Nuevo simulacro de verano eterno en uno de nuestros oasis sonoros preferidos, el Monkey chico, el del Puerto, Monkey Weekend Son Estrella Galicia. El hermano pequeño que vio irse a su hermano mayor a Sevilla y que, tras nueve ediciones en la capital hispalense, este próximo noviembre (20, 21 y 22) volverá a casa, por lo que la celebración que nos ocupa es por partida doble en tierras gaditanas de monetas y monetes, presente y futura.
Viernes de cantes malditos, puertas por cerrar y por abrir
No podíamos faltar, pero estuvimos literalmente a punto. Tras dos aviones y un cambio de tren por problemas técnicos de última hora, justo cuando íbamos a salir hacia el “Puerto de Santa María”, sentados ya en el que creíamos nuestro vagón… El luminoso interior nos recuerda nuestro sorprendente destino: Jaén. Era nuestro andén, pero habían dividido el tren en dos y nos habíamos montado en la mitad equivocada. Nos bajamos con la agilidad de un maestro ninja y saltamos casi en marcha a los vagones que, ahora sí, iban en dirección a Cádiz. Y aunque de pura suerte no llegamos a partir hacia los mares de olivares jienenses, casualidades del destino, de esas tierras de aceituneros altivos son la parte más pantanosa del proyecto encargado de dar el pistoletazo de salida al festival este año, Cantes Malditos, con el ubetense Pedro de Dios a la cabeza (mitad de Guadalupe Plata) llevando el pulso blues y fronterizo a la guitarra eléctrica; y, por otro lado, y fundiendo a la perfección, el cante jondo a cuenta de la garganta de bronce y fragua al rojo vivo de Antonio Fernández, bien arropados al latido rítmico por bajo y batería. Así, tras los primeros reencuentros, besos y abrazos de rigor, con el patio interior del Castillo de San Marcos (maravilla de escenario made in Monkey) hasta la bandera, comienza el exorcismo sónico y el hermanamiento entre blues y flamenco, rezumando a cada quejío y a cada aullido de guitarra una resplandeciente oscuridad que nos atrapa de principio a fin. La parca y bandadas de cuervos negros sobrevolando el castillo, cante a cante, con un Antonio Fernández al que le sabe la boca a sangre, abriéndose en canal en cada interpretación, como si fuera la última noche en la Tierra. Del “Yo quisiera renegar” de la Niña de los Peines, a esos versos dolientes “Ay, como me duele el alma / desde que te fuiste de la vera mía…”, de la hipnótica y sobrecogedora “La Zambra”, por la que volveríamos a cruzar el atlántico, volando o a nado, con Perico haciendo magia negra a la eléctrica, arañándonos a fuego lento, poseído por el espíritu de Niño Miguel, Sabicas o Diego del Gastor, con regusto a sonidos de Anatolia en su remate final; mientras, Antonio “llora como un niño” y nosotros con él, rematándonos con esa letrilla popular y anónima que reabre heridas, rosas y espinas eternas, que Enrique Morente cantaba como nadie: “Hasta los raíles del tren / me hacen llorar, / tan cerca el uno del otro / cómo quisieran, quisieran… / se alargan / y no se pueden juntar”. No hay respiro posible y el cuarteto sigue desgranando su homónimo “Cantes malditos” (24), sudando azufre y pavesas a cada martillazo de oscuridad en el yunque invisible de un show que tardaremos en olvidar, alcanzando dos cumbres más por fandangos en “Pa ese coche fúnebre” y con la terrible y trágica belleza de “La hija de Juan Simón”, de nuevo el corazón en la boca en una milonga fúnebre con la que erizan hasta los muros de piedra del castillo.
A esa “alma triste, muy triste, / de noche y de día” que cantaba Antonio Fernández, le inyectamos sobredosis de alegría a base de cervecitas, tortillitas de camarones y chicharrones de atún (Puerto Santa María y Peña del Nitri rules), más la doble sesión que nos queda entre almenas, primeros los siempre infalibles Chaqueta de Chándal (a los que llegamos en su recta final, las papas aliñá tienen la culpa), sacándole brillo a su último “Flema eterna” (24), “Tamagotchi Antisistema” en llamas y el público ya en combustión continua, con un “A moderno resabiado no le mires el dentado” como clímax, que le dedicamos a los/as modernos/as creciditos/as y maleducados/as que no paraban de hablar a grito pelao en las primeras filas del concierto de apertura.

