A sus sesenta y cinco años, Bryan Adams puede presumir de ser como el buen vino y estar envejeciendo con sumo decoro. El chico de oro del rock canadiense no atisba ningún conato de ocaso en su trayectoria y continúa haciendo lo suyo, genuino y dispuesto a convencernos de la vigencia de su voz, aún valiosa y significante tras medio siglo. Ni el tiempo, ni la edad, ni las circunstancias del presente le detienen, y con “Roll With The Punches” no solo inaugura una nueva etapa profesional (siendo este su primer disco autoeditado), sino que también confirma, con intención y recursos, su anhelo por poner el pop al servicio de la lucha.
No hablamos de un mero surtido de ganchos facilones y efectistas –aunque en ese irresistible tema homónimo con el que abre fuego se pueda ver que el que tuvo, retuvo– sino que, y sin que ello suponga un obstáculo para verle poniendo salsa a la receta, Adams recoge el guante del buenismo y trata de elevar sus letras (con más voluntad que acierto en algunas ocasiones) hacia un territorio humanista y resiliente, sin jugar con la literalidad ni poner demasiadas manos en el fuego, pero sacando pecho y compromiso donde otros de su quinta tan solo callan (“Take a walk in my shoes and I'll take a walk in your shoes”, le escuchamos cantar en “A Little More Understanding”, apelando a una empatía global que ni está ni se le espera).
Para quien quiera ver aquí oportunismo circunstancial, cabe recordar que Adams ya le tomó la temperatura al mundo en “What If There Were No Sides At All” (23), ofreciéndonos su lado más conciliador y anti-belicista entre baladas que trataban de entender hacia dónde nos dirigíamos. Dos años después, y consciente de que el poder de la música llega hasta donde llega, el artista continúa tirando de concordia y pacifismo lírico en un LP que reafirma su postura y comprende la clase de mensajes reconfortantes y confiados que su audiencia espera. Un paso calculado, con los de siempre (Mutt Lange, Jim Vallance, Eliot Kennedy) y para los de siempre.
En una misma báscula conviven la razón y el altruismo con ese soft-rock canónico que divertirá y sorprenderá a los devotos más entusiastas – desde himnos de estadio que se corean solos (“Never Ever Let You Go”) hasta temas como “Make Up Your Mind”, cuyos riffs y versos rasgados directamente parecen sacados del legendario “Reckless” (84), o baladas como “Will We Be Ever Friends Again”, que nos recuerdan que el de Ontario no es un virtuoso del género por casualidad. En efecto, no hay audacia deslumbrante en sus propuestas, pero sí mucho oficio.
Con solvencia y sin necesidad alguna de inventar la pólvora a estas alturas, Adams asevera con su nuevo cancionero un sino que, si bien puede resultarnos acomodado, también funciona como acicate de una contagiosa pasión que no parece agotarse nunca. El pulso de un músico que aún no ha dicho su última palabra.
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