El Tres Sesenta Festival ha cerrado su tercera edición en Pamplona con un gran éxito de público (según la organización se vendieron el doble de abonos que en el año anterior), pero con el sabor agridulce del que esperaba algo más por parte de las grandes bandas.
Pero no adelantemos acontecimientos y analicemos qué depararon los tres días del festival.
La jornada del jueves, encabezada por Vetusta Morla, se inició con la actuación del dj local Göo, quien dió buena cuenta de un repertorio ecléctico y equilibrado dejando presente la sensación más de performance de cierre de festival que de apertura. Una opción a valorar por la organización de cara a próximas ediciones, en las que se podría alargar la vida del festival en cada una de sus jornadas.
Junto a él, Inocua, Sonic Toys, La Red Bullet y El Columpio Asesino protagonizaron el espectro más próximo de un festival al que no se le puede negar su afán por mostrar lo mejor de la cultura local en cada una de sus ediciones. Los tres primeros hicieron lo que pudieron en el horario con el que tuvieron que lidiar. Inocua, con puro y genuino rock; Sonic Toys, con un directo más eléctrico; y La Red Bullet, acechando más el sonido post-rock; dieron buena cuenta de la calidad de las bandas emergentes y de algunas que, llevando en esto más de lo que parece, se dieron a conocer y ganaron algún que otro adepto.
Diferente era la posición en la que se presentaban El Columpio Asesino en esta edición. Tras su paso por la jornada local hace dos años, aterrizaron el viernes en el escenario del Tres Sesenta con la difícil empresa de mantener el nivel desplegado por, sin duda, la estrella del evento, Andrés Calamaro. Se encargaron de mostrar su último álbum, "Ballenas muertas en San Sebastián" que, con temas como “A la espalda del mar”, “Babel” o el tema que da título al disco, intentaron levantar el ánimo de un público pamplonés que ni siquiera les brindó el privilegio de jugar en casa. Frío, muy frío. Pero los presentes que no les abandonaron tras la actuación de Calamaro aún pudieron disfrutar de piezas como “Vamos”, “Perlas” y “Toro”, tan aborrecida que fue cantada con desgana, cerrando así una actuación descafeinada por el poco tiempo transcurrido desde el estreno del disco y por un público con poca inyección de energía. Pamplona is different.
Similar situación se produjo durante los que, supuestamente, eran los grandes conciertos de la edición. A Vetusta Morla, que acaban de iniciar su gira, les hizo mella sin duda el presentarse en un festival y no en una sala de conciertos como la cita reciente con el público madrileño durante tres días consecutivos. La Ciudadela no era La Riviera, ni de lejos, y a pesar de los intentos de Pucho por levantar a un público adormecido, éste solo reaccionó cuando sonaron los grandes clásicos como “Copenhague”, “Valiente” y “Los días raros”, con la que cerraron una actuación en la que la gran ausente fue “Saharabbey road”, insistentemente reclamada por el respetable. Nadie podrá decir que estuvimos ante un flojo directo, quizás haya poco que reprochar, pero un setlist mejor escogido junto con una hora de actuación más adecuada para ser entre semana hubiesen bastado.
De igual manera, pero con matices, sucedió con Amaral y Andrés Calamaro. A los primeros tampoco se les puede achacar nada ya que probablemente sean uno de los mejores directos pop en español de la actualidad, pero el perfil a adoptar en un festival no le favorece nada a una banda que cuenta con decenas de hits totalmente reconocibles. Tuvieron que ahorrarse canciones para ajustarse al tiempo y, cuando todo apuntaba a que cerrarían con mitos ya de la música como “Te necesito” o “Sin ti no soy nada”, se despidieron del público pamplonés dejando tras de sí un concierto demasiado pausado y tranquilo para formar parte de un festival. De igual manera, pero con algo más de éxito por las ganas que existían por verlo en directo, Andrés Calamaro toréo en la Ciudadela de Iruña con una actuación notable pero que solo alcanzó su eclosión cuando, ya casi al final, aparecieron “Sin documentos”, “Flaca” y “Paloma” para alcanzar un delirio que estaba casi asegurado antes del inicio del show.
La nota positiva la pusieron Belako e Izal, dos fenómenos muy distintos pero con igual resultado: un público que disfrutó. Los primeros, una de las bandas emergentes a seguir dentro de la escena nacional, deleitaron con un sonido punk desenfadado y juvenil que a la gran mayoría de los presentes sorprendió rotundamente. Temas como “Sea of confusion”, “Haunted House” e incluso la en euskera "Zaldi Batza" sonaron prácticamente a clásicos gracias a la potencia derrochada por una de las grandes sorpresas del festival. Seguro que muchos apuntaron su nombre.
Con mismo éxito pero con un público más joven incluso contó Izal que demostraron por qué eran los encargados de cerrar la edición. Canciones como “Hambre”, “Qué bien” o “A nuestro rincón” se sucedían unas otras con el mismo efecto: una masa que coreaba, cantaba, bailaba y disfrutaba con todo lo que el pamplonés Mikel Izal y los suyos encaraban durante la actuación. Extraño fenómeno el de Izal, que con una fórmula sencilla, ha logrado asentarse como una de las referencias en todos los festivales nacionales.
Por último, en lo que podríamos llamar la zona media, podríamos situar a Depedro, Los Coronas, John Berkhout y Zoé que, cada uno a su estilo, amenizaron un Tres Sesenta, a veces incluso con más éxito que las grandes bandas de cada jornada con directos más personales pero mucho más entregados.
aun teniendo en cuenta que el público de Iruña somos frío persé, los saltitos acompasados de los asaz guitarristas de vetustamante no levantan el ánimo más que de 4 quinceañeras...falta hacen más clase media y no estrellitas principales.
"Lo mejor de la cultura local", en serio? Para quién: para los programadores del 360, para el cronista, para todos...? A mi parecer, ofrece una muestra increíblemente miope de la variedad y riqueza de la música local. Pero bueno, el cronista trasciende el ámbito musical para hablar de cultura...
"lo mejor de la cultura local" para el cronista. como debería ser. Se trata de ofrecer una crítica basándose en en su conocimiento musical, cosa que pocos tenemos. De todos modos, hablar de música, en mi opinión, es también hablar de cultura. Felicito al cronista, da gusto leer una crítica atrevida.
Lo que es una vergüenza es que los promotores del festival cedan ante el ayuntamiento para que a partir de la 1 de la mañana se tenga que bajar el volumen de las actuaciones. Eso es lo que pasó en la actuación de El Columpio Asesino, en el cual el sonido no fue el debido.
Pues yo considero interesante que los redactores apuesten por opinar sobre las actuaciones y por hablar de la cultura, se equivoquen o no. Le felicito porque en esto de la música, ya se sabe, todo es subjetivo. Buena crónica, extensa y bastante acorde a lo que yo vi.