“Welcome tu Icelandistan!” ironizaba desde su portada la prensa gratuita local en Reykjavik. La organización del festival Iceland Airwaves tranquilizaba unos días antes desde su página web a los viajeros que como yo nos preparábamos para disfrutar de una experiencia increíble, mientras el sistema capitalista empezaba a desplomarse en la isla. Sus habitantes, hospitalarios, divertidos y bulliciosos, torcían el gesto y mostraban incertidumbre pero tomaban por fin la iniciativa y se lanzaban a las calles para exigir la dimisión del primer ministro así como del director del Banco Central. Los mayores capitales de la isla la habían abandonado. El inevitable derrumbe de una economía demasiado dependiente de sospechosas inversiones convertía en humo el futuro de muchas familias. En el aeropuerto internacional de Keflavik, y tras el interrogatorio al que tuve que enfrentarme por haber captado demasiada atención de un perro policía, ya se percibían algunas de las cualidades que Islandia ofrece, capaces de inundar los sentidos del espectador. La intensa luz de un sol apenas colgado sobre el horizonte y la extraordinaria limpieza del aire creaban una atmósfera espectacular en la que colores y sombras se perciben de una manera única. El escenario incluye estepas de lava, glaciares y fiordos, volcanes, cascadas, géiseres... un territorio resquebrajado por innumerables corrientes de agua y columnas de vapor, y el azul del océano atlántico y del mar de Groenlandia rodeándolo todo. La tierra y sus elementos en estado salvaje y nuevo. Sobrecogedor. A partir de las siete de la tarde la oscuridad nos movía al interior de las decenas de garitos que incluían música en directo adicional a la oficial. La pulsera acreditativa abría las puertas de otros tantos locales incluidos en el circuito del festival urbano más acogedor al que haya asistido. Todo el centro de una Reykjavik en plena ebullición se transforma en la ciudad de la música, la fiesta y la luz. La escena islandesa es apabullante. Es fácil encontrar un buen puñado de bandas que satisfagan a una audiencia diversa pero con el gusto por la experimentación. Desde los sobrevalorados Gus Gus en el Museo de Arte, que dieron un concierto histriónico y entregado como su audiencia merecía, a la alianza entre las voces, cuerdas, xilófonos o sierras de Amiina con la electrónica de Kippi Kaninus, pasando por el folk-blues de Lay Low, el hip hop de XXXRottweiler, el tropicalismo de Matias Tellez, el post-rock de Andrúm, The Viking Giant Show, Steini, Dísa... o el arte experimental de Valgeir Sigurdsson, que provocó uno de los llenos más densos en la sala Idnó, el casi centenar de bandas islandesas ofrecían un contexto de ensueño. Eso sí, cada píldora de felicidad no duraba más de cuarenta minutos. La distribución de actuaciones por salas podía clasificarse por su relevancia internacional, el porcentaje de electrónica incorporado, la heterogeneidad y muchos otros criterios. Por ejemplo, Cansei de Ser Sexy abarrotaron el Museo antes de que Vampire Weekend pusieran irremediablemente a bailar no sólo a la que firma. Este mismo escenario era testigo de las estimulantes propuestas ofrecidas al amparo de la Moshi Moshi Night: Fuck Buttons, Florence & The Machine o The Mae Shi. Uno de los espacios preferidos por los islandeses era Tunglid, donde la diversión encontraba el abrigo perfecto con Simiam Mobile Disco, Crystal Castles o Pnau como maestros de ceremonias. La coqueta sala Idnó, instalada a orillas del estanque en una típica casa protegida con metal ondulado de colores, se quedaba pequeña ante propuestas como las de Final Fantasy, mientras que en la Organ, se sucedían bandas del más variado pelaje. For A Minor Reflection, Planning To Rock o Miracle Fortress eran algunos de sus suculentos ingredientes. El sábado la Laguna Azul invitaba a tomar unas cervezas mientras se degustaban las mejores propuestas enlatadas del festival, flotando en un caliente y sulfuroso elemento azul de procedencia marina sobre el fondo negro que ofrecía la lava volcánica. A posteriori observo mis notas previas al gran viaje y veo todo lo que se ha quedado esperando, hasta el año que viene.
I'm impressed! You've managed the almost imbessiplo.
That's a genuinely imeissprve answer.