Como en la película de Berlanga, fue un jueves de milagro. Milagro en Portugalete, más en concreto. Resulta que la superbanda Drink The Sea, un sexteto formado por los norteamericanos Peter Buck, guitarra de REM, Barrett Martin, batería y percusión de Screaming Trees y Mad Season, el chileno Alain Johannes, guitarra y productor de Queens of The Stone Age, Eleven, Red Hot Chilli Pepers, Mark lanegan, etc., el inglés Duke Garwood, guitarra, clarinete y voz, proveniente de Mark Lanegan Band, la mexicana Lisette García, vibráfono, y la bajista y contrabajista norteamericana Abbey Blackwell (La Luz, Alvvays, Jonatham Wilson, Cassandra Jenkins), recalaron durante un par de días en los locales de ensayo Groove de Portugalete para preparar su gira europea y americana, que en el caso peninsular incluía Oviedo, Santiago, Cádiz, Sevilla, Valencia, Donostia (sala Dabadaba 5 diciembre), Madrid y León. Entonces Alvaro de Groove, les propone que ya que tenían libre la noche del jueves, podían dar un concierto en la sala ubicada en el mismo pabellón en la zona de Ballonti en Portugalete. Dicho y hecho.
La sala es encantadora y pequeña, para algo menos de doscientas personas y con un escenario con forma de triángulo ovalado. Sólo unos ochenta asistentes, que en todos los casos recordarán el concierto como algo histórico e imborrable. Drink The Sea acaban de publicar un par de álbumes en pocos días, 19 de setiembre y 3 de octubre, sin apenas promoción. El ensayo general de Groove acometió las veintidós piezas que contienen "Drink The Sea I" y "Drink The Sea II", con ligeras variaciones con respecto al orden de las grabaciones. Alain Johannes, sentado con su guitarra, su laúd eléctrico y su cigar box, que suena como una mandolina, a la izquierda del escenario, se convierte con su acento chileno en el portavoz del sexteto, presentado y cantando muchos de los temas. Peter Buck, el más conocido de todos por haber formado parte de R.E.M adopta un papel secundario, en el lado opuesto de la formación, atento a sus guitarras acústica y eléctrica que simultanea. Por cierto, hace exactamente veinte años visitó también el Plateruena de Durango con MInus 5.
Barrett Martin se desplaza a menudo de la batería y de pie toca otras percusiones y haciendo coros. Lisette García, detrás de Alain, centrada en su vibráfono, mientras se encarga también de tocar algo que puede ser una kalimba, y de completar alguno de los comentarios en castellano de su compañero, como un momento en el que se pregunta con una sonrisa cómplice: ¿dónde estamos?, probablemente en alusión al marathon de fechas y lugares que les espera. Abbey Blackwell, al lado de Buck y la más joven del virtuoso plantel, asombra también con el contrabajo, que sólo abandona en los momentos más eléctricos para coger el bajo. Por último Duke Garwood, en el centro, combina guitarra y clarinete, a la vez que intepreta los temas con una voz oscura y recitativa que recuerda muchísimo a Mark Lanegan, por tono y actitud.
A fin de cuentas la sombra de Lanegan (incluso también la del reciente Nick Cave con Warren Ellis) prevalece en muchos momentos del banquete que alcanza las dos horas y cuarto, porque a los veintidós temas señalados añaden al final tres más que después comentaremos. Esa sombra, alargada, cual ciprés, de Lanegan prevalece sí, pero en ningún momento puede hablarse de nada parecido a un intento de emular su música (sus músicas, en realidad). Como ya reflejan sus discos, pero sutilmente hermoseados en escena, Drink The Sea se mueven por tantas formas y géneros, que como marca el presente, no se cierran a ninguno. Pescan y bucean en un mar de sonidos que hacen suyos. Hay psicodelia hipnótica, a veces algo exótica (al compañero Fernando Gegúndez le viene a la cabeza el grupo de psicodelia hawaina de los 70 Mu), otras veces parecen concebir una especie de slowgrunge sinuoso o una revisitación del sonido Canterbury, o las murder ballads, o blues desértico y retorcido, o improvisación de actitud jazzística, y distintas músicas del mundo no anglosajón, como la guitarra portuguesa de "Paredes", en honor al virtuoso compositor Carlos Paredes, o los sonidos bereberes de "Tuareg asteroid" que en sus manos mezclan con prog-rock. Y todo adquiere un sentido único, una coherencia y cohesión que hace que siempre fluya fácil y mantenga la máxima atención de un público anonadado (varios me agradecieron el soplo de un día antes en facebook). Sobresale también el cariz espiritual, ensimismado, ascético, de momentos como "Meteors" o "Butterfly" que cierran el segundo volumen, y que en nada desentonan con el corpus más rockero de "Land of spirits" que tocan poco después.

Cerca de las dos horas de concierto y Alain anuncia que ahora llegarán tres versiones de sus experiencias anteriores, a modo de bis, pero sin la pantomima de despedirse y volver a aparecer. Primero "Making a cross", compuesta por él el día que conoció a Mark Lanegan para las "Desert Sessions" que produjo, lideradas por Josh Homme de Queens of the Stone Age en California, desde finales de los 90, y por donde pasaron infinidad de músicos ilustres, incluído Lanegan, claro. A continuación la gran sorpresa de un emocionante "I one I love", el primer gran éxito multitudinario y universal de R.E.M. de su álbum "Document" de 1987, con ese estribillo de "Fire" coreado por toda la audiencia.
Y el remate de "Hanging tree" de los Queens of The Stone Age de su exitosísimo "