Apologismo del rockismo
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Apologismo del rockismo

8 / 10
Holden Fiasco — 06-11-2025
Fecha — 01 noviembre, 2025
Sala — Txiberri (Urduliz)
Fotografía — Jorge Skrainka

Yo no vi llamas en el frontón, pero si solo era una fogosa metáfora - tan habitual, por otra parte, en el rock and roll –entonces, sí: Txiberri sutan! La fiesta fue ardorosa y el rock and roll triunfó, hasta propagarse por toda la cancha y llegar al rebote, que no tiene, precisamente, este frontón, pero me entiendes.

Los primeros en salir en escena fueron The Clayton y se presentan con “Buffalo”. Todos los miembros de la banda salen conjuntados, con camiseta blanca, aunque el cantante se acompaña de chupa y un pañuelo al cuello. Ya en la primera canción, el vocalista de los Clayton, educado y aparentemente preocupado por nosotros, interactúa y saluda. Luego nos preguntará si vamos entrando en calor: “Berotzen ya?” Él dice que sí y a nadie le sorprende. Antes, el bajista intenta convencer a sus colegas de que dejen de cuidar el merchan y se acerquen a disfrutar del bolo: “Aimar, Asier, etorri hona mesedez!” Ni caso. Pero el caso es que colegas tienen en la primera fila. En “Gose dira”, el vocalista baja hasta la pista y abraza a unos y baila/choca con otros, mientras sus compañeros estiran una intro atmosférica sobre el escenario. En la misma canción, bajarán al suelo ambos guitarristas, fundiéndose con sus colegas, cada uno por una esquina. Todo esto para que pilles el ambiente que se creó, cómodo y hospitalario.

Otra característica principal del concierto fue la energía de su ejecución. La retahíla de aspavientos, saltos, gestos, escorzos, coreografías… es inabarcable. Ya en la primera, hay punteos al borde del escenario, duelo de guitarras, y el cantante empuja a uno que se le cruza. En “N-620”, los guitarras, encorvados, se buscan por la trinchera. El cantante, ya sin chamarra, se perfila y pone la mano en la rodilla cuando cantan apoyado en la proa mientras les toca “Aingurarik ez”. Se dispara con el micro en la cabeza. Se golpea el pecho. Aprieta la cara de su bajista. Tienen, eso es lo que estoy tratando de decir, un ardor entusiasta que puede hasta marear. Si intentas seguirles por el escenario, te van a parecer moléculas en medio de una fiesta cinética. Pero esto es así, ¿no? Esto es rock and roll y es lo que se espera. De hecho, el cantante se sorprende porque la gente no responde con tanta efusividad: “Creía que era un festi, rockero, tío”, murmura después de hacer el “Tick Tick Boom” de The Hives. No es la única versión, y, de hecho, las otras dos podrían completar su biografía corta si quieres saber quiénes son y qué música hacen: además de The Volcanics - que dedican a Javi Rubio por reconocerla - también se hacen lo que llaman “klasiko bat”, el “Johnny B. Goode” de Chuck Berry. Rock’n’roll, el lenguaje universal. Ya lo expresen en euskera, como en “Euripean”, o en inglés, como en “Let Loose”.

En “Kendu Gorbata”, la bacanal guitarrera, termina con los tres instrumentos de cuerda postrados de espaldas, venerando al batería. Mientras, el cantante da las gracias y se despide. Queda una épica “Zentzumenak Galtzeraino” y el final con Chuck Berry e “Inertzia”, mientras uno de los dos guitarristas se aventura tan lejos como hasta la línea de saque del frontón. Con buen sabor de boca, pero ganas de más, ya hay público congregado mientras los americanos andan probando sonido. Scott Luallen pide que no le pongan eco: “no reverb, no reverb”, repite.

Poco después, salen en hilera todos los Nine Pound Hammer. Lo hacen bajo el manto de la música del “Blue Moon” de Elvis Presley. Lidera a la cuadrilla un Blaine Cartwright que, desde el principio, hace algo que repetirá luego: ondean su gorra por encima de la cabeza, como un vaquero en un rodeo. Luallen pregunta si estamos listos: “You Ready?” Y casi no espera a que contestemos para sonreír: “Ok”. El repertorio es muy parecido a lo que se les ha visto en sus últimos conciertos. Comienzan a la yugular con “Rub Yer Daddy’s Lucky Belly”, “Skin a Buck”, “Feelin’ Kinda Froggy” o “Get the Hell off the Farm”. Luallen ya ha ido estableciendo su rol performativo: se azota el costado, aplaude, da las gracias e intenta interactuar.

