Eclosión

Hay momentos en la vida que marcan un antes y un después. Instantes en los que todo cambia. Lugares en donde algo se mueve. Es lo que sucedió, la pasada noche de domingo, con el concierto que Grande Amore ofrecieron en el Teatro Colón dentro del ‘Ciclo Tándem’ organizado por la Diputación de A Coruña. Una velada en la que los gallegos estuvieron muy bien acompañados Ana Arsuaga, más conocida como Verde Prato, quien abrió la velada cumpliendo a la perfección en su cometido.

La guipuzcoana se presentó sola sobre el escenario. No hizo falta nada más. Voz, teclado y unas bases que iba lanzando a su antojo para dibujar sombras sobre una pared blanca. Una fórmula a la que añadió algunos movimientos de baile sencillos, casi instintivos, que no hicieron sino sumar a un ambiente que, de forma progresiva, fue tornándose más íntimo. Y es que en eso se basa su propuesta: austeridad frágil y delicada, que no necesita de artificios, y en donde su arte habla por sí misma. En su repertorio hubo espacio para piezas antiguas, canciones de su disco “Bizitza Extia” (Plan B Music, 25) y un guiño a la tradición vasca con una versión muy personal de Kortatu.

Un conjunto en el que su voz dulce y armoniosa brilló en plenitud, elevándose desde la penumbra del escenario como esa vela que guía el camino de quien está perdido. Ayudó, y mucho, un público entregado que entendió a la perfección la propuesta, acompañando con un silencio sepulcral. La de Verde Prato es una propuesta que se escapa a cualquier estándar, pero que funciona con eficacia abrumadora. Hipnotiza y emociona a partes iguales. Y, en esta velada, supuso el contrapunto perfecto para lo que estaba por llegar con la aparición de Grande Amore sobre el escenario.

La transición entre ambos conciertos estuvo muy bien planteada y ejecutada, con doble colaboración entre ambos. Esto fue el puente perfecto entre la delicadeza de la primera y el ruido y la distorsión que estaba por llegar de la mano del gallego. Y si el ambiente ya era especial, este adquirió un tono mucho más mágico motivado por el que era primer concierto con banda en la historia del proyecto del de Valadouro. Una cita cargada de simbolismo, al desarrollarse en el mismo espacio en donde Nuno se presentó solo en aquellos inicios de su proyecto. Unos primeros pasos en donde, quizás, no se esperaba (ni él ni nadie) que iría quemando etapas hasta llegar al punto en el que se encuentra en pleno 2025.

La formación habitual de Nuno Pico –Clara Redondo y mariagrep– se amplió con la presencia de Jacobo Naya y los Hermanos Visi –José Lorenzo y Julio Esteban–. Calificado de experimento por sus miembros, este resultó ser una diana en pleno, costando creer que se tratase de un estreno. La complicidad entre todos, el pulso firme en lo musical, y la inteligencia a la hora de revisar cada tema en base a la nueva formación hicieron que la propuesta creciese con brillo renovado. Trasladar la propuesta de Grande Amore a un formato más orgánico puede parecer sencillo, pero en realidad es todo un reto. La banda ganó en densidad, matices y complejidad musical, evitando restar fuerza a las letras o a la interpretación del cantante. Incluso este pudo brillar y mostrar una cara más interesante gracias al acompañamiento de esa nueva textura sonora. Esta evolución era un clamor entre sus más fieles seguidores. Un paso adelante en un proyecto que no ha parado de crecer desde sus inicios. Y todo encajó a la perfección, como si estuviese destinado a sonar así.

Una noche que debería marcar el inicio de una nueva etapa para Grande Amore. No solo se confirmó el salto artístico del proyecto, sino también la madurez emocional y escénica del mismo. Demostraron que ya no pertenecen únicamente al underground y también que están preparados para jugar en una liga mayor. El formato con banda pudo haber sido un ensayo, pero ha llegado para quedarse, abrir caminos y dejar claro que lo mejor está por sonar.