Y si hay una banda a batir que maneja el humor y la ironía como nadie, cóctel molotov de surrealismo y nihilismo berlanguiano en vena, además de poseer una pegada cada vez más potente en directo, esa es Parquesvr. Fiesta y alegría a borbotones, se ponen por delante en el partido en pocos segundos, capitaneados por el incombustible Javi Ferrara, showman maradoniano, camiseta del Nápoles con el 10 a la espalda incluida, envolviéndonos en una balacera de hits sin fin. Tormenta de sintes al poder y estribillos ultra pegadizos y desternillantes sin pausa: De una “Tu nombre es una puerta por cerrar” a quemarropa que impacta en el lado izquierdo del pecho, a la muy coreada “Juancarlista”, con invitado de lujo a los coros en el escenario, Miguelito García (Derby Motoreta’s Burrito Kachimba), pasando por el acabose de sí, estamos todos, siento decírtelo, “Todos menos tú”, con Fer de Camellos echando más madera al fuego. No faltan las geniales locuras de “Almodóvor Amenábor”, la sabrosura afilada de “Pero” y el seísmo final con la siempre ganadora “Lance Armstrong”.
La fiesta continúa en las Bodegas Caballero, after/rave que desembocará incluso en abordaje e intento de resucitar al Vaporcito, pero nos descolgamos del pelotón e iniciamos retirada.
Sábado de ángeles caídos, mundo turbio y batalla vencida
Sale el sol y no tardamos en, pasando el mediodía, desayunar vermut y luz de las entrañas de uno de los cancioneros más singulares del pop-rock patrio de las casi cuatro últimas décadas. Como uno de los ángeles caídos de la mítica película de Wim Wenders, “el cielo sobre El Puerto de Santa María” y aparece ante nosotros, en el patio del mágico Museo Arqueológico “El Hospitalito”, nuestro Nick Cave/Lou Reed albaceteño particular, Ángel Turbio o Fernando Alfaro. Con su aún humeante novela punk Mundo Turbio (24) bajo las alas, nos regala un sincero show gourmet abierto en canal, recorriendo el costumbrismo de sus páginas y de lo más granado de su discografía; de la personalísima crudeza de Surfin’ Bichos a Chucho, filtrado por el Alfaro desnudo de Sangre en los surcos (18), acústica en mano y a tumba abierta. Así, poco a poco, bajo un sol que comienza a abrazar y abrasar (una sombrilla/toldito que no rompa mucho la estética del lugar, para próximas ediciones no estaría nada mal, sobre todo para que los artistas no terminen fritos), Alfaro nos sumerge en su imaginario de amor, amistad, heridas, sexo, drogas, delincuencia, “santos mártires yonquis” (como cantaría esa alma gemela donostiarra, nuestro añorado Berrio) y rock & roll. De “El rey del pegamento” a “Mi anestesia”, pasando por “Ricardo ardiendo”, recuerdos con “Sangre en los surcos” y “Mi refugio” entre las olas del mar… Con pena, pero el corazón contento y la promesa de volver en la recta final (putada de solape), nos desdoblamos y vamos en busca del otro ángel caído de la jornada, nuestro querido Fajardo que, con esa descarnada poética que le fluye por su privilegiada garganta y una acústica que parece ser una prolongación de sus brazos, roja y negra lava corriéndole por las venas, tiene a la Peña Flamenca “El Nitri”, llena a reventar, en silencio total, con los ojos como platos y un pellizco colectivo en el pecho que se mantiene en el tiempo, en una actuación que, si te perdiste, ojalá tengas muy pronto la oportunidad de presenciar y sentir para siempre en tus carnes. “Todas las sílabas / nos dejan sin nada más /que decir…”, así nos deja Fajardo en cada fraseo, en cada susurro, en cada verso cincelado en el aire, quejío a quejío. Y el sol no se esconde, acude al canto y la luz se derrama por los ventanales de la peña y hasta los potos, más verdes y llenos de vida que nunca, trepan al son que marca José por sus “Mil muros”, seguido de esos “dos pájaros en un almendro” que, irremediablemente, me recuerdan a “los besos que tú me dabas”, verdiales enamorados (Morente bajo las alas) y folclore majorero que se hermana a la perfección. “Sobran palabras, no hay metas, sí abrazos” y seguimos las instrucciones: “Sentarse a escuchar, / contemplar / el milagro”. Una “Deidad” que corta la respiración y, de ese maravilloso Trecho (24) al natural que no nos cansamos de recomendar, una interpretación a corazón abierto de “Volcán” tras la que, si se hubiera acabado el mundo, a nadie le habría sorprendido. No faltó ese inicio que ya te atrapa y no te suelta, a capella, en pie y golpes en el pecho, cantos de los cabreros de Fuerteventura, y, claro, esa indiscutible joya de la corona, “Batalla vencida” que, para la ocasión, adapta la letra con guiño sanador: “Vámonos a la Peña El Nitri a reír, mata esta fatiga. / Y el dolor se desvanecerá…”. Y se desvaneció.
