At The Beach, In Every Life
DiscosGigi Perez

At The Beach, In Every Life

9 / 10
Don Disturbios — 18-06-2025
Empresa — Outtahere / Island
Género — Indie folk

Resulta esperanzador que en Estados Unidos estén surgiendo cantautoras valientes y rotundas que, desde una postura abiertamente queer, estén editando discos tan poderosos como “Still + Brigit” (24) de Amythyst Kiah o “Observation From a Crowded Room” (24) de Joy Oladokum. Voces necesarias que arremeten contra el creciente puritanismo yanqui, a las que ahora cabe sumar -¡y de qué manera!- la de Gigi Perez. Joven de veinticinco años que está batiendo récords con su primer largo, gracias al éxito sideral de "Sailor Song”. Tema de adelanto que empezó a vitalizarse en tik-tok y que ya ha superado de largo los mil millones de reproducciones en Spotify. Casi nada.

No cabe duda, por tanto, que a Gigi Perez le ha cambiado la vida en muy pocos meses en los que ha pasado, de hacer probaturas con su guitarra a través del secuenciador Ableton, a ser la artista invitada en la giras de artistas como Coldplay, Noah Cyrus o Hozier, sumando una nueva legión de seguidores a su paso. Pero es que si uno se deja embriagar por las doce canciones que componen este “At The Beach, In Every Life” lo entenderá todo de golpe. Y no solo eso. Puede que incluso recuerde el impacto que obtuvo la primera vez que escuchó discos como el “Grace” (94) de Jeff Buckley o el “For Emma, Forever Ago” (08) de Bon Iver. Trabajos con los que guarda la similitud de poner la voz en primer plano, moldeándola a placer y envolviendo al oyente en diferentes texturas que pueden ir de la suavidad de una gasa a la aspereza del papel de lija. Y todo sin esfuerzo aparente. Mágico y placentero en su doloroso lamento.

“At The Beach, In Everly Life” es un trabajo que nace de un trauma difícil de superar. De hecho es un disco de sanación que recoge el proceso de duelo de un lustro de duración en el que Gigi Perez ha tenido que lidiar con la muerte de su hermana Celene con la que tenía una fuerte conexión. Pero el dolor puede ser un motor creativo muy poderoso. Y no solo eso, puede empujarte a reafirmar tu condición sexual y replantearte de paso toda la educación cristiana en la que creciste como hija de emigrantes cubanos profundamente religiosos. Una crisis existencial que te convierte en un importante icono juvenil LGTBI+ y provoca el escándalo con un verso incluido en su mayor éxito que dice: “I don't believe in God, but I believe that you're my savior”. Frase que genera toda una legión de haters entre los guardianes de la moral de un país tan necesitado de voces como la suya. A nadie se le escapa que, de entre la mierda más inmunda, pueden nacer las flores más preciosas.

Pocos trabajos vas a escuchar este año que capten de forma tan veraz el dolor y la esperanza. Pocos discos vas a encontrar en los que la voz resulte tan pura por lo que canta y cómo lo canta. Tan solo hay que dejarse llevar por canciones como “Normalcy”, “Crown” o “Fable” para entender que las comparaciones que se puedan hacer con grandes discos del pasado no son exageradas. Gigi Perez está, por impacto y trascendencia, en condiciones de convertirse en la gran voz femenina del indie-folk estadounidense de los próximos años. Aunque el reto que se le presenta por delante no es menor. Porque superar un trabajo tan redondo como este va a ser complicado. Y sino que le pregunten al bueno de Bon Iver.

 

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