Si Casal viviera hoy, Alaska tendría que compartir portadas. Hasta Bosé. A diez años de su abrupta pérdida, sus fans y remezcladores Pumpin’ Dolls arman un documento doble que, además de aglutinar todos sus hits necesarios (eso es patrimonio), despeja la incógnita a la actuación del tecno ochentero patrio.
La equis fue Tino. Más excesivo y mejor intérprete. Más petardo y elegante, más aglutinador y mejor compositor; más poupurri, más puro. Por encima de artefactos sólo tolerables bajo el calor de la piel del toro (Vídeo, por nombrar uno sólo), Casal, ya que no era importado, hubiera tenido que ser exportable. “Casal Vive” es la herencia casi perfecta del crooner lila que merecieron Abellán, la Chamorro, Tierno Galván, los Costus y Almodóvar. Sólo me falta su sorprendente meneo al “Life On Mars” de Bowie. Lo demás está aquí. Más eurokitsch que ibertrash, hoy le veríamos en “El Séptimo” (o en aB) y pensaríamos que nosotros también tenemos un Marc Almond. Piensen en alguien como él en el panorama español de los noventa. ¿Paco Clavel? Respetable, pero estoy hablando en serio. Lo dicho, irremplazable.
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