Lo inmediato
DiscosCabron Dandy

Lo inmediato

8 / 10
Kepa Arbizu — 21-10-2025
Género — Punk Rock

Si admitimos lo expuesto en la novela “El perfume”, de Patrick Süskind, y por lo tanto aceptamos que quien domina los olores lo hace también sobre el corazón de los humanos, entonces las fragancias comerciales que se amontonan entre anuncios son, a su manera, una forma de desnaturalizar nuestro propio olor y, lo peor y más peligroso de todo, una herramienta narcótica que pretende convertirnos en humeantes portadores de unos valores impuestos. Un relato al que se opone con virulencia, ya desde un cáustico nombre que somete a juicio aquel hedor destinado a divinizar los excesos de testosterona, Cabrón Dandy, formación armada de una consistente y rocosa argumentación sonora que apunta hacia el punk-(hard)rock. Elementos constitutivos de una banda debutante bajo esta configuración pero que sin embargo es una alianza, encabezada por el multidisciplinar y siempre lúcido Luis Vil, de transeúntes previos por toda una geografía -con puntos cardinales en Ironic Cancer Phobia, Flying Pigs o Zen- de ritmos brotados desde el underground con destino a incomodar al cerebro bien pensante.

Aspiraciones que cohabitan en un debut presentado bajo el pretendidamente contradictorio título de “Lo inmediato”. Porque si dicho concepto es por una parte la escenificación del jadeante tiempo actual donde la urgencia se ha transformado en un esclavista patrón que castiga cualquier aliento de reflexión, también supone la condición intrínseca de una formación que hace de sus canciones, grabadas como es menester sin aditivos ni edulcorantes servidos por el estudio de grabación, un campo de batalla propicio para retar al presente y sus múltiples monstruos. Sombras que lejos de ser un peligro en ciernes son ya una realidad cada vez más cómodamente emplazada en las lindes del abismo. El cuarteto lo tiene claro, y sus composiciones también: el futuro es ahora.

Todo lo orgánico y sencillo, de ningún modo sinónimo de fácil ni liviano, que tiene la compostura instrumental del disco, se convierte en líricamente rico y alejado de convencionalismos o ripios de barricada cuando se trata de desplegar su mensaje. Un incendiario verbo igualmente mimado y curtido intelectualmente para que el tajo dialéctico asestado a la coraza de la sociedad resulte difícil de sanar. Envite que se abre bajo el sentido apocalíptico, nada que ver con ensimismadas predicciones y sí mucho con la anunciación de una catástrofe promovida y subvencionada por los poderes, de “La señal”, un reclamo anunciado bajo el vigor de Motörhead sobre la mutación del “invisible” Gran Hermano en un Dóberman hambriento que observa con los ojos del Mosad. Hostilidades desatadas y alineadas bajo un espartano y taxativo lenguaje sonoro que se percibe especialmente identificativo gracias al empaque y la presencia de la profunda voz de Luis Vil, a medio camino entre el predicador libertario y el trovador punk.

Unas características que conjugadas acaban por convertirse en un epicentro por donde circula el dandismo crepuscular de Lagartija Nick, la certera construcción de estribillos coreables asociado al Rock Radical Vasco e incluso el siniestro acervo australiano de bandas como New Christs. Vértices que se descubren mucho menos distantes de lo que se podrían intuir al descubrirlos dispuestos con sapiencia en una “Juez y parte” que adopta una atmósfera especialmente turbia y descarnada; entre la salva de riffs con la que “El asco” celebra la necesidad de escoger al libertino Cyrano de Bergerac frente al vacuo esteticismo de Góngora o bajo el pletórico sentido melancólico de “Anacrónicos”, dedicado a los nostálgicos que ponen todas sus velas a un pasado que les maniata a la hora de avanzar.

Sin obviar que dichas hechuras se comportan como una estructura firme a la hora de tutelar el común denominador del repertorio, no es menos importante, en su tarea de agitar y anchar las veredas por las que transita el disco, los descosidos, tímidos pero trascendentes, a los que somete el vestido de un álbum que gracias a ellos respira y camina con más envergadura. La sutil, pero altamente dinámica y adictiva, línea melódica en la representación de “Andróginos Z”, que parece seguir la pista de toda esa rebelión identitaria sexual que subvierte rancios algoritmos, se convertirá por medio de “Adiestramiento encubierto” en su propia -y madura- interpretación del punk melódico juvenil, vehículo, precisamente, para alertar sobre la insana inoculación a través de la cultura de masas. Pero si hay un tema, como no podía ser otro por su condición titular y simbólico, que acelera las revoluciones de manera sustancial, es el que da nombre al trabajo, inyectado de rock and roll y psychobilly, como si de unos cavernarios Nashville Pussy se trataran, para certificar la muerte del relato a mano de memes asesinos.

Desafiantes y eufóricos, Cabrón Dandy ejercita su lucha contra el darwinismo roquero, por usar una de sus expresiones, con un disco de insolente inteligencia que les permite recuperar y exaltar su faceta, en forma y fondo, más subversiva pero sin que eso signifique, siendo en todo momento sabedores de su fórmula clásica, impostadas resurrecciones que suelen acabar en un festival de achaques. Al contrario, lo suyo es reavivar de manera contundente un ascua que nunca han dejado morir, y eso se nota en su muy destacable resultado. Como se encargan de cantar en uno de su temas, ellos están aquí porque ven grietas en la pared donde nadie se atreve a mirar, pero no son meros observadores de las fisuras que contienen los muros sobre los que se sostienen nuestros modelos de vida, actúan como un escuadrón de demolición de todos esos tabiques que nos han convencido que sujetan nuestras casas y que en realidad solo sustentan nuestra cárcel.

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