Ritual Sonoro en San Pedro
ConciertosMugacu Fest

Ritual Sonoro en San Pedro

8 / 10
Chema Maestre — 02-07-2025
Fecha — 27 junio, 2025
Sala — Ruinas de la Iglesia de San Pedro, Viana
Fotografía — Chema Maestre

El Mugacu Fest se ha afianzado como una de las citas culturales más esperadas del verano navarro. En esta séptima edición, celebrada del 27 al 29 de junio, el festival volvió a desplegar todo su potencial con una propuesta que trasciende lo puramente musical: una combinación vibrante de conciertos, actividades culturales, gastronomía local y patrimonio, todo enmarcado en el incomparable entorno de las Ruinas de San Pedro. Aunque sin cifras oficiales todavía, el ambiente y la participación popular reafirman el éxito de una propuesta ya consolidada. La entrada del viernes fue correcta, con un flujo constante de asistentes, pero fue el sábado cuando el cartel de "sold out" colgó oficialmente y el ambiente se volvió mucho más intenso en todos los rincones del festival.

La programación del viernes arrancó con fuerza desde primera hora de la tarde en los Jardines de Serrat, donde se celebraron varias actuaciones paralelas que sirvieron de aperitivo perfecto para la jornada. Allí, entre árboles y buen ambiente, sonaron las primeras notas del festival, marcando el tono relajado y acogedor con el que arrancó esta nueva edición. La apertura musical en el escenario principal corrió a cargo de Kbless, artista navarra seleccionada a través del programa de apoyo a la creación emergente de la Navarra Music Commission. Acompañada por Ainhoa Carrera, responsable de las programaciones electrónicas y del componente visual y corporal del show, Kbless fusionó reggae urbano, beats digitales y momentos de intimidad sonora. Su propuesta, a medio camino entre lo experimental y lo emocional, conectó con el público con naturalidad y convicción, dejando claro que lo suyo va mucho más allá de la anécdota local.

A las 22:30 llegó uno de los platos fuertes: Zahara presentó su gira "Lento Ternura" con una puesta en escena sobria, magnética y profundamente teatral. El concierto comenzó con dos canciones de su último disco: "Formentera", con la que Zahara apareció sobre el escenario luciendo un tutú azul y cantando con intensidad dramática los versos “¿Ves? Aún sigo hablando en plural / Como si no hubiese aprendido nada de la soledad”, acompañada por el eco emocional del público. Le siguió "Yo solo quería escribir una canción de amor", ilustrada en pantalla con imágenes ardiendo al ritmo de los versos: “Que se hunda Madrid, que arda en el infierno / Que yo me quedo aquí contigo / En este fin del mundo, contigo”. La rabia se apoderó de Zahara durante "MERICHANE", momento en el que aparecieron sus dos bailarinas en una atmósfera roja cargada de coreografía y furia contenida. Luego vino el rencor de "TAYLOR", seguido de un discurso donde la cantante definió el festival como una auténtica maravilla. Zahara dio paso entonces a la parte más íntima del espectáculo entrando en el policlín que aparece en la portada de "Lento ternura", convertido aquí en símbolo de refugio y espacio seguro. Desde su interior interpretó una emotiva versión de "Con las ganas", que paralizó al público por su honestidad escénica.

Ya sin el tutú, y luciendo un pantalón corto, Zahara inició la recta final del concierto con el tramo más enérgico: "Demasiadas canciones", un solo de baile con "Hoy la bestia cena en casa" y un intermedio ravero y apocalíptico de más de cinco minutos dentro de "berlin U5", cerraron una actuación que no dejó indiferente a nadie. Sin ánimo de sentar cátedra, no parece exagerado definir a Zahara como una de las artistas españolas más atrevidas y completas en directo. El cierre del viernes lo puso We Are Not DJs, encargados de mantener el ritmo hasta entrada la madrugada.

El sábado comenzó con un completo programa de actividades paralelas que incluyó showcookings, catas, visitas guiadas, zona infantil, teatro y cine. La oferta cultural de día reforzó la identidad multidisciplinar del festival y permitió a los asistentes disfrutar de Viana desde diferentes ángulos. Hay conciertos que no necesitan presentación porque se construyen desde el primer compás. El de Carlos Ares fue uno de esos. No hizo falta calentar motores: desde el arranque, con una puesta en escena sobria y envolvente, la banda entró en bloque y él llevó la voz al frente sin artificios. Lo suyo no es solo pop con raíz, ni folk electrónico, ni etiqueta fácil. Lo suyo es emoción milimétrica. Cada arreglo, cada pausa, cada palabra está pensada para sostener algo más grande que una canción: un clima, un universo íntimo. Ares presentó un repertorio que combinó temas de sus dos discos publicados, "Peregrino" y "La boca del lobo", mostrando así las distintas caras de su propuesta: la más introspectiva y lírica, junto a otra más rítmica y contemporánea.

A mitad del concierto, cuando ya tenía al público completamente entregado, llegó uno de los momentos más especiales: "Materia prestada", su canción inspirada en "Pájaros de barro". No fue una versión al uso, sino una reinterpretación sincera, con el espíritu de Manolo García, pero con voz propia. El público, en silencio absoluto, supo que aquello era otra cosa. Ares no estuvo solo. Su banda —Mikaela al violín, pandereta y sartén; Begut y Marcos Cao a las guitarras y voces; Sergio Delgado Castillo al piano; Antonio Tamargo al bajo y Christian Delgado a la batería— sostuvo con precisión y calidez un repertorio exigente, lleno de matices. Compactos, sobrios, sin pasarse de rosca: al servicio de la emoción. Desde la primera nota, Carlos Ares nos llevó directo a la boca del lobo; nos arrastró a su propia tormenta de belleza y desgarro.

A las 23:30 fue el turno de Carlos Sadness, que apareció con sombrero vaquero blanco y ukelele eléctrico a juego. Apenas diez días después de actuar en las Noches del Botánico en Madrid, el artista volvió a desplegar en Viana su universo de pop luminoso, frases pegajosas y tropicalismo emocional. Su repertorio —con temas como "Amor papaya", "Te quiero un poco", "Que electricidad" o "Todo estaba bien"— funcionó como un antídoto festivo en la noche navarra. Sadness sabe conectar con su público sin recurrir a grandes artificios: basta su actitud cercana, sus historias pequeñas y la cadencia amable de sus canciones. Fue una actuación que no pretendía cambiar el mundo, pero sí hacerlo más habitable durante una hora. Un concierto que se baila, se corea y se recuerda con una sonrisa.

Sexy Zebras cerraron la jornada a la 1:30 con una actuación brutal y sin concesiones. Guitarras al máximo, actitud punk y pogo generalizado entre las primeras filas. Su directo, crudo y efectivo, puso el broche perfecto a una jornada de contrastes sonoros y energía colectiva. A continuación, la sesión de Discodelia mantuvo el pulso de la madrugada para los incondicionales del baile.

El Mugacu Fest ha vuelto a demostrar que no hacen falta grandes cifras ni carteles masivos para crear una experiencia memorable. Su formato cercano y cuidado, su apuesta por el talento emergente y su capacidad de integrar la cultura en todas sus formas en un entorno patrimonial único, lo convierten en uno de los festivales más singulares del norte peninsular. Desde la calidez local de Kbless hasta la descarga sin frenos de Sexy Zebras, pasando por momentos tan emotivos como los de Carlos Ares o la propuesta escénica de Zahara, esta edición 2025 ha sabido equilibrar diversidad, calidad y emoción a partes iguales. Una cita que crece, pero sin perder su esencia.

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