Turín como latido: Kappa FuturFestival pulsa más fuerte que nunca
ConciertosKappa Futurfestival

Turín como latido: Kappa FuturFestival pulsa más fuerte que nunca

8 / 10
Txema Martín — 17-07-2025
Fecha — 07 julio, 2025
Fotografía — Cedidas por la organización

En su duodécima edición, el Kappa FuturFestival ha vuelto a demostrar por qué se ha ganado un lugar de honor entre los grandes encuentros globales de la música electrónica. Durante tres días —del 5 al 7 de julio—, 120.000 asistentes procedentes de 150 países distintos tomaron el Parco Dora, ese parque postindustrial donde una antigua fábrica de Fiat se transforma cada año en un coloso futurista del ritmo.

Seis escenarios. Doce horas de música diarias. Más de 100 artistas. El Kappa no solo crece en cifras: crece en ambición, en pulso y en magnetismo. La arquitectura brutalista del recinto —todo acero oxidado, techos abiertos y columnas que no sujetan nada— lo convierte en un entorno único, casi cinematográfico, donde la música retumba en el esternón y cada set se convierte en experiencia sensorial total, con numerosos afters para seguir la fiesta a partir de las 12 de la noche.

Un cartel apabullante con figuras globales, lives insólitos y sets para todos los colores del techno. Pero también, una logística precisa, puntualidad suiza (pese a los estragos de la huelga de controladores franceses) y un público que forma parte indivisible del espectáculo y la atmósfera del festival: un hervidero amable, feroz y luminoso, donde se confirma que cualquier utopía es posible si se baila bien.

Este año hubo grandes momentos, y algunas sombras: The Martinez Brothers cancelaron por la huelga, hubo algún traspié técnico (como el pobre sonido del mítico DJ Hell) y una primera jornada abrasadora, compensada luego por dos días más frescos y nublados. Pero el balance fue, una vez más, rotundamente positivo: récord absoluto de asistencia y un cartel que funcionó como un reloj para delirio colectivo.

Entre lo mejor del festival brillaron los tres directos más esperados. Soulwax, el viernes, con una puesta en escena poderosísima, tres baterías —uno de los pocos instrumentos analógicos que veríamos en todo el fin de semana— y una y una producción física, visceral y con una pegada demoledora. El domingo, Caribou hizo lo propio con un directo delicado, expansivo, de una elegancia precisa. Una de esas actuaciones donde la nitidez del diseño sonoro roza lo sublime. Pero antes, el sábado, Floating Points, firmaría probablemente la mejor actuación del festival: visuales hipnóticas entre la analogía y la inteligencia de las máquinas, una mecánica musical precisa y envolvente, y un viaje sonoro que no se conforma con hacer bailar: te lleva más allá, hacia donde estés dispuesto a ir. Si lo suyo fue un experimento, salió perfecto.

Entre los seis escenarios que articulan el festival, cada uno con su personalidad bien definida, el SOLA volvió a ser el más salvaje, el más físico, el más entregado: hard techno sin concesiones y una masa danzante que no da tregua. Una rave dentro del festival. Un núcleo de energía pura habitado por gente a la que solo se puede querer.

En los escenarios principales se concentró la parte más espectacular del cartel. Charlotte de Witte, con su techno duro, afilado y preciso, volvió a brillar como una de las grandes figuras del circuito. Dixon, elegante y bailable, ofreció uno de los sets más celebrados del fin de semana. También hubo espacio para el desparpajo: Seth Troxler y DJ Tennis, en modo travieso y sin complejos, terminaron su set lanzando un tema de Bad Bunny que el público celebró entre carcajadas y zapatilla. Un guiño inesperado que relaja el ceño de los puristas y recuerdan que esto, al fin y al cabo, va de gozar.

Si hay que elegir un día cumbre del festival, el domingo fue, sin duda, la jornada más vibrante. Coincide con el día que más asistentes recibió —récord histórico de público— y también con algunos de los sets más celebrados. Desde la infalibilidad de Carl Cox (pese a la interrupción repentina por un espontáneo escalador que se subió a una torre, dejando un reguero de vídeos virales), pasando por Solomun —que últimamente está en todas partes— o Diplo, con su estilo festivo y desprejuiciado, resultó uno de los momentos más refrescantes: soltura, carisma y una actitud despreocupada que conectó con el público sin necesidad de grandes gestos.

Peggy Gou volvió a demostrar por qué es una de las artistas más queridas del Kappa. Lo suyo es más que un DJ set: es una ceremonia pop, un fenómeno transversal que levanta los ánimos incluso de los más quemados. Su conexión con el público es tan evidente como su control absoluto del groove. Es una de esas figuras que convierten el festival en algo más que un evento: en un estado de ánimo compartido por una masa que era una sola persona.

Más allá de los escenarios, Art&Techno volvió a tener un papel destacado. Este programa especial, comisariado por Virginia Ghione y Gianluca Brignone, con la colaboración de la guía de arte Mónica Gnocchi, propone una lectura estética y crítica de la experiencia rave a través de instalaciones, performance y arte contemporáneo. Una propuesta poco habitual en festivales de este género, que eleva la experiencia sin restarle autenticidad. En este sitio donde todo vibra, también hay espacio para mirar, pensar y detenerse.

El Kappa FuturFestival no es solo música: es una utopía breve y compartida. Una comunidad internacional que se da cita en el norte de Italia para rendir culto al cuerpo, al beat y a esa forma única de resistencia festiva que solo la electrónica bien hecha es capaz de sostener. No hay playa. Apenas hay césped. Pero hay electrónica de la que importa y un público entregadísimo a la causa.

La próxima edición ya está confirmada para el 3, 4 y 5 de julio de 2026, y hasta entonces solo podemos hacer dos cosas: imaginarlo o recordarlo.

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