Penúltimo brindis en una buena mesa de amigos, tortillita de camarones bajo la lengua y a desandar nuestros pasos para presenciar la recta final del recital de un Fernando Alfaro que, proclamando el “fin de semana como un fin del mundo”, tiene contra las cuerdas, batalla también vencida, al Sol y al mismísimo averno: “Camisa hawaiana de fuerza”, “Extintor de Infiernos” y “esos recuerdos que aún me hacen daño” en una magistral “Gente abollada” como colofón de casi dos horas ininterrumpidas de genuina narrativa y poética punk que deja marca. Se despide, pero nos dice que, si pedimos otra, saldrá de detrás de las columnas y cantará dos temas de regalo. Genio y figura, eso hace: deseo y rabia con el “Fuerte!” de Surfin’ Bichos y cierre perfecto con el “Magic” de Chucho. Recital de diez y firma de libros para el recuerdo.

Siesta rápida para digerir la doble sesión mañanera, que ya podemos asegurar que está en el podio de lo mejor de esta edición, y activamos la velocidad de crucero para picotear de lo lindo por la decena de escenarios de este año. Iniciamos ruta con parada en el Patio del Olivo del castillo, donde Jordi Ganchitos, como era de esperar, tiene montada la feria/verbena de la tarde, con la multitud bailando y cantando cada desternillante estribillo. Con “La calvoleta” (calvo con coleta) de fondo nos vamos de vuelta a “El Hospitalito” para caer rendidos con la belleza desnuda y aromas naturales de Arianna Casellas & Kâue. El dúo portugués, entre percusiones tribales que conducen a la tarde a un trance del que no queremos despertar, con la luminosa guitarra de Kâue o el cuatro y voz, celestial y terrenal al mismo tiempo, de Arianna, recitando historias familiares, emociones, viajes y cuentos, susurrando y aullando a los cuatro vientos, nos ofrecen un concierto íntimo que huye del asfalto, de la soledad y estrés sin sentido de las ciudades, conectándonos con la tierra y la memoria, personal y colectiva, para que no olvidemos nunca de donde venimos, nuestra identidad. Fábulas y cotidianeidad que huelen a tierra mojada tras la lluvia, a flores silvestres, a leña que arde al anochecer en una hoguera a cielo abierto, a mar vivo de sirenas y marineros. Todo transmitido con una honestidad tan directa que hipnotiza y cala hasta los huesos: De “ese sonido, de ese pasito viejo” que no nos deja ni pestañear en el hermosísimo vértigo de “Lanza”, al mecer de olas, nostalgia y redención de “Mil años, madre”, o las también cautivadoras “Passear” y “Nada pes”, con inolvidable orgía polirrítmica de quitiplás venezolanos. Arianna Casellas & Kâue, vida extra que no esperábamos.
Del ritual folk portugués, a la diversión asegurada e infinita del Karaoke de Los Jaguares, pero la tarde acelera en la siguiente curva y volamos primero para presenciar el fin de fiestas de El Diablo de Shanghai en el Patio Interior del Castillo (conga entre el público incluida), y luego a la cada vez más consagrada Julia de Arco en una Milwaukee en estado de efervescencia. No habíamos pisado aún la pista chica de coches de choque (escenario Jagermusic) y justo cuando lo hacemos, la ponen patas arriba Amor Líquido, con frescura pop y nervio punk-rock por los cuatro costaos. De “Mírame” a “Metro Ibiza” o la rabiosa sinceridad de “A ver quién miente más”. Y si aún tiembla la pista tras la descarga de las madrileñas, es con Ideal Victim, combo incendiario de Oporto, con el que arden los coches de choque y la pista al completo. La banda portuguesa, con su combativa vocalista al frente, Mariana Moreira, que no para de escupir fuego por su garganta, en el escenario y entre el público, nos zarandean a sus anchas en cada encadenación de zarpazos de poco más de minuto y medio sin tregua; envolviéndonos en un enjambre de riffs que mutan del post-punk al surf-rock, pasando por el trash metal y el hardcore más agresivo, con una base rítmica que nos golpea el pecho y el centro de la Tierra en cada endemoniada embestida. Desgranan su explosivo EP debut, Rage letters (24) y recuperan metralla de sus primeras demos, creando pogos continuos, monetes y monetas por los suelos y quemaduras mil. Sin lugar a dudas, el concierto más atronador de esta edición.

Escalamos una vez más las almenas del castillo y nos dejan muy buen sabor de boca Ortopedia Técnica, derrochando personalidad sobre las tablas y bombardeándonos con su post-punk de guitarras y nerviosa base rítmica que funde con ráfagas frescas de pop, indie rock, garage y noise centelleante. Tromba de estribillos sembrados de corazones rotos, cargados de rabia y melancolía que se te queda pegada como salitre a la piel. El látigo eléctrico de Joy Division en vena y nihilismo emocional que reabre, pisotea y baila sobre heridas que tardarán en cicatrizar. De hits incontestables de su primer largo hasta la fecha, “Sentencia” (23), como “Harakiri” o una “Mírame” que saboreamos especialmente, a piezas cegadoras de su flamante EP “Nada brilla” (25), como ese bombazo pop-punk total de “Dolor” que habría querido firmar Carolina Durante con los ojos cerrados. Si aún no lo hicieron, apunten su nombre.
Colectivo Da Silva flotan en la Plaza Alfonso X “El Sabio”, en el concierto (gratuito) más multitudinario hasta el momento, con su esperado El sol (25) bajo el brazo, del que aunque relucen temas como la titular y la pegadiza “Dar dos”, son las piezas de su brillantísimo primer largo, Casa Vargas (21), con las que conectan, aceleran el pulso y suben las temperaturas de la noche. De “Nos vemos luego” a “After”.
Por la plaza Alfonso X ya pasaron Cometa y Detergente Líquido, de los que pudimos picotear de pasada y disfrutar del pop luminoso y sesentero de los primeros, a medio camino entre Los Brincos, Queen y Los Estanques; y con la tristeza y languidez soleada de los segundos, sello personal de una banda ya familiar por estos lares, que nunca fallan.
Y “que nadie me pare los pies / cuando van por el camino, / que nadie me pare los pies, / caminan para estar contigo”, eso hacemos con “Déjame un rato” on my mind y volvemos al patio interior de la sala Milwaukee, donde los problemas técnicos están ya solucionados. La jondura flamenca del sábado y latido sintetizado cae a cargo del proyecto RaveCalé, conformado por la voz y flauta de Soleá Gatica y Toni Martín a los mandos electrónicos de la nave. Arte, compás y duende desencadenado bajo una bola de espejos, por bamberas, tangos, alegrías y bulerías a golpe de palmas y beats electrónicos. Así, “a gustos, cantando y bailando”, empujamos “El columpio” por cantes de Cádiz y nos fundimos por tangos con aires de Granada. Todo lo bueno termina, o eso dicen, y “Cae la noche” con Carlangas en el punto álgido de la plaza, removiendo al personal con lo más pegadizo de su último trabajo y un buen puñado de masterpieces de Novedades Carminha. Del aroma disco de “Tiemblo” a la pegada de “Mucho con poco”, pasando por versiones que hace suyas de “Hola, mi amor” o las esperadas “Cariñito” y, como si esta noche fuera la última vez, “Verbena”.
Nos quedamos con las ganas de ver de nuevo a Emilia y Pablo y nos despedimos a medias, porque ya lo cantó Fernando Alfaro, “todo el amor del mundo / lo derrocharemos tú y yo, / cada segundo del tiempo que nos queda por vivir”. Recuerda, nos vemos en noviembre en la vuelta a casa del Monkey Week, no lo olvides, “lo mejor de nuestra vida aún está por ocurrir”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.