¿Puede una cita fallida en una popular cadena de bares inspirar un disco? En el imaginario de Baxter Dury todo es posible. Por supuesto, el artista no da puntada sin hilo y en “Allbarone” (Heavenly/PIAS, 25) la cosa no se queda solo en algo tan simple y superficial, sino que detrás de sus ideas, más efectistas y endiabladamente dinámicas que nunca, también se encuentra un pulido intento por azotar la masculinidad contemporánea, la identidad y el ego, o la existente guerra entre estratos sociales en la moderna Inglaterra.
Está claro que el impacto que tuvo su colaboración con Fred Again.. allá por 2021 ha traído cola, solo así se explica que el británico haya decidido para su noveno disco de estudio ofrecernos esta gama tan variada de fórmulas capaces de incitar al baile y al movimiento sin oposición posible. Paul Epworth, responsable de ejercicios más generalistas en el pasado (Rihanna, Adele, U2), recoge el guante y empuja a Dury desde la producción a salir de su habitual zona de confort popera, abrazando junto a él la composición de un trabajo melódicamente directo, con energía dance y espíritu club.
Aspectos que convierten el proyecto en insólito dentro del historial de Dury, especialmente cuando al británico le da por modular su voz y alterarla a lo The Blaze entre beats juguetones e irresistibles (“Hapsburg”, “MrW4”). Aunque hay cosas que no cambian, eso sí. Sus coristas permanecen impertérritas como elemento distintivo en la partitura, ofreciendo nuevamente un destacado contraste con respecto a la voz áspera y narrativa del cantante (con la presencia de JGrrey acentuando lo que este afirma) o convirtiéndose directamente en protagonistas absolutas de muchos de los temas por encima de su principal firmante (véase la canción que da nombre al LP).
Sus sobrevenidos ritmos electrónicos tampoco le niegan a Dury su facultad para analizar el entorno que le rodea, describiendo estereotipos del presente (“Big fat lovers, big fat Olympic, Ozempic hips”, caricaturiza a lo Sleaford Mods en “Return Of The Sharp Heads”) o incluso propios ("I read a bitter review about a band you're in to be honest I got schadenfreude") a través de esa facultad de observador satírico y mordaz que tan bien le conocemos.
Cinismo y vulnerabilidad continúan siendo, por tanto, el núcleo central del estilo del británico, quien asevera con argumentos su particular capacidad para reinventarse sin perder de lado su esencia. Se divierte disfrazándose de una suerte de Joe Talbot en “Kubla Khan”, nos regala su ascenso al Olimpo setentero en “Alpha Dog” y convierte su acentuada lírica local en un contagioso himno en “Mockingjay”. Dury consigue que cada esquina de ese Londres exagerado y de tebeo cobre vida, atravesando sus locales, calles y personajes absurdos y vanidosos con un delirante ojo clínico y ofreciéndonos así una invitación prácticamente única para disfrutar de un universo loco en el que sátira y emoción bailan juntas.
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