Si toca en la provincia de al lado el que para ti es uno de los grandes grupos de rock'n roll de la actualidad, pues vas, y punto. Así planteé la escapada a Donosti del pasado lunes, como una oportunidad necesaria y única, al menos de momento. Porque los de Morón (ciudad de la provincia de Buenos Aires) acaban de salir por primera vez a Europa, a tocar en selectas ciudades de seis países, de Irlanda a Dinamarca, con nueve conciertos en total, cuatro de ellos en la península. Y la verdad es que ya era hora de que se les fuera conociendo por aquí.
El show comenzó de menos a más, primero con el sintetizador marcando el tempo y uniéndose poco a poco cada miembro, hasta alcanzar el clímax de rock electrónico de la enorme “Hondart”. Al público le costó al principio entrar del todo en el meollo del asunto y seguramente no ayudó que nadie de la banda hablara o saludara en ningún momento, aunque en realidad ya estaban comunicándose a través de la música, y a medida que sonaban las canciones, eso bastó. No les hizo falta tocar muchos de los nuevos temas, porque en realidad todo era novedad para nosotros, al menos en directo, pero de este reciente lanzamiento (que se llama “Quiero que lo que yo te diga sea un arma en tu arsenal”) destacaron “Sucio para jugar”, una rockera “Ingrid Grudke” o la distorsionada “Dr Faim”, con la que ya se notó al público caliente.
De los dos guitarristas, cantantes y compositores principales, la mayoría de temas los canta Ariel Mirabal y en el caso de Ricardo Morales atacó canciones como “En mi radar” (también del último álbum), “La cura (los chicos también lloran)”, de su primer disco, “Falsos reyes” o “Resurrección”. Otros momentos destacados llegaron con “Separados al nacer” —bajando la intensidad durante el estribillo y dejando que se mantuviera el groove a base de bombo y voz—, “680/680” o “¿Así que te gusta hacerte el Lou Reed?”, una canción que gritó alguien del público, y es que tomaron nota de varias de las peticiones y las cumplieron. “Fiesta en el ascensor”, una de las tonadas más cortas de la banda, fue extendida con un desarrollo instrumental central que incluso mejoró la original. También hubo larga mandanga instrumental en la potente “A.P.T. (American pro trucker)”, con los dos guitarristas explorando distintos caminos que confluirían en uno.
Hacia el final sonó “Dorado y púrpura”, uno de los grandes clásicos de su repertorio, coreado por muchos de los asistentes. Hablamos de clásico porque a pesar de haber pasado sólo dos años y medio desde que publicasen su primer álbum, ya cuentan con cuatro discos, perdón, discazos, de los que todo es aprovechable.
En su país están en lo más alto del underground (recientemente incluso han superado esa fase, tocando en grandes recintos, en alguna ocasión con shows de hasta cuatro horas) y esto explica que en la Dabadaba a medio llenar hubiese parte del público que era argentino, en algunos casos coreando cada tema como si no hubiera un mañana. Recorren el camino abierto por The Velvet Underground y continuado por Spaceman 3, The Jesus & Mary Chain o The Brian Jonestown Massacre, y añaden un chorrito del sonido Madchester, desarrollando a la vez un sonido propio que resulta irresistible. Tocaron durante dos horas y fue sin duda uno de los conciertos del año. Que vuelvan, y que la peña se entere.

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