Sería un acto de justicia no menor que cesara ya el tortuoso camino de
Entartete Kunst hacia el reconocimiento objetivo de sus méritos y de paso la
asociación gregaria de su nombre al de luminarias de la oscuridad musical. “No
quiero, la cosa es fácil, os lo estoy diciendo, no tengo prisa…” parecen decir
ad hoc en la tremenda “Ne hochu”. Es cierto que es un grupo que suena a un
siglo, el XX, gigantesco y desproporcionado en creatividad, utopías y dolor,
pero no menos lo es que el debut en largo de estos veteranos aliña directamente
heridas no cerradas, febriles (“Working”), confesas (“Privet”), enfáticas
(“Learn”) o telúricas (“Nebo”) con una claridad y puntería que van acompañadas
de nuevas maneras, intenciones y ganas, todos estos últimos elementos muy
concretos y desprovistos de grandezas infundadas. Entartete Kunst pueden sonar
a la ‘puta guerra fría’, se lo dijeron desde el público una vez, y como aquella
pueden hacer estragos sin saber por qué, siendo reales pero intangibles. Sin
embargo ahora se han declarado con “Entartete
Kunst” y no hay vuelta atrás: es la hora de la verdad.
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