Con la parroquia argentina casi al completo en La Riviera con ganas de disfrutarlo mucho, salen Los Piojos a vencer con una mano de canciones antiguas. Cuatro de una sola vez y parece que esto tiene que ser el delirio desde el principio. Los Piojos no se dosifican. Es la primera vez que están entre nosotros, y “Civilización”, la canción, es un segundo plato que se recibe con mucha hambre, a pesar de que Andrés Ciro canta con menos convencimiento que en el estudio, y va haciendo falta un calentamiento que no llega. Han empezado muy alto sin estar calientes, y aunque la gente es feliz con su concierto-karaoke, desde tan arriba es más fácil caer que subir. Ciro ejerce de estrella autista que evita la mirada cuando se le disloca el cuerpo bailando. “Maradó” es una liturgia. Como casi todo el rock de Los Piojos, e incluso, a pesar de que las antiguas suenen planas, no importa, ya está el público para arroparlas. Sin embargo, cada vez que atacan una de “Civilización”, el disco, se los saborea más convencidos, con más ganas, con los matices que le falta al antiguo rock stoniano de siempre, o al ska, que tarda demasiado en llegar, pero que cuando llega hace estallar la fiesta otra vez para que los asistentes vuelvan a comer de las manos, cada vez más teatrales, de Ciro. Vista desde fuera, a la fiesta sólo le faltó una chispa de más convencimiento para el repaso de los grandes éxitos, pero vista desde dentro, la única lástima: que no sirvieran fernet en La Riviera, hubiera sido una noche perfecta.
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