Ahora que ya ha pasado tiempo suficiente como para que los noventa sea una década tan mitificada como lo fueran en su momento los sesenta u ochenta, hay ciertas bandas que resultan entrañables debido a aquel recuerdo positivo dejado en torno a esos años. En el caso de Ash, ese logro concreto quedó perpetrado por discos como “1977” (Reprise, 96), “Nu-Clear Sounds” (Dreamworks, 98) y “Free All Angels” (Infectious, 01), además de por un incendiario directo que los norirlandeses mantienen vivo en la actualidad.
El trío encabezado por Tim Wheeler puede presumir, además, de una carrera ininterrumpida que, eso sí, muestra un trazado irregular en la que, más allá de la época dorada, se alternan títulos dignos con otros tirando a prescindibles. Encabezando esta última sección podría situarse precisamente el que hace su noveno álbum de estudio. “As Astra” bien podría ser el eslabón más flojo de toda la cadena creativa de Ash, tras presentar una secuencia de temas del todo insulsos que, de paso, muestran una ausencia casi total de lógica como conjunto.
Una sensación presente desde esa introducción con ecos de película espacial de nombre “Zarathustra” que parece querer enlazar con la (horrorosa) portada que afea el producto, y que se extiende a mediocridades del tipo de “Fan People”, “Ghosting”, ese experimento exótico que es “Jump In The Line”, “Dehumanised” o “Keep Dreaming”. Solo “Give Me Back My World”, el medio tiempo “Deadly Love” o la final “Ad Astra” (que sirve para dar título al producto) podrían salvarse de la quema, en un lote de indie-pop de guitarras y punk-pop poco inspirado, previsible y algo facilón.
Ash siguen siendo una banda con buen cartel que acumulan motivos suficientes para su respeto, pero “Ad Astra” es un patinazo en toda regla. Una referencia que, por momentos, raya cerca de la auto caricatura y palidece aún más si se compara con los grandes álbumes del grupo. Un trabajo que ni si quiera desde una óptica que apunte a la permisible madurez artística cabría dar de paso, si bien el carisma amasado por el grupo a lo largo de treinta años permite mantener la confianza deseando que su próxima entrega resulte redentora.
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