Tom Weaver, cantante y letrista de Casey, fue diagnosticado con huesos de cristal desde el nacimiento, a lo que más tarde se unió la colitis y trastornos bipolares y maniaco depresivos. No es extraño por tanto que una buena proporción de las letras de este disco, segundo tras su irrupción en la escena hardcore inglesa en 2014, giren en torno a su experiencia como alguien que ha convivido con la enfermedad física y mental durante toda su vida. Weaver se desnuda por completo y expone sin reparos toda su vulnerabilidad, haciendo un ejercicio de catarsis a través de la descripción, a veces hiperdetallada, de sus estancias en el hospital y las consecuencias de los tratamientos ("So give me one good reason to believe I’m getting better / My weight keeps fluctuating and I struggle to remember / The last time I slept through a night without needing to shed my blood / I’m so sick of feeling alone", dice en Fluorescents).
Su profunda habilidad para hablar tan abierta y directamente sobre estas dolencias es conmovedora, y el mensaje cala hondo desde la misma intro en la que se despliega su voz de forma limpia hasta los temas más caóticos en los que se desgañita desarrollando toda su desesperación. La parte instrumental consigue ser un acompañante perfecto y suma, junto a una limpia producción de post-hardcore/rock, aún más si cabe, honestidad y transparencia a todo el conjunto. Aunque el álbum destila verdad y sufrimiento por los cuatro costados, Wounds, el último corte, parece reflejar un poco de luz y positivismo al discurso ("But while the bad days still hold weight they're definitely getting better / In all the ways that I am weak I’m also strong / Learning how to speak gave me the strength to carry on”) y el disco acaba dejando a cualquiera que lo escuche con un poco de atención bastante tocado, pero no hundido.
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