Benjamin Biolay es el músico total. Porque lo hace (casi) todo y (casi) siempre bien. Y aquí el “casi” representa un porcentaje mínimo. Y además, brilla cuanto más largo se fía el autopase: al igual que ya ocurriera con aquel "La Superbe" (2009), este también es un álbum doble. 24 canciones en hora y media. Sin bajones de intensidad, relajaciones del control cualitativo ni momentos de rutina. Con ese punto de belleza artesanal, aparentemente casual, sin ser buscada, que también irradia – por ejemplo – la última entrega (triple) de Jeff Tweedy. Hay clase, melancolía, charme, vitalidad y magisterio. Para dar y tomar.
Grabado entre Paris, Bruselas, Sète, Buenos Aires y Rio de Janeiro, "Le Disque Bleu" (2025) sale bien airoso cuando se pone en modo rock eléctrico (“Soleil Profond”), cuando indaga en la psicodelia (“Morpheus Tequila”), cuando evoca a Brassens (“Testament”, “Les trois amis”), cuando se arrima a la bossa nova (“Mauvais garçon”, “Oò as – tu mis l’été”), cuando te arrulla con sus baladas acústicas (“Trois grammes”, “La sieste”) o cuando se dispara en momentos exultantemente pop (“Juste avant de tomber”, “Mon pays” o “Pauline partout, Justine nulle part”). El francés se nos revela como un titán. Una vez más. Y van…
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