THE DOORS OF THE 21ST CENTURY

Lo mejor de los Doors fueron los Doors. Es decir: Ray Manzarek y Robby Krieger, los supervivientes de la mítica banda de los sesenta que se han embarcado en el proyecto de resucitar sus canciones sobre un escenario en la voz de Ian Astbury, antes en The Cult y The Holy Barbarians. Rebautizados como The Doors Of The 21st Century por problemas legales con el batería John Densmore, que no participa en el experimento, abrieron su gira europea en Benidorm. Un concierto así no puede ser otra cosa que una sucesión de hits inmortales. Desde un gran inicio con “Roadhouse Blues” se pasó a “Break On Through” y así un temazo tras otro. Uno de los grandes momentos de la noche fue la interpretación de “Five To One”, aderezada con imágenes de guerrilla urbana. Quizá sea éste el himno más incendiario de una banda que siempre estuvo comprometida con su tiempo y echó pestes en su momento de la guerra de Vietnam tanto como las echa ahora de la invasión de Irak. Esta coherencia de Krieger y Manzarek con su música y su legado y la exhibición sobre las tablas de su merecida fama de virtuosos instrumentistas compensaron los excesos escénicos de Ian Astbury, empeñado en ser más Morrison que Morrison, pero quedándose siempre en la cáscara y en la caricatura fácil y barata. El gran reto de este regreso era dejar atrás el mito de Jim Morrison sin perderle el respeto, algo a priori poco menos que imposible y que, en efecto, no se ha conseguido. La sombra del Rey Lagarto es alargada y les acompañará siempre. La gracia era escuchar en directo el repertorio de The Doors y ahí sí que triunfaron, especialmente en el bis, en el que Manzarek y Krieger se quedaron solos en el escenario interpretando un “Light My Fire” al borde del paroxismo. Ejercicio de nostalgia, sí, pero digno. En ese sentido, no se les pedía más.