El paralelismo no será muy afortunado, pero al igual que si algún día nos arrasa una hecatombe nuclear los únicos supervivientes serán las odiosas cucarachas (bien, es un mito, pero nos sirve), también asombra comprobar cómo, a prueba de pandemias, modas, crisis cíclicas, derrumbes de la industria tal y como la conocimos, revoluciones tecnológicas e incluso Brexits, hay compositores que se las siguen ingeniando para preservar sus mejores cualidades y transmitir la misma relevancia, minoritaria pero inapelable, que en sus mejores días, hace tres o cuatro décadas. Es más, se valen de todas esas temáticas para persistir con brillantez en su empeño. Las fagocitan en beneficio propio.
Esa resistencia curiana es también palmaria en el caso de Cathal Coughlan, ilustre superviviente de los tiempos heroicos de Microdisney y Fatima Mansions, quien se ha sacado de la manga "Song of Co-Aklan", un descollante nuevo álbum (primero desde 2010, sexto de su trayecto en solitario) que rige a la altura, como mínimo, del recordado "Black River Falls" (Cooking Vynil, 2000), el foco de mayor visibilidad a su nombre. No ha perdido ni un ápice de credibilidad como letrista y vocalista, ni un gramo de agudeza, ni media cuota de ácida inteligencia. Sus textos siguen punzantes, fragmentariamente poéticos. Su voz revela la misma credibilidad. Igual podría rivalizar con el Edwyn Collins que le guiña el ojo a los ritmos northern soul (el tema titular) como volver a erigirse en un Nick Cave periférico (“My Child is Alive!”) o toserle con fuerza a Fontaines DC, Dry Cleaning, Shame y demás cachorros del nuevo post punk (“St Wellbeing Axe”), aunque las dos canciones que más apuntan a un clasicismo instantáneo son aquí la vibrante “The Knockout Artist” y la medio brianwilsoniana y medio neilhannonesca “Falling Out North St.”
En "Song of Co-Aklan" le acompañan para ello un puñado de insignes y familiares nombres: Luke Haines (The Auteurs, Black Box Recorder) y Sean O’Hagan (su pareja en Microdisney, luego al frente de The </strong High Llamas) al bajo, guitarras y teclado;Rhodri Marsden (Scritti Politti) al bajo oEileen Gogan yAindrais O'Gruama (Fatima Mansions) a las voces. Con semejante plantel, se entiende mejor que el tan manido concepto de resiliencia no albergue secretos para él.
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