Who Am I?
DiscosEdu Errea

Who Am I?

8 / 10
Kepa Arbizu — 09-12-2025
Empresa — Autoeditado
Género — Folk Rock

“Soy el que pese a tan ilustres modos de errar, no ha descifrado el laberinto singular y plural, arduo y distinto, del tiempo, que es uno y es de todos”. No son estos versos parte de la lírica utilizada por Edu Errea en su nuevo disco, su propietario es el escritor argentino Jorge Luis Borges, y pese al difícil nexo de unión que podríamos encontrar entre ambos nombres, dichas palabras serían propicias para resumir parte del ánimo que recorre este cuarto disco del autor navarro. Porque si algo caracteriza al arte, es esa maravillosa, y en cierto modo misteriosa, facultad de encontrar a lo largo del calendario o entre las diversas rutas geográficas pensamientos ajenos, y aparentemente distantes, que puedan conseguir descifrar mejor que ninguno nuestros particulares infiernos. Y es que el dolor, como la risa o el llanto, son manifestaciones universales que, pese a la variopinta formulación que pueden adquirir en su paso de mano en mano, todas ellas, a su manera, riman bajo el tempo que marca el latido del corazón.

Pocos músicos actuales han transformado su inspiración creativa en un ejercicio biográfico con la desnudez que lo ha hecho el compositor de este álbum. Precisamente por esa condición de “exhibicionista” emocional no es extraño, más bien lo contrario, que su nueva grabación venga titulada por esa incógnita existencial que ha perturbado la conciencia del ser humano desde que hay constancia de él. Una interrogante tan explícita como el contenido de sus piezas, y es que si siempre las canciones del pamplonica han ejercido de relato confesional, en esta ocasión las lógicas licencias poéticas desaparecen para dejar paso a una narración desprendida de cualquier disfraz metafórico que pueda relativizar o esconder su significado primario. Una siempre osada misión que su favorable resultado, como sucede en esta ocasión, desemboca, por esa falta de intermediarios literarios, de forma más pura y doliente en el oyente, convertido durante el transcurso de este disco en un consentido voyeur que, si bien disfruta de la belleza sonora de lo revelado, acaba por sentir como suyo el afligido verbo de quien ha dejado de ser exclusivamente un músico para presentarse en un cercano y abatido interlocutor.

Quizás porque hay cosas que solo pueden ser cantadas y contadas en un idioma rítmico particular, o simplemente porque la figura de Paco Loco, sustituido en este episodio en las labores de producción por Guillermo Fernández Mutiloa, haya sida relegada a la de mezclador, la consecuencia es que el álbum adopta la firma más clásica y delicada mostrada hasta la fecha. Lo que en pasadas ediciones era una particular hibridación y diálogo disruptivo entre electricidad contemporánea y el acervo tradicional, la búsqueda de una réplica a esta duda metafísica ha sido encomendada al lenguaje del folk-country, como una aceptación de que conversar con temas intangibles y universales necesita de una ubicación musical más atemporal. Puede ser también que las respuestas a dichas cuestiones no existan, o no de la manera que esperamos, y es en la propia formulación de la pregunta donde se encuentra el único éxito al alcance de nuestros manos.

Más allá de conjeturas, la observación objetiva nos muestra a este álbum como el más compacto y unitario, una condición que, entre otros factores, le sitúa también como el probablemente mejor resuelto de manera global. Respaldado por su banda habitual, la voz de Errea asume un mayor protagonismo decidida a comunicarse de manera sincera y cálida, tanto es así que los primeros segundos de este trabajo son protagonizados por unos versos entonados en primer plano que dan título al tema inaugural, “I’m Afraid”. Una declaración tan simple como ilustrativa de la vulnerabilidad emocional que recogen sus textos y del no menos significativo carácter musical adoptado. Resuelto bajo una condición orgánica y sobria, un paisaje donde Jeff Tweedy o el Neil Young más introspectivo serán asiduas presencias referenciales, dicha puesta en escena no excluye un tratamiento instrumental moldeado de manera detallista, donde un quejoso slide situado en el fondo de la habitación consigue definir el clima de la canción. Pormenores que en el tema homónimo se reproducen, alrededor de una guitarra acústica, hasta construir un poblado hábitat de suspiros donde ha quedado varado el barco utópico de este soñador herido de realismo.

“Who Am I?” es también, quizás de hecho resulte su condición primaria, un itinerario por todos esos sentimientos que han ido perdiendo su inaugural efervescencia. La ansiedad, ese mal apostado en nuestra mente presto a emborronar hasta el cuadro más luminoso, protagoniza en “Right Person, Wrong Time” la descomposición del Edén alcanzado, mientras que la carta romántica que aspira a ser “God Morning Sus” acaba desplegada entre un verbo entumecido por el desasosiego. Pasajes que si bien formalmente asumen la elegancia de Richmond Fontaine, los aposentos más envolventes serán destinados a ese minimalismo atmosférico tan propio de M. Ward visible en “The Voodoo Doll” o la embriagadora sencillez del mismísimo Bonnie “Prince” Billy asumida por “I’m Not a Poet”, pieza especialmente inmisericorde con su propio retrato de crepuscular Don Juan. Diferentes rasgos sensitivos que se fusionarán e incluso jugarán al despiste, generando un fascinante ambiente, en la elegíaca serenidad, casi eclesiástica, de “Able To Love”; el fantasmagórico contexto, bajo el nombre de “Apologizing”, donde se ubica el sensible folk interpretado junto a Andrea Santiago, y sobre todo el bacheado recorrido que dibuja “How Sweet You Are”, que transcurre desde las taciturnas estrofas a la explosión luminosa de su estribillo, espejo para las ondulaciones que el ánimo del músico padece ante la presencia, o falta de ella, de su hija. Una de las innumerables acotaciones biográficas expuestas en un trabajo que no es una mera enumeración de canciones personales, se trata de la profunda anatomía de una angustia.

Encontrarse en otro tipo de disco un verso que admita la falta de ganas de tocar la guitarra podría pasar por una filigrana simbólica, pero hallar dicha frase en uno como éste, supone un testimonio de la ruptura de ese instinto motivador siempre necesario para encomendarse a la tarea creativa. Aspecto que por lo tanto tiene que ser ponderado con la veracidad que merece y señalar a ““Who Am I?” como un posible colofón, o interrupción alargada, de una trayectoria que, quizás sabedora de esa herida abierta, se ha encomendado a un último suspiro que al mismo tiempo es el más talentoso firmado por el compositor. Sin ánimo de escribir o adivinar el futuro, siendo el presente lo suficientemente borroso como para no dedicarle toda nuestra atención, Edu Errea ha conseguido convertir esa plomiza incertidumbre que le abate en un disco sobresaliente. A través de sus canciones, dominadas por una común calma tensa, tiende una mano que se percibe frágil pero cálida, demostrando una vez más que ningún temblor humano puede ser solo una cuestión individual.

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