Sangre, fuego y muerte
ConciertosWinds Of Agony

Sangre, fuego y muerte

8 / 10
David Sabaté — 16-05-2025
Empresa — Ad Arma!
Fecha — 10 mayo, 2025
Sala — Nau B1
Fotografía — Eduard Tuset

¿Un festival de metal extremo en el corazón del Vallés Oriental? Los milagros –o mejor dicho, la alineación de fuerzas oscuras– existen. Las primeras noticias sobre el Winds of Agony y el goteo de confirmaciones de su cartel generaron una excitación creciente en el underground del metal extremo local y de más allá, pero su lineup final ha superado todas las expectativas, situando la cita a la altura de los mejores festivales europeos del género. El sold out era solo cuestión de días.

Con todo, la primera edición del festival se ha saldado con un éxito rotundo, no solo por su calidad artística, sino también por la afluencia de público de distintos países, por la vibración y ambiente generales que se pudieron respirar durante sus dos jornadas, y por su localización, una infraestructura industrial que a unos cuantos nos transportó a las primeras ediciones del Beyond the Gates noruego o al holandés Roadburn. De acuerdo, en Granollers no hay fiordos ni trolls como en Bergen, pero el frío y la niebla de sus amaneceres son bien conocidos por los lugareños, y el Montseny –y su histórica tradición de misterios y leyendas– no queda tan lejos.

Viernes 9 de mayo de 2025

A las cinco de la tarde, los barceloneses Bocc dieron el pistoletazo de salida al festival. Bueno, más bien fue un bombardeo que ya no cesaría durante dos largos días. Su death doom corrosivo sonó como si fueran seis en vez de tres músicos, y su pulso crust y sludge subrayó la personalidad propia del trío. Un buen inicio, sin duda, que sorprendió a los metalheads venidos de más lejos.

Tras ellos se impuso el black metal, con Udûn manteniendo alto el listón, acelerando el tempo y con su amenazante vocalista luciendo armas varias, mientras que Trivax, originarios de Irán, apostaron por la teatralidad de Mayhem o Watain, añadiendo una capa de sangre a su corpsepaint y empalando cabezas de carnero y de cabra en su micrófonos.

Los holandeses Bad Omen marcaron un cambio de tercio con su heavy metal desenfrenado deudor de Venom, que insufló adrenalina y algo de oxígeno a la sala, cada vez más llena. Puntos a favor: que su cantante toque también la batería y un primer disco más que disfrutable, “Hell Returns”, publicado el año pasado, del que repasaron varios cortes.

Desde Canadá, Death Worship, con miembros de Blasphemy en sus filas, tomaron las riendas del festival con su violento cruce de war metal y black metal. En el escenario, protagonismo de los cinturones de balas; qué mejor atuendo cuando los títulos de tus EP’s no dejan margen para la duda, léase “Exterminaton Mass” o “End Times”.

Les siguieron Rippikoulu, conocidos, entre otras cosas, por ser la primera banda de death metal en cantar en finlandés. Su doom death, del que destacó especialmente el cantante Anssi Kartela, supuso otra variación de registro que el público acogió con los brazos abiertos y respeto máximo, como merece esta banda que, a pesar de contar con una trayectoria intermitente, se ha hecho un nombre como referente de la escena.

Y así llegamos a uno de los principales reclamos del festival, Blasphemy, los cabezas de cartel de la primera jornada. Más cinturones de balas, cadenas, granadas, máscaras antigás. Luces rojas. La batalla ante nuestros ojos. “War Command”, “Blasphemous Attack” y “Gods of War”, todas tres de su álbum homónimo dedicado a los dioses de la guerra, fueron el tridente elegido para abatir nuestras defensas. Ataque frontal y más y más munición. De “Blood Upon the Altar” a “Fallen Angel of Doom” o “Ritual”, los pioneros del war metal, de los que destacó Caller of the Storms a la guitarra y la voz desgarrada de Black Winds, repasaron buena parte de su trayectoria, protagonizando uno de los mejores conciertos del festival.

Tras ellos, los finlandeses Corpsessed y los germanos Stygian Temple no lo tuvieron fácil, viéndose obligados a lidiar con una audiencia menguante en vistas de la maratón prevista para el día siguiente. A pesar de ello, lograron sobreponerse a base de buen death y black metal y, en el caso de los primeros, de las tablas acumuladas durante casi dos décadas de carrera.

