La histórica sala madrileña era el escenario ideal para que la banda bilbaína presentara su segundo álbum “Tóxico”. No Quiero reúne a varios músicos y profesionales experimentados de aquella escena. Practican un híbrido entre power pop y rock de los noventa y primeros dos mil, con guiños a bandas históricas variadas y una atención especial a los estribillos coreables y unas guitarras que oscilan entre la contundencia y la exquisitez.
La voz de Gaby Salaverry y la solvencia instrumental de su viejo camarada en Los Nabos Antón Uribe (teclados, voz), Alberto Macías (guitarra y producción), Blas Fernández (batería), Javi Quintana (guitarra) y Mario Gutiérrez (bajo) son la base de un proyecto con sabor old school. Ellos reivindican su solidez en un segundo trabajo de sonido más cercano a su directo.
Lo que iba a ser un divertimento puntual plasmado en el debut “Monterey” -lanzado en 2021-, que vino acompañado por un sorprendente apoyo audiovisual en forma de vídeos de excelente factura, se ha prolongado. La banda presentó sus credenciales en la exigente sala madrileña. No son otras que un directo muy solvente y trabajado. Siguiendo la noble tradición de las bandas norteñas, el grupo funciona como un reloj: cada parte suma, y además cuenta con el inestimable apoyo de un técnico de sonido que sacó lo mejor de la acústica de El Sol.
El vocalista se mostró agradecido en repetidas ocasiones, y prometió derrochar una energía que desplegaron con creces: incluso se permitió el lujo de darse algún paseo entre el público gracias al micrófono inalámbrico.
Canciones como “Ficción” o “Amarillo” lanzan pullas a miserias recientes como la pandemia -momento oscuro en el que, sin embargo, nació el grupo- o el sensacionalismo que lastra a la prensa. Pero también tratan los laberínticos asuntos del corazón en temas vibrantes como “Mentiras” o “Tóxico”.
Los estribillos, enérgicos e inspirados, son el elemento crucial del repertorio de un sexteto que ha venido creciendo de forma inesperada, hasta convertirse en algo más que un divertimento de amigos. Los que se acercaron a verles hasta el final -sin bis, ni falta que hacía- se lo pasaron en grande. Al final, no lo olvidemos, es de lo que se trata con todas las variedades del rock and roll.

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