro de los textos más reivindicativos de esta necesaria “Guerra a todo eso”, al olvido y la desmemoria interesada, de puño (en alto) y letra de Dani Llamas. Y justo antes de ese final que será inicio (porque “hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”), Soto y Cantizano nos lastiman y sanan por tientos en “Su cante me lastima”, con Lela parando el tiempo en cada verso, flotando en texturas sintetizadas y atmósferas orientales (zanfoña mágica de Raúl al mando) que nos hacen levitar y pasar por el puente que tienden una y otra vez este colectivo de músicos, ese que va de su casa a la nuestra y no dejaremos de recorrer, entre la niebla y cuando el humo se aclare, en soledad y unidos en un mismo Frente Abierto.
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