“August” se mece con la placidez de las barcas que aparecen en la foto de su cubierta. Las olas apenas restallan en cortes como “The Five Factor Model” o los chirriantes riffs de “Behind The Screens”. Pero ¿cómo definir el atractivo discurso de este quinteto de Portland, Oregon?
Su peculiar ideario se mueve en varios frentes sin mostrar una filiación concreta. Si en “Bells To The Boxer” se debaten entre las aguas de Flying Saucer Attack y los Rush más progresivos, en “Boxer” el uso del xilófono y las escobillas les acerca a Tortoise o The Sea & Cake. Quizás su baza más importante sea la sobriedad con la que construyen atmósferas tan intimistas como las de “When Everything Went North” o “The Quiet Bar”, donde los pianos dibujan la nostalgia de forma magistral. Atmosféricos, espaciales, experimentales, progresivos, revoltosos cuando la ocasión lo requiere y también inetiquetables. Sería un error tildarles de emo-cores o post-cores porque sus planteamientos van más allá. Algo así como si Karate estuviesen de resaca o The Dismemberment Plan abominaran de su dislocado punch funk en un ataque de cordura. Una grata sorpresa.
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