Viernes 24 de mayo
La jornada dura del festival comenzó pronto. Como en otras ediciones, el calor se erigió en protagonista durante las primeras horas de la tarde y The Unfinished Sympathy hubieron de bregar con tan ingratas condiciones. Su emocore no está diseñado para soles de justicia. El público tampoco: en primera fila un tipo pasaba de ellos mientras hojeaba sin cortarse una revista porno. Lo de Hundred Reasons mejor olvidarlo. Punk juvenil con recursos tan manidos como burdos y una sensación más bien ridícula. Además, sonaron como el culo. La cosa mejoró con los también británicos A, que presentaron “Hi-Fi Serious”. Punk-pop de comedia teenager americana que resultaba en directo. Los vascos ?LT volvieron a convencer una vez más con su directo áspero y sin tapujos, presentando “Minus”, recordando “3” y repasando temas como el siempre coreado “Hil da jainkoa”. Luego Sôber, que sustituían a los accidentados Alien Ant Farm, se pegaron un baño de multitudes al ritmo de las canciones de “Paradÿsso”. Merecido lo tenían los madrileños, qué carajo. Menos suerte tuvieron P.O.D., ya que su concierto no caló. Ni sus riffs pesados, ni su metal de última generación pudieron elevar a prodigio temas como “Alive”, algo que, por otra parte, tampoco constituye una sorpresa. Con la prensa británica de su lado y un inexplicable hype a cuestas, Andrew WK gustó y disgustó a partes iguales. Su directo era derroche de energía, watios y sudor, porque lo suyo es heavy bronca que invita a la fiesta continua. Sus incondicionales le aclamaban mientras el resto se limitaba a odiarle a la espera del plato fuerte de la primera jornada: Rammstein. En tono gris metalizado y con una futurista puesta en escena el grupo germano despachó su habitual show con éxitos como “Du Hast” o “Sonne”, ante un boquiabierto público, pelín aterrorizado, ya que la pirotecnia y los fogonazos casi achicharran a los propios músicos.
Sábado 25 de mayo
Para el segundo día, menos metal y una mayor querencia pop, pero la misma asistencia in crescendo que culminaría en la noche con la actuación de Jamiroquai y los últimos fogonazos de la carpa techno. Mucho antes el power pop se hizo dueño del escenario El Lago de la mano de Jet Lag. Temas como "Baby" se impusieron en una tarde que apenas había empezado y el quinteto se confirmó como un valor en alza de nuestro pop. Algo parecido sucedió con la actuación de los también madrileños Yoghourt Daze. Frescos, adictivos y críticos se despidieron destrozando todo su equipo. Mientras, Six By Seven abrieron el escenario principal a pleno sol y ante cien personas. Los británicos, entre sorprendidos y desmotivados, no pudieron transmitir la furia de sus discos en un concierto desastroso. En cambio Xoel y sus Deluxe, encandilaron a una gran cantidad de público a base de pegadizas canciones, clasicismo rock y unas inesperadas tablas interpretativas por parte de su líder. Por su parte, Sidonie se llevaron los laureles de la tarde del sábado. Eran esperados y aprovecharon su oportunidad con creces. Digan lo que digan, Sneaker Pimps sin Kelly Dayton son como un árbol sin ramas. Su estética, encima, no está pensada para la luz del día, sobre todo cuando se evidencian los clientelismos con Depeche Mode o Placebo. Con Fun*Da*Mental pasa más o menos lo mismo que con los de Chris Corner: un poco de agitación y en dos temas se habían ganado a la gente con su hip hop- dance-rock que ya suena muy trillado. Mientras miles saltaban con ellos, unas cincuenta personas asistían extasiadas a uno de los conciertos del festival: Gemma Hayes abrió su corazón con una cercanía pasmosa, y eso sólo pasa cuando alguien es capaz de empezar una canción como Hope Sandoval y acabarla como Pj Harvey. Un poco más tarde el noruego Sondre Lerche sacó del bolsillo la teatralidad de Neil Hannon y la sonoridad de Burt Bacharach para hacernos pasar uno de los momentos más sosegados del festival. Algo parecido ocurrió con los mallorquines Antònia Font, una de las sorpresas más agradables de un festival en el que había que buscar en la letra pequeña. Merecieron mejor horario y más público. Todo el que tuvieron Faithless, que poseen un planteamiento escénico resultón, con ramalazos de techno para la peña y electrónica de estadios, ideal para ir calentando a los fans de un Jamiroquai que cerraba los escenarios ante un público que le agradecía un saber estar digno de estrella del pop. Sus músicos y coristas merecieron la pena, igual que canciones como “Dance” o “You Give Me Something”. De la carpa dance, lo mejor fue un Luke Slater que se marcó dos trepidantes horas de sesión. Primero vulgar y luego menos. Se puso cafre hasta cierto punto y tiró de electro, sin olvidar a los duros (de Oxia a Jeff Mills), que para eso estaba allí.
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