Pregunta cómo se pronuncia Txiberri, apuntando a la pared lateral del frontón. Poco después, nos explica que “Stranded Outside Tater Knob” es una antigua canción de Kentucky. Cartwright vuelve a quitarse la gorra, pero le falta el “yeehaw”. El cantante está inquieto y aprovecha una canción que sobrepasa los límites del cowpunk para convertirse casi en himno. “Free at Last” la cantan cerca del público, yendo de esquina a esquina, mientras comparte micrófono y se sube a la valla para que le vea todo el mundo. Será la misma técnica que usará en “Redneck Romance”, narrativa y por momentos engañosamente reposada, para la que vuelve a bajar los peldaños e interactúa con el público. Esa conexión se consolida con “Run Fatboy Run”. En ésta, permanece arriba, pero pide palmas y se las damos y la gente se la sabe o la aprende rápido. Nos ayuda con la pronunciación en “Nobody Wants to Party with Me”, que aprovecha para presentar a la banda. Después de “When the Shit Goes Down”, practica el castellano con “Two Drunks Down”. Vuelven a Kentucky, si es que en algún momento se han ido, con “Shotgun in a Chevy” y Luallen azota repetidamente a Cartwright con su toalla negra, la misma que antes ha usado como un lazo sobre su cabeza y luego usará para dar aire a su bajista en “Ain’t Hurtin’ Nobody”.

El final es rotundo. Compaginan temas suyos y una versión que reconoce el público. Del “Rock’n’Roll Radio” de The Ramones pasan a cerrar con su popular “Long Gone Daddy”, poniéndole la guinda a una exposición muy eficaz de cómo se mezcla el country y el rock and roll. Llevan mucho en esto y están acostumbrados a hacerlo a destajo. Al fin y al cabo, llevan por bandera un nombre inspirado en aquella canción de Merle Travis sobre los sufrimientos de los mineros.

Creo que la primera de Nevadah, en inglés, es “Scream It Out Loud”. Colocados en línea al frente del escenario - excepto el batería, claro – el cantante va chocando con los mástiles de sus compañeros. El repertorio lo ciñen a su nuevo disco, “Outta Time”, del que caerán canciones como “Hopeless Generation”, la pegadiza “Sinner” u “Oin ez”, en euskera. Cantan en los dos idiomas, y cantan con la misma efusividad con la que elevan el concepto del high energy y el glam rock hasta hacerlo una explosión continuada. Dicen que van a meter caña a ver si bajan el marmitako que se han comido, y prácticamente lo regurgitan.

No llevamos mucho, cuando el cantante ya está en la valla. Su guitarrista hace cuernos y el frontón huele a pollo asado. Creo que reconozco “We’re Coming to You” y ya se ha internado por la espesura del público. Al regresar, cae rendido al suelo, acompañado de sus dos guitarristas. El de nuestra izquierda se explaya en los coros e imprime volumen. El otro se luce en los riffs y los punteos. Uno de ellos, que recuerda a The Who, le sirve para plantarse en el frontis del escenario y arrancar una “Last Train Home” que les queda épica y arrolladora. Es difícil destacar algo en el final porque todo el desarrollo ha sido igual de explosivo y climático. “Mare”, en este tramo final, es un buen ejemplo. El bajista se sube a la plataforma del batería, el cantante se retuerce como Neo para evitar las balas. Uno de los guitarristas se pasea por todo el frontón, alargando un solo que ejecuta con la guitarra sobre la chepa. Todos quedan congelados, un momento, esperando el estruendo final que colma la canción.

Y, finalmente, cierran el festival, a una hora prudencial, los barakaldeses Porco Bravo. Si Cartwright salía agitando su gorra de béisbol, Asier Indomable lo hace con su toalla, Gelo nos muestra la bufanda del Baraka, Manu ondea la bandera, Óscar se coloca tras su set en silencio y Félix Landa, nuevo guitarrista de la banda, hace cuernos que convierte en dentadura, al más puro estilo grooo!!! Se lanzan a por ello en compañía, cantando “Contigo”. Y, de la misma, siguen con “Mírame”. Antes, saludan: “Gabon Sopela!” Casi no han empezado y Manu el Gallego ya está saltando desde el bombo de su baterista, como en aquella fotografía de Kepa Garro. Para qué se van a andar con medias tintas, la sangre ya hierve desde el principio. A Félix Landa no se le mueven las gafas de sol de la cabeza. Hasta que él mismo se las baja. Manu lleva camiseta de Nevadah pero luego se queda sin mangas y se convierte en una de Another Freak Production!!, y uno de los fundadores andaba entre el público. Entre el público, también está Kapi Guarrotxena, hasta hace poco, guitarrista de la banda, y del que hablaremos después. Manuel, tan mordaz como siempre, anuncia que están muy contentos de estar en el Javi Rubio Fest, y es que aquí se hizo otra foto histórica que le tuvo a él como protagonista.

