Viernes 22 de agosto, ocho de la tarde. Suena un saxofón, Veintiuno entra en escena para inaugurar la primera jornada del Ezcaray Fest. Con porte festivalero, camiseta negra y pantalones rojos, Diego aparece en el escenario arropado por la atmósfera sintética de Suspiria y un público entregado desde el “qué hora es, dónde estás hoy”. Un concierto seductor y contundente a partes iguales.
Veintiuno está en el mejor momento de una trayectoria ascendente, Pepu, Yago, Rafa y Diego se entienden a la perfección en el escenario y eso se proyecta en la audiencia. Tras "Perder los Modales" y "La Ruina", entraría en escena el gran Fito Robles de Siloé para cantar "Irremediable". No podíamos pedir más para comenzar el festival. Y es que la banda ha estrenado disco este 2025 y suena tan bien en directo como en el estudio —no todos pueden decir lo mismo. A pesar de ser la primera banda del día, el Atadero de Ezcaray ya estaba casi lleno.
La evolución de Veintiuno es inapelable, mostrando una gran madurez musical, además de unas letras que te atrapan —dudo que Santi Balmes hubiera colaborado con ellos de lo contrario. Tras varias canciones en "Mañana lo dejo", la banda avisaba de que esto se acababa pronto antes de tocar el tema fetiche de Diego Cabezabajo, por el que yo —he de confesarlo— también tengo especial predilección. Subido a su piano blanco, saltó por los aires “estoy cabeza abajo”. "La Toscana", "Dopamina" y, cómo no, "La Vida Moderna", para cerrar un gran concierto y poner rumbo a Almería al Cooltural Fest (hubo una conexión festivalera la Rioja-Almería este fin de semana).

El cartel del viernes era una apuesta segura: Veintiuno, Siloé y Dani Fernández, todos ellos en su “prime” como se dice ahora, garantizando un llenazo. Algunos atascos en los accesos al recinto, barras y baños, pero nada que no tuviera remedio. Gran ambiente, amantes de la música de la zona y alrededores, gente de todas las edades y muchas familias con niños que podían entrar gratis hasta los 12 años. Festivales de casa, lejos de los macro festivales más corporativos, con carteles más reducidos, pero sólidos, y una cercanía especial. Sitio singular, El Atadero, entre edificios, con espectadores de pantaloneta y balcón, y un festival que se extiende por todo el pueblo entre artista y artista.
Daban las 21:45 en punto y entraba en escena Fito de Siloé, guitarra en mano, subido a la caseta de control de sonido para empezar por “La Verdad”. El público, en su mano también. Este frontman, popstar castizo, cowboy ibérico, se maneja muy bien en las distancias cortas. Un tema que ya es himno del indie nacional y preludio de los conciertos de la banda. Acaba "La Verdad" y el cantante marcha al escenario; esta vez, afortunadamente, no hubo incidentes (el propio cantante bromeó durante el concierto con la “ostia” de Cuenca). Sonaría "Sangre en las Venas, luces rojas, humo y cruces de neón", decorado de "La Santa Trinidad", un disco a la altura de las mejores bandas del indie-pop nacional actual. Seguirían con "La Niebla" y "Reza por Mí". La personalidad del cantante había arrollado a la audiencia desde esos tres acordes de guitarra de "La Verdad", que coreó todos los temas. Si bien el disco muestra la evolución natural de la banda, creo que en sus conciertos necesitan dar ese paso, nunca fácil, de crecer, e incorporar más músicos en el escenario y menos secuencias para poder codearse, también en directo, con los mejores. La puesta en escena y la iluminación, intensa y delicada, pero algunos interludios entre canciones —o el silencios como entre "La Verdad" y el siguiente tema— podrían mejorar con buenos pasajes instrumentales, y no tirar de solos de batería/bombo, tal vez, algo vacíos o de un remix de "Song 22 de Blur entre canción y canción; este eso sí, levantó al público del festival. Comentarios aparte, la banda acabaría con "Si me Necesitas", "Llámame" y su famoso “Iros Todos a Tomar por Culo” que ya se ha instaurado en los cuadernos/reels hipsters y camisetas del indie español. Cerrarían con su tema estrella "Todos los Besos".

Bajaba la temperatura —es lo que tiene estar en un paraje natural tan especial como la Sierra de la Demanda—, pero el ambiente ya estaba caldeado. Olor a cerveza y tabaco en el aire; en estos festivales de casa no se llevan los vapers, aquí hemos venido a jugar. Algunos bailaban a ritmo de DJ, pero muchos otros cogían sitio para ver al cabeza de cartel Dani Fernández. Y es que, con permiso de Veintiuno y Siloé, la voz de Dani Fernández ha llegado a todos los públicos, por tierra mar y radio. Además, jugaba en casa. Tuvo muchos gestos con la audiencia, con quien tiene un vínculo especial por parte de su mujer, la artista riojana Yarea.
Empezaría con "Joderme la Vida", tonos azules, despliegue musical y visual total, para recibir a una de las voces más exquisitas en español. Seguiría con "Oaxaca", me gusta que colabore y crezca con Iván Ferreiro, quien —de lo poco que habló en su concierto— fue para referirse a Dani. Tras "Dile a los demás", un tema más íntimo, "Si Tus Piernas". Con guitarra acústica, tocó "Solo Tienes que Avisar", dedicada a su hija Belice. Dani Fernández está madurando musical y líricamente, parece que la paternidad le está dando ese poso que lo convertirá en icono por muchos años. Deleitó con temas de "La Jauría" y "Entre las Dudas y el Azar", incluyendo su cover de Supersubmarina. Me permito decir que nos hace muy felices a todos que este himno siga vivo… ¡y tan vivo!
El concierto terminó con "Por no Bailar Contigo", "Bailemos" y "Me Has Invitado a Bailar". El público tomó nota. El viernes cerró por todo lo alto.
La apuesta del sábado, sin ser arriesgada, atrajo algo menos de gente que el día anterior, y la gente fue permeando en el recinto poco a poco. Cielo azul radiante y entran en escena los músicos de Besmaya, vestidos de pilotos. Si el público estaba a medio gas, ellos se iban a encargar de darle “Gas”, y vaya si lo hicieron. A pesar de venir del Cooltural de Almería (unos van y otros vienen), Besmaya no tardó en meterse al público en el bolsillo.
Esta banda joven está sabiendo combinar bien el indie rock “canallita” de Karavana y compañía con toques algo más urbanos que enganchan tanto a jóvenes como a mayores. “¿Esta banda es muy juvenil, no?”, decía un señor mayor en camisa de flores recién comprada en Shein sin poder evitar bailotear. Y es que ya lo dicen ellos “Todos mis Amigos Bailan Igual, juro que de día son gente normal… pero los domingos se encuentran muy mal”. Tema de apenas dos meses que coreó todo el público. Los visuales y las letras en modo karaoke ayudaron, con una estética naïve pop que encaja con la propuesta de la banda. Hubo pogo, los cantantes Javier Echávarri y Javier Ojanguren —mejores amigos— dijeron que tenían que participar de la fiesta, y así lo hicieron: hombros, sudor y saltos. Hasta se tocaron el riff de "Just" de Radiohead en algún momento entre canciones, estos chicos prometen. Cerrarían con "Matar la Pena", tema grabado con Malmö 040 y que levantó a todos los presentes.

Oscurecía y el público aguardaba tranquilo a don Iván Ferreiro. Luces tenues, azules y rojas. Ferreiro dijo que, después de Dani Fernández, “intentaría hacerlo lo mejor posible” (guiño, guiño). Un gran derroche de efectos sonoros, delays, reverbs… para una apuesta musical exquisita. Dejar "Madrid", "Pinball"… Tras "El Dormilón", tema sublime, comentó que iba a “hablar poco y cantar mucho”. Dicho y hecho. Atrincherado tras teclados y sintes modulares, ofreció el mejor concierto del festival en lo musical. Atmósferas evocadoras, riffs de guitarra desgarradores que a ratos se entremezclaban con su voz infalible, inapelable, cautivadora, mágica, exquisita, rota, eterna. Interludios experimentales (a Ferreiro también le gusta Radiohead y Yorke, pero yo diría que más desde "In Rainbows" hacia adelante). En algún momento hasta se hizo un lío con tanto botón.
Libreta en mano, yo tomaba nota, ensimismado. El despliegue poético de las canciones de Ferreiro te fascina, aunque parezca que nunca “sean buenos tiempos para la lírica” me decía a mí mismo cuando, al levantar la vista, me di cuenta de que no todo el mundo estaba tan de acuerdo con la propuesta de Ferreiro. Por otra parte, sus fans fieles, los de primera fila, coreaban todas las canciones, algunas casi de “pe a pa”. Sobre todo, los clásicos de Los Piratas como "El Equilibrio es Imposible", "Años 80" o “M”. Ahí me tocó la fibra; qué nostalgia repentina, “qué felices y qué caras tan tristes…” ya lo decía él.
El concierto acabaría con los “riffs” de violín de "Vivaldi" sampleados y recompuestos por Hans Zimmer, haciendo de coraza sonora de "La Cultura de la Trinchera Pop", que bien podría ser también el título del concierto de Ferreiro.

Cuando parecía que el ambiente decaía, aparecieron Crystal Fighters. El show comenzó con una suerte de baile electro-aurresku, metáfora de las múltiples influencias de esta banda tan internacional y abierta, y de su fuerte conexión con la cultura vasca, de txalapartas y bombos eléctricos (no puedo evitar pensar en Delorean cada vez que los escucho). Tras esta danza iniciática, entraron en escena dos sujetos con pasamontañas-poncho y guitarras y, como una exhalación, Eleanor Kishere y Queen Kaltoum, bailando sin fin.
Fue refrescante escuchar voces femeninas por primera vez en el escenario del Ezcaray Fest. Cámara en mano, observaba atónito la energía que transmitía la banda. Visuales psicodélicos, electrópicos… solo podía observar la escena y gozar. El público, obviamente, se contagió de su ritmo hechicero y no paró de bailar en todo el concierto. No sé si llegaron a bajar el pistón en algún momento, ni siquiera con el ukelele. Si hay un tipo de música perfecta para un festival después de medianoche, son temas como "You and I", "All Night", "LA Calling" o "Love Natural". Los bombos electrónicos y graves a menudo tapaban el resto de la formación, pero al público no parecía importarle. “Muchos gracias, Ezcaray! Eskerrik asko!” no paraba de repetir Sebastian Pringle, ataviado con gafas de ciclista, grandes auriculares, turbante y un poncho multicolor. En algún momento del concierto, en el aire se entremezclaron varios preservativos hinchados y las burbujitas disparadas por Sebastian con su pistola de plástico. Pura fantasía. Cerrarían el concierto con "Plague" y "Love Natural". Dos días después, apostaría a que alguno sigue bailando.

Un bonito festival, que sigue creciendo tras 5 ediciones y evolucionando hacia artistas quizá más pop, que atraen a todos los públicos con actuaciones de gran calidad. Un lugar único, con música que se extiende por toda la localidad. El domingo hubo conciertos en el casco urbano con la propia Yarea y Nunatak.
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