Los Planetas, nadie les hace sombra

Para empezar un concierto con hasta nueve canciones de su último disco, un grupo tiene que tener un punto de chulería o estar muy seguro de su repertorio. Los Planetas no andan escasos de lo primero, pero también les sobran motivos para estar orgullosos de “La leyenda del espacio”. Llevadas al directo, sus reinterpretaciones de palos de flamenco (arropadas por proyecciones ricas en imaginería religiosa y sureña) ganan en matices y electricidad, rozando lo emocionante en el sonido psicodélico y abrasivo desplegado en el escenario por la banda en “El canto del Bute” o “Ya no me asomo a la reja”. Eso sí, tanto ardor guerrero provocó que “La que vive en La Carrera” o “Reunión en la cumbre” sonaran algo pasadas de vueltas. Superada la reválida en directo de su valiente reinvención sonora, el segundo tramo del concierto resultó antológico. Con un J más comunicativo que de costumbre, la batería de Eric (cobijada en un palio) atronando y la guitarra de Florent echando humo, los granadinos abordaron con intensidad adrenalínica números nada obvios como “Maniobra de evasión” o “Montañas de basura” y contrapesaron los mejores ejemplos de lirismo sucio de J (“Nunca me entero de nada” o “Corrientes circulares en el tiempo”) con hits que pusieron la abarrotada sala Riviera patas arriba, como las inevitables “Segundo Premio” o “Un Buen día”. Los Planetas firmaron uno de sus mejores conciertos y, tras quince años de carrera, demostraron que cuando quieren no hay quien les haga sombra. Un poco antes, Prin’ LaLá casaron con ternura a Vainica Doble con Syd Barrett, con canciones tan encantadoras como su versión de “La tristeza de ser electrón”.