Tras “Lasciva” llega “Al despertar”. Manu ya ha probado el suelo. Un tío en primera fila, bastante afectado, se ha rasgado la camiseta del “Somos” y la ha tirado al escenario. Manu la coge al vuelo, y se la coloca sobre el hombro. Al tenerlo tan cerca, vemos cómo Gelo estrangula sus coros. Con rabia, añade algún hijodeputa de más. Detalles que, de lejos, no se ven. Igual que cuando vemos a Asier apretar el puño de su mano, la que rasguea, después de un frenesí en “Donante”. Nosotros nos fijamos en eso, pero su cantante se fija en todo. Sin extenderse, nos hará saber que hay gente que ha venido de Asturias; que, en el Txiberri, dieron su segundo bolo; que Currito se ha casado y le ha organizado la boda su ex; que hay uno que va descalzo todo el año... También, por supuesto, nos pincha porque no gritamos grooo!!! con ganas: “Esto parece España, eh, Gelo”; o porque alguien se excede al mantenerlo horizontal sobre las cabezas del público: “No respetáis nada. Ya no hay bengala, pero hay alguno metiendo el dedo por el culo”.

El repertorio es macizo y sin concesiones: “En el mismo sitio”, “Corre”, “Se quema”, la ya mencionada “Donante” o la reciente “De cristal”. En “Nunca pasa nada” – pero “Menos mal que está Staff”, añade Manu – el cantante de los Porco Bravo se lanza al público desde un lateral. Pide egurre! mientras da palmas, saca sonido a su panza golpeándose con el micro, y apunta hacia donde estamos nosotros cuando agradece que alguno y alguna hayan elegido este bolo en lugar de ir a despedir a La Excavadora. Poco después, canta “Brindaremos juntos”, haciendo ese juego de sombras con la bandera. Es decir, canta Pulpo. También consigue espantarnos. “Motel” se convierte en el escenario de una película de miedo cuando la luz permite que veamos cómo cae la pelambrera púbica que se ha arrancado en ese momento. En otro, se decora los pezones con dos pinzas para hielo mientras le dice a su hermana – abajo, entre el público - que van a hacer un orgasmo.

Un tramo del concierto lo protagoniza Kapi Guarrotxena, quien ocupa el lugar de Félix Landa en el trienio que forman “El cazador”, “Me declaro culpable” y “Lemmy”. Antes, Manuel, ya nos ha explicado los problemas físicos que ha tenido el nuevo guitarrista de la banda y como el antiguo ha vuelto a echarles un cable. Mientras Kapi parece disfrutar en su esquina, a su cantante le da tiempo a hacer equilibrismo por la valla, modificar su grito de guerra con personajes de películas infantiles, darse el lote con Asier Indomable y, sobre todo, repartir bourbon por las primeras filas. Su última actividad durante este tramo, al que le podríamos añadir el epílogo de “Tic-tac”, es su mesiánica técnica de Moisés, dividiendo el mar de público en dos mitades. Esta vez, no le queda tan lucido como en otras ocasiones, pero el pogo ocurre y, cuando sube, nos aplaude por haber hecho “apologismo del porquismo”. Gracias, porque, de paso, nos regala la inspiración para el título de esta crónica. Termina cantándole a la zona inguinal de su bajista. Lanza un “Gora Palestina” en “No sé”, y, con “Puto amor”, nos pide que nos agachemos, que, si no lo hacemos, seremos sionistas y votantes de Vox. Todo el mundo se agacha. En un largo parlamento, recuerda a las mujeres que han levantado la hostelería, normalmente en silencio o dentro de los locales, sin que se las vea ni se las reconozca.

La traca final incluye doble pirotecnia. “¡Somos, fuimos y seremos!” eleva con su épica melódica, y la pólvora arde del todo con el habitual cierre inflamado al que invita “Eléctrica actitud”. Por supuesto, hay tabla de surf, que surca la cancha del frontón, dejando, más que espuma sobre las olas, una frase maravillosa: “la punta se está cayendo, julais”, le grita Manuel a la peña que hace de Arquímedes. No va muy lejos ni alargan un tema que hace la función de tirabuzón final para un bolo efervescente, como todos los que dan Porco Bravo. Tanto, que la gente pedía más. Y no hubo. Gelo lo explicó con sucinta claridad: “No hemos hecho un bis en la puta vida, ni lo volveremos a hacer”. Manuel lo rubrica: “El bis es para cobardes”.

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