Ruth es una banda de rock sí, pero también el viaje hacia la recuperación y la reconstrucción de una identidad creativa que fue linchada en el pasado debido a las exigencias de una industria caníbal que, en busca de la captación de ventas, te obligaba a atravesar determinados roles artísticos para alcanzar lo que se consideraba el modelo de “artista ideal” dentro de la escena comercial de aquellos años. Una situación que claramente terminó mermando el desarrollo profesional de muchas figuras que se vieron sometidas, enmudecidas por endemoniados contratos y empujadas a generar a través de su música únicamente copias sin alma de todo aquello que coronaba las listas de éxitos en ese momento. Por todo esto, la llegada de “Blacksheep” se presenta como una carta protesta firmada con sangre hacia el abuso de poder recibido, una pieza con la que destruir las sonrisas forzadas, la dulcificación de las almas y dar, por fin, un verdadero soplo de autenticidad a una de las voces más gigantes que tenemos a nivel nacional.
La voz de Ruth Lorenzo grita ahora rasgada con más fuerza que nunca en “Blacksheep”, abrazando la imperfección sin miedo y celebrando la libertad junto a una banda que lo hace todo posible. Y es que las largas noches en bucle en la sala de ensayo en Murcia tocando en directo y todas esas conversaciones sobre el renacer del espíritu de rock and roll en el presente; acabó dando como fruto esta rara avis para el mercado nacional que es Ruth y que la forman Nando Robles, David Lozano o Ricardo Ruiz, ex miembros del ya desparecido grupo Second; junto a Sergio Bernal, el que fuera baterista de M-Clan y, por supuesto, la propia Ruth Lorenzo. Grabado en Bath (UK), en cinta analógica, en los Real World Studios fundados por Peter Gabriel y con Rafa Sardina como ingeniero de sonido. Se trata de un disco que busca atrapar de un solo golpe el sonido de banda en directo en todo momento y presentarse ante el público de la forma más orgánica posible. Una pieza sólida de rock alternativo que evoluciona poderosa desde la cruda apertura que es “I Hate My Life”, para la que cuentan con el coro de adolescentes de la Fundación Alice Cooper, y se enriquece durante todo el recorrido de otros géneros que la fortalecen y llenan de poder. Y es que en ocasiones el álbum debut de Ruth, como banda, se siente como una obra maximalista, orquestal y teatralizada como es el caso de “Don’t Break My Heart”; en otras se vuelve íntimo para hacerte viajar por una esencia glam rock como en “The Night After Tonight”; y, además, no se olvida de los fans de toda la vida jugando a volverse más pop o accesible con canciones como “Bad Blood” o “Cry”. Eso sí, sin renunciar a subir los decibelios de vez en cuando y destruir algunas baquetas parar certificar el espíritu punk que vive dentro de sus miembros, como ocurre en “Hey!”.
“You better play the game, keep it pretty, keep it nice, put a smile on your face. Kneel and say your prayers, be obedient, be a good girl”, suelta Ruth en “The Game”, uno de los mejores temas del disco, como resumen de esa rabia contenida que se fue forjando alrededor de la represión a la que se vio sometida su vocalista en el pasado y a su vez la obligada necesidad de superación constante que la ha hecho llegar con tanta fuerza al presente. Y es que, siendo honestos, “Blacksheep” es un proyecto muy valiente, una idea que nace únicamente por el puro amor a la música y siendo muy conscientes de lo difícil que es avanzar a contracorriente cuando ya tienes todo tipo de etiquetas y prejuicios fijados con cinta adhesiva en la frente. Un álbum que sana esa sensación de lo que podría haber sido y nunca fue, con vistas a futuro y que esperemos otorgue una larga vida a la banda: “I need no aproval, no appreciation, you can talk but you can’t stop staring at this bitch”.

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