Decir que, hoy en día, hay un evento musical en España cuya longevidad comienza a acercarse a las cuatro décadas de vida es hablar de casos sumamente concretos como el del Purple Weekend Estrella Galicia. Y es que, tal como quedó demostrado entre el 5 y el 8 de diciembre en León, ‘Purple Weekend’ es ya una marca identificativa para con una forma de sentir la música ajena a los planteamientos clónicos en modo fastfood que condiciona a la mayoría de festivales de nuestro país. La excepción que confirma la regla a través de una forma de ofrecer a sus fieles un lugar de encuentro que va más allá de la programación de conciertos. En este caso, por medio un mercadillo vintage confeccionado con mucho mimo, al igual que las sesiones vespertinas celebradas en el Glam Theatre, donde se pudieron disfrutar de fiestas temáticas como la celebrada en torno al Northern Soul del domingo por la tarde. Detalles como estos subrayan una idea de retorno a los orígenes del festival, al mismo tiempo que se pudieron disfrutar de actuaciones de grupos como The Horrors, Drink The Sea o The Boo Radleys que consiguen abrir el radio de acción a una audiencia que este año agotó las entradas. Y, por supuesto, la chicha de todo: la música. Y de eso, hubo a mansalva y de todos los colores a lo largo de tres jornadas que invitaban a vivir una experiencia memorable.

The Horrors
El honor de inaugurar esta ambiciosa 36ª edición y la jornada del viernes recayó sobre los curtidos The Chevelles, que aterrizaban en León desde Australia para celebrar sus treinta y cinco años de carrera. Power-pop del de toda la vida que lucía la identidad adecuada para el evento, de manos de un grupo que, además de su veteranía (traducida en seguro de satisfacción), derrochó energía y actitud. Por su parte, The Molotovs desbordaron cualquier expectativa y despejaron la duda del hype a golpe de ímpetu ininterrumpido y acelerado. Un concierto sin respiro protagonizado por los jovencísimos Matthew Cartridge (17 años) y su hermana Issey (19 años), acompañados del batería Harry Castle. New wave, punk de los setenta y la alargada sombra de The Jam y Paul Weller bien interpretada, motivando el optimismo de cara al recambio generacional. El plato fuerte de la velada eran los también británicos The Horrors, quienes liderados por el espigado Faris Badwan aterrizaban con su última entrega, “Night Life” (25), bajo el brazo. La suya fue una actuación pretendidamente enigmática y oscura (demasiado para algunos y, sin embargo, de consecuencias embaucadoras para otros), trazada entre líneas densas que picoteaban de psicodelia, shoegaze, punk e incluso ribetes góticos. Una presencia de fuerte personalidad que, en cualquier caso, no dejó indiferente a nadie.

The Molotovs
Arrancaban la jornada del sábado los leoneses The Brators, encargados así mismo de la sesión vermú en base a una fórmula setentera de rock etéreo que funcionó de maravilla para calentar motores antes de la noche, con unos The Limboos que llegaron como sustitutos de última hora de The Spitfires, pero cuyo caleidoscopio rockanrollero de pura cepa impuso un brote de energía contagioso, en un set donde la pulsión latina y la vena power-pop emergieron en una actuación sobresaliente. La intensidad quedó amplificada a través de un Laurie Wright que hizo de su actitud salvaje el mejor aval para justificar su desbocada ración garage-rock. Una en la que primó una ejecución que llegó a recordar a un cruce entre The Sonics y los primeros Artic Monkeys. Tras la brutal descarga eléctrica invocada por el británico y su banda, llegó el momento de la delicatessen de la noche: un Nick Waterhouse (en la foto principal) cuya elegancia y estilo de candor cincuentero sembró la atmósfera de una preciosa historia cosida entre los bordes del rock & roll prehistórico y una paleta estilística donde soul, pop y rhythm & blues fluyeron con la magia de todo un Richard Hawley. En efecto, palabras mayores para rematar una noche sobresaliente.

Drink The Sea
El festival prosiguió con un domingo donde hubo para todos los gustos. Así, la jornada final fue inaugurada por unos Lie Detectors que hiceron del mediodía una hora ideal para empaparse de su poderosa invitación a hacernos creer que Radio Birdman surgieron hace unos años entre Donosti y Rentería. Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar, en horario de tarde y con The Peawees. Procedentes de Italia, y alabados por el mismísimo Rob Lind (de The Sonics) se hicieron con el público a base de pildorazos irresistibles de soul diseñado a base de mamporrazos punk. O cómo sonaría una versión rhythm ‘n’ blues de Hüsker Dü y que la mezcla cuaje de maravilla. Verlo para creerlo. Tras tan sorprendente actuación, llegó el momento del súper grupo Drink The Sea liderado por Peter Buck -guitarrista de R.E.M.-, y con miembros de Screaming Trees y Alvvays, entre otras delicias. Lo suyo fue una reivindicación de sus dos recientes LPs a través de un repertorio donde no faltó un antológico recuerdo a un clásico como “The One I Love” de la mítica banda de Athens. Hipnóticos, tribales y sobrados de sensibilidad, su pase por el festival sólo podría ser superado por una demostración como la que nos regalaron The Boo Radleys, quienes, incluso con un parón debido a fallo técnico, volvieron a demostrar por qué es el grupo que mereció reinar en la era Britpop. Su enfoque cromático del gen Beatles funcionó a las mil maravillas a través de un repertorio insuperable gracias a clásicos de los noventa como “Giant Steps” (93) y “C’Mon Kids” (96). Sin duda, el mejor broche final para una edición que marca un nuevo punto de partida para los próximos años, con una decidida apertura de miras, pero sin perder la esencia del alma mod que define la idiosincrasia de Purple Weekend Estrella Galicia.


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