Desde 2015, el sello berlinés Habibi Funk se ha consolidado como uno de los grandes curadores del norte de África y Oriente Medio. Su labor de arqueología ha rescatado a artistas de décadas pasadas como Ibrahim Hesnawi, Hamid El Shaeri o Issam Hajali, poniéndolos en valor para nuevos públicos occidentales. En 2023, su catálogo sumó por primera vez a un músico contemporáneo: el libanés Charif Megarbane, multinstrumentista prolífico con más de un centenar de composiciones publicadas.
Un universo tan vasto que resultaba inabarcable. De ahí que la labor de Habibi Funk como guía fuese clave: en “Marzipan”, su anterior álbum, no solo se ordenó parte de ese universo, sino que se presentó como un mapa de futuros posibles. Dos años después, la alianza se renueva con “Hawalat”, un disco instrumental que mantiene el pulso retrofuturista, mezclando influencias que van de Ennio Morricone a The Avalanches, de la música de librería europea al hip hop de J Dilla o Madlib.
Hay una brisa mediterránea europea en cortes como “Miramar” o “La Calypso”, mientras que “Hanadi” o “Ni Vu Ni Inconnu” apuntan al arab-funk con ese sabor vintage que también exploran proyectos como Nu Genea o Altin Güm. “Dreams Of An Insomniac” y “Helia”, junto a Sven Wunder, destacan por sus arreglos orquestales, herederos de los vinilos olvidados que Habibi Funk suele rescatar. Lo interesante es que todos los instrumentos están compuestos y grabados en vivo por el propio Megarbane, incluso en “Jana”, donde una kora nos evoca a maestros malienses como Diabaté, o en “Al Bahriyes”, donde las bases parecen sampleadas.
Aunque la variedad estilística y la corta duración de los temas puedan empujar hacia una escucha más pasiva, Hawalat esquiva el easy listening. Es un trabajo que funciona tanto como compendio práctico para productores y profesionales, como para oyentes que simplemente quieren dejarse llevar por un sonido nuevo, pero a la vez reconocido. En árabe, hawala alude a una red informal de transferencias que sortea las fronteras. Megarbane toma ese concepto y lo convierte en música: un flujo sutil pero constante de ideas, emociones y sonidos que cruzan el Mediterráneo sin pasaporte, pero con memoria.
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