Sábado 10 de mayo de 2025

Para muchos, el sábado amaneció con resaca y dolor cervical. Lo mejor (y lo peor): aún quedaba mucha batalla por librar. Así que peregrinamos de nuevo hasta Granollers. Por el camino, ya fuera en el tren o en las calles de la ciudad, predominancia del negro, pulseras de tachuelas y cazadoras parcheadas con mil logos de bandas. Señales inequívocas, todas ellas, de que íbamos por el buen camino.

Ya en la sala, el black punk de Pvrgatorii y el black thrash de Atonement, ambos de Barcelona, nos despertó al instante. Los segundos alternaron medios tiempos con acelerones y cambios de ritmo, y su cantante bajó y subió del escenario en varias ocasiones para mezclarse con el público. Lóstregos recogieron su guante, y de qué manera. Los gallegos siguen ganando enteros en directo. También en su discografía, con un último álbum, “Nai”, que mejora, si cabe, su mezcla de black metal y mitología gallega, servida en temas largos salpicados de melodías celtas y dobles armonías de guitarra. Y como colofón, versión de “A Fine Day To Die” de Bathory. A tenor de los comentarios escuchados en las pausas entre bandas, gustaron mucho entre los asistentes foráneos.

Barbarian Swords salieron, como siempre, con actitud de sobras. Se sucedieron las guitarras arrastradas, los tempos dilatados, las avalanchas de ruido trepanante. Su cantante Pau Navarra se doblegó, agitó la cabeza, dio puñetazos al aire. Y tras cuatro trallazos letales, saludó amablemente: "Somos Barbarian Swords y os odiamos a todos, puta basura humana". Las cosas claras, por si alguien no había captado el nihilismo inherente a su black doom desafiante. Y siguieron los mensajes de amor: "Granollers, arde de una puta vez". Aunque no lo parezca, salimos ilesos.

Darvaza

A Darvaza ya les habíamos visto en otros festivales del continente, como el citado Beyond the Gates, o bien en la barcelonesa sala Wolf, y sabíamos que lo suyo era cosa seria, una experiencia en vivo cercana a la de unos Watain, aunque sin fuego ni rituales y con menos carga simbólica. No les hizo falta. Con el zumbido de moscas como hilo conductor entre temas, su apisonadora sonora nos arrolló. Una muralla de sonido imparable –esa sección rítmica, fundiendo dobles bombos machacones y blast beats– liderada por un Wraath con sobradas maneras de frontman que no dudó en subirse a la valla de seguridad para regurgitar versos sostenido por los brazos de las primeras filas. Black metal clásico con la dosis justa de épica.

Las tornas volvieron a cambiar con Dead Congregation, cuyo prólogo instrumental generó una calma tensa que anticipó la tormenta. Fue un mero espejismo. Instantes después se desató el caos a base de cambios de ritmo aplastantes, guitarras atonales y voces guturales. Plenamente confiados en su sólida propuesta, tan bruta como detallista, la banda tocó casi entero su primer disco, “Grave of the Archangels”, y su death metal visceral, espinoso, claustrofóbico, nos agarró bien del cuello. Artillería pesada.

Lejos de amilanarse, Aura Noir salieron al escenario envalentonados. Con un sonido igualmente demoledor que fue ganando volumen, combinaron desarrollos rápidos con ritmos trotantes y groove descarnado. “Black Thrash Attack”, “Conqueror”, “Unleash the Demon”, “Hell’s Fire”. Todas y cada una de sus piezas fueron coreografiadas por una marea de melenas y puños en alto que cubrieron la pista entera. Aggressor y Apollyon se alternaron al micrófono y su característica muralla de sonido culminó con una “Condor” brutal.

Y por fin llegó el momento más esperado para muchos de los presentes; la ocasión de ver por primera vez en directo a los finlandeses Beherit, banda de culto donde las haya dentro del black metal. Tras una asfixiante introducción de interferencias y ruidos electrónicos, el azul intenso y el humo artificial invadieron el escenario y ya no nos abandonarían en todo el concierto. Una frialdad nórdica que contrastó con la subida del termómetro en la sala. Un auténtico infierno helado. El sonido se tornó más atmosférico y los ritmos densos de “Black Arts” adquirieron la vibración de un mantra oscuro. En “Unholy Pagan Fire” el suelo se abrió bajo nuestros pies mientras la banda, apenas visible entre brumas azuladas, repasaba buena parte de su celebrado “Drawing Down the Moon”. Voces distorsionadas. Percusiones primitivas. Asomaron incluso crescendos de samples y sonidos en bucle que rayaron el drone. Una liturgia oscura y envolvente que nos atrapó sin remedio y que desató rayos y truenos en el exterior. El broche perfecto para un festival que nace con una fuerza arrolladora y que esperemos tenga continuidad, en Granollers o donde sea. Allí estaremos.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.