A medio gas

La trilogía de “PO2054AZ” de Sen Senra llegaba a Galicia rodeada de una expectación notable. No solo por ser una de las pocas fechas programadas para el cierre de gira, sino por ser la única cita en casa. Una noche planteada en tres actos, en la que Sen Senra se propuso escenificar sus trabajos más personales hasta la fecha, dejando también espacio para algunas de sus más aclamadas canciones previas. Nostalgia y emoción no faltaron, ni tampoco un público entregado que coreó buena parte del repertorio. Sin embargo, ese clima de comunión no consiguió disimular las carencias de una propuesta tan ambiciosa en lo conceptual como irregular en su desarrollo escénico.

Dos horas y media que comenzaron con un carrusel de imágenes y un audio de su abuela, tras lo que siguió cierta sensación global de estar asistiendo a un quiero y no puedo. La propuesta escénica y musical giraba completamente alrededor del autor, buscando esa conexión sentimental con su público. Durante parte del concierto, Sen Senra se mostró solo en el escenario, acompañado en ocasiones por un cuerpo de baile que buscaba escenificar con movimientos aquello que emergía de la boca del gallego. También destacar la presencia de Tania Caamaño, demostrando ser una de las mejores voces de Galicia, así como la compañía de Juan Habichuela a la guitarra en tres temas.

Esos instantes, junto con un puñado más, fueron los únicos en donde la música en directo se hizo sentir presente. Aunque es cierto que la ausencia de banda no resulta del todo criticable, también es verdad que la propuesta musical de Senra se presta a un acompañamiento más orgánico y capaz de insuflar vida y emoción a tan personales composiciones. La presencia de voces pregrabadas en muchos momentos, así como la de colaboraciones enlatadas como la de Aitana acentuaron aún más esa sensación de distancia.

El concierto resultó salvable gracias a que varias de sus canciones funcionan muy bien en directo, tanto con baile como con la emoción como objetivos. Y, en ambos casos, el público ayudó. Pero por momentos faltó ritmo, como si el espectáculo no terminase de arrancar. La situación no mejoró con los cambios de escenografía entre los tres actos: largos minutos acompañados de música lo-fi que rompían cualquier intento de mantener la atmósfera.

Con todo, fue en el tramo final en donde todo pareció encajar. La interpretación de “Pa Diante” desató la locura, y el cierre con “La belleza” y “Hasta el fondo” puso fin a la noche. Sen Senra se mostró agradecido, y compartió cuánto le había cambiado este viaje musical de tres años materializado en decenas de canciones. Cuando terminó, entre aplausos y vítores, una de las paredes de madera de la escenografía mostró la inscripción: “Por los siglos de los siglos”. Toda una declaración de intenciones.

Más allá de cualquier interpretación, quedó claro que la figura de Sen Senra ha trascendido entre un buen número de fieles. Queda la incógnita de lo que seguirá. Tras tres años de viaje, tres volúmenes y un buen puñado de canciones, el gallego se despide de esta trilogía dejando un rastro de emociones, fidelidades y recuerdos compartidos. La semilla está plantada, y aunque el espectáculo no alcanzase todo aquellos que se le presumía, queda la sensación de que su música seguirá creciendo en la memoria de quienes, en esa noche, acompañaron al protagonista.