La Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes acogió la segunda edición del enoFestival, evento concebido con la intención de asociar la degustación de vino con la música en directo. Así, alternando actuaciones de grupos y catas de diferentes bodegas discurrió una jornada en la que lo heterogéneo del cartel y el atractivo extramusical de la oferta hizo que el CBA presentase una curiosa mezcla de público (fueron mayoría quienes se acercaron sobre todo para ver a McEnroe y a Hidrogenesse), no siempre con el escenario como principal punto hacia el que dirigir su atención.
A Templeton le toco la difícil tarea de abrir el ENO Festival en el circulo de Bellas Artes de Madrid. La hora era difícil, las 14:00 demasiado pronto para comer, demasiado tarde para el vermut, aun así congregaron a un buen número de personas que se vieron recompensados con el concierto con mejores vistas del festival. Nada más empezar se abrieron las cortinas del inmenso ventanal de la sala de columnas pudiendo disfrutar de unas fantásticas vistas de Madrid mientras unos Templeton algo desubicados se hacían al torrente de luz. Pero esa desorientación les duro poco, enseguida se hicieron con las riendas del mediodía brillando especialmente al final del concierto con temas indiscutibles como “Miedo de verdad y en condiciones”, “Brasil” mucho más festiva que en su versión disco, y “Vestido de blanco”. Demostrando que su directo no entiende de horas y es un aliciente para sus temas.
Poseedor de una voz tan dotada como, en cierta manera, previsible, el madrileño Luis Ramiro, curtido en la ruta de salas de cantautores de la capital, subió al escenario acto seguido para desplegar con una solvencia poco acostumbrada en la escena independiente composiciones como "El Monstruo Del Armario" y "En Círculos", tan cerca de Ismael Serrano, sí, como también de grupos en la onda de Supersubmarina (muy superior en muchos aspectos a algunos de estos, por cierto). No debe de estar acostumbrado Ramiro a la problemática verborreica del público madrileño de conciertos independientes, pues en varios momentos vimos cómo se quejaba de esta coyuntura. Pero es lo que hay, si no han venido a verte, no van a atender. Buen concierto de un artista que sólo a priori no parecía encajar en un evento con ese cartel. Seguidamente, turno para Alondra Bentley, que se hizo acompañar por Nacho Ruiz (teclado y guitarra) y Pepe Andreu (trompeta y fliscorno) para proponer una actuación íntima que apenas funcionó dadas las circunstancias. "Gracias a quienes os tomáis esto como un evento musical", dejó caer Alondra entre canción y canción, principalmente composiciones de su último lanzamiento, "The Garden Room", y del disco para niños que editó el año pasado, "It's Holidays". Fue hacia la segunda parte de la actuación, y con canciones más animadas de su último disco como "Don't Worry Daddy" o "My Sister And Me", cuando Alondra consiguió recibir más atención y generar respuesta. Bonito concierto, media tarde y ambiente cada vez más animado.
Es entonces cuando llega el turno de McEnroe, que, antes de dejar paso a la fiesta con Hidrogenesse y Layabouts, apareció en formato dúo (acompañados por Miren Itza, de Tulsa, en varias canciones) para hacer un emocionante repaso en acústico de títulos como "Vistahermosa", "La Cara Noroeste", "Las Mareas" o "Arquitecto". Estupenda aceptación la generada por McEnroe, un grupo con una trayectoria coherente que va a más porque así lo trabaja y así lo merece. Con el público entregado a las melodías y texturas de los de Getxo, la fiesta continuó, ya sí convertida desde hacía rato en un concierto en toda regla. Cerraron Hidrogenesse (en la foto), un grupo sólo para fans pero con muchos fans, siempre en el filo en su puesta en escena y su propuesta tan sesuda como genuinamente pop, es decir, un fin en sí mismo; y con Layabouts, en casi todos los aspectos situados en las antípodas de Carlos y Genís.
Cerrar un festival siempre es difícil. Salir casi a las doce con una sala llena de fans de Hidrogenese que deambulaban desorientados siempre tiene su merito, pero ver como esos mismos fans acaban bailando y saltando el rock primitivo y visceral de Layabauts eso no tiene precio. Los de Madrid sacaron músculo con el mejor sonido de la noche y un show anfetamínico, conscientes de que esto es una fiesta y tiene acabar por todo lo alto, con gente rebozándose por el suelo, sudor y gritos de pasión. Así sin compasión sonaron rápidos, sucios, valientes, con garra solo interrumpidos por un pequeño problema con los teclados. Como si fueran conscientes de que el tiempo se acaba, se lanzaron a tocar entre el público, rindieron homenaje a sus influencias … en fin, todo lo que esperas en un buen concierto de rock and roll . Repasaron sus dos discos con una pasión esquizofrénica, mezclándolos sin pudor y terminando con un para de temazos como son “Rocks dead” y “Fine for me”. Así con un brindis al sol cerraron cerca de doce horas de vino y música, las rosas las dejaremos para mejor momento.
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