Después de ver por enésima vez a Ramón Rodríguez –aka The New Raemon– resulta complicado no lanzar al aire la cuestión acerca de si el barcelonés será capaz de ofrecer lo que vendría siendo admitido como un mal concierto. Lo cierto es que el reencuentro con el músico tiende a resultar siempre un cúmulo de sensaciones familiares y sentimientos emocionantes amparados en torno a sus bonitas y melancólicas canciones, independientemente de unas hechuras que han ido mutando a lo largo de los años al tiempo de adaptarse a las circunstancias. En este caso, The New Raemon llegó acompañado de su hija Leia Rodríguez –aka Leia Destruye (de Mourn)–, simbiosis que, en la práctica, funcionó a la perfección, ofertando de paso una lectura ligeramente matizada de aquellas piezas bien conocidas.
Un formato cercano al acústico en el que ella aporta limpias pero palpables líneas de bajo y favorecedores pespuntes tras el micro, mientras que él puntea en la guitarra y, por supuesto, entona esas composiciones que después de decenas y decenas de escuchas mantienen el calado. The New Raemon ya no ampara la interpretación en aquella imponente voz que antaño parecía guiar sus directos, apostando ahora por tonos más bajos, en una especie de relectura de mayor delicadeza global que relega la potencia más evidente a un recurso con el que rematar en momentos puntuales. Un concierto rehogado con buenas dosis de esa conversación que el catalán también suele regalar a su público, en este caso bien acomodado en las sillas de una sala tan acogedora como es La Cueva del Jazz en Vivo. Una cháchara que en otros casos bien podría romper la magia, pero que en boca de Ramón Rodríguez resulta sita entre lo interesante y lo divertido, incluyendo no pocas confesiones sobre el mismo origen del cancionero.
Una secuencia repartida entre canciones de ese “Nuevos bosques” (Cielos Estrellados, 24) lanzado recientemente junto a otro imprescindible como es Ricardo Lezón (de McEnroe) –“Amor mío”, “El saltillo”, “Triste como un muro”– y clásicos impagables del repertorio (y del pop patrio) del tipo de “La cafetera”, “Reina del Amazonas”, “Oh, Rompehielos”, la consabida versión del “Te debo un baile” de Nueva Vulcano, “Sucedáneos” o “El refugio de Supermán” ejerciendo como cierre. The New Raemon volvió a cumplir (esta vez apoyado en la inestimable colaboración de Leia) con un cometido que parece no ser otro que transformar hora y media de una triste noche de jueves en confortable repaso por ese catálogo al que siempre procede regresar. Hasta la próxima, Don Ramón.

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