Viernes 18 mayo
Como de costumbre, la tarea de abrir el festival recayó en manos de nuevos artistas nacionales con algo que comunicar. Orangemaker con su pop británico algo camaleónico, Solina y su vuelta de tuerca al sonido Saint Etienne, unos Gallygows más crudos que de costumbre, Romodance con su habitual energía rock, unos desesperados Sperm que, debido a problemas técnicos, perdieron las riendas de su revival grunge y, como punto final, esos Lisabö que, efectivos en lo musical, vieron como un escenario les quedaba grande por primera vez en los últimos meses. El escenario principal se abría con unos Mudvayne más concretos que en su reciente gira por nuestro país, pero tan obvios en lo creativo que no les salva ni su imagen. My Vitriol, en el escenario del lago, ofrecían el que, no lo dudamos, debió ser uno de los peores conciertos de su carrera (sonaron a mil rayos, y nada pudieron hacer por evitarlo). Por suerte, mejoraron en los últimos minutos, aunque desgraciadamente fuese algo tarde para superar tanto despropósito. Bien distinta fue la actuación de esos Amen salidos de madre que sorprendieron a propios (apenas trescientas personas en total habían presenciado su reciente gira española) y extraños con su punk arrebatador, que muchos siguen confundiendo con el nu-metal. Dejaron a ras de suelo a cualquiera de sus competidores en el festival, gracias especialmente a la furia y el salvajismo compulsivos de su líder, Casey Chaos, y a un repertorio arrollador (desde “Coma America” a “Refuse Amen”). Triunfadores del día. En la carpa, Smith & Mighty ni siquiera pudieron ofrecernos la posibilidad de evaluar su directo al ser víctimas de más problemas técnicos (esta vez fueron las conexiones de los platos). Ni ellos ni nosotros entendimos cómo era posible que no se contase con una mesa de repuesto para salvar su esperada actuación. Afortunadamente, no hubo problemas durante la actuación del argelino Rachid Taha en el mismo escenario. Junto a un nutrido grupo de instrumentistas, el creador de “Made In Medina” protagonizó un show que acabó mucho mejor de lo que empezó. Su fusión de electrónica, rock y raíces sonó aún más cruda que en sus recientes actuaciones en nuestro país, convenciendo a la gente gracias a la efectividad indiscutible de su propuesta (lástima que su actuación coincidiese con la de los británicos Feeder en el escenario del lago, más coherente de lo que su nuevo disco deja intuir con tanto palo de ciego). Más tarde, serían los mallorquines Sexy Sadie quienes pondrían las cosas en su sitio en el escenario grande gracias a las piezas de su inmenso último disco, “Butterflies”. Por su parte, los camaleónicos Muse consiguieron exactamente lo mismo que unas semanas atrás, maravillar a unos e indignar a otros. Y así seguirán. En el escenario principal, Biohazard volvieron desde Brooklyn para protagonizar un gran concierto sobrado en fuerza y en el que presentaron nuevas piezas, obteniendo una de las más sinceras respuestas del festival. A continuación, Manic Street Preachers gozaron del mejor sonido, aunque sonaron tan empalagosos como de costumbre (¡versionearon incluso a Burt Bacharach!) y solamente el arrebato de salvajismo de los últimos minutos nos recordó lo que fueron en sus inicios. Un salvajismo más puro que el expuesto, en esta ocasión, por unos Slipknot que nos habían dado horas mejores sin la parafernalia con la que contaron para esta ocasión. En todo caso, presentaron piezas de su nuevo largo, “Iowa”, con resultados más bien discretos. Un fin de fiesta que podría haber dado algo más de si. En la carpa, Orishas cumplieron y el house de Joe Claussell consiguió los mejores resultados posibles.
Sábado 19 mayo
Los primeros pasos de la mañana resultaron más duros de lo esperado gracias al nuevo metal salvaje de los madrileños y prometedores Coilbox, el crossover de los gallegos Kannon (que no dudan en combinar a Technotronic con Limp Bizkit en el mismo set), el rock pesado y stoner de Mermaid y el nuevo fichaje de Punch Records, Rip KC, que dejarían paso al hard rock descafeinado de La Vacazul. Pero la auténtica diversión no llegó hasta que Diamond Dogs, auténticos clones de The Faces con dos Hellacopters entre sus miembros, se hicieron cargo del escenario con su sano revivalismo de eficacia indiscutible más adecuado para clubes sudorosos que grandes escenarios. En la carpa, Dr. Ring Ding demostraba que su posicionamiento a nivel europeo en esto de los sonidos ska y reggae resulta justificado. Los australianos 28 Days, con un exitoso disco de debut bajo el brazo, cumplieron con las expectativas, que tampoco eran demasiadas teniendo en cuenta su excesivo mimetismo que les lleva de Beastie Boys a Offspring sin demasiados disimulos. Aunque lo que fue el colmo de la sinvergüencería fue la actuación de los alemanes Guano Apes. Sus canciones edulcoradamente furiosas y comercialmente alternativas provocaron el sonrojo de los que ya empezamos a estar cansados de que nos vendan gato por liebre. Encima, su principal éxito no es más que una versión –afortunada, eso sí- del “Big In Japan” de los germanos ochenteros Alphaville. Suerte que tuvimos a Sôber, nuestros Sôber, para paliar el desaguisado. Todavía no habían presentado “Synthesis” en la capital y el público estaba ansioso por paladear las nuevas canciones, algo que demostró con entrega y euforia. Una banda de primera división, como los nórdicos Backyard Babies, efectivos y capaces de recuperar el viejo espíritu sleazy de finales de los ochenta con esas canciones que basculan entre Faster Pussycat o L.A. Guns y Social Distorsion, y que les sirvieron para redondear una de las mejores actuaciones del festival. Por su parte, Zen Guerrilla afianzaron su posición –aún de culto- con una actuación rotunda que evidenció la influencia que en ellos ejercen bandas como MC5, Stooges o Blue Cheer, aunque acabasen versioneando nuevamente a Bowie y a Iron Maiden (esa “The Trooper” que acaban de publicar con Safety Pin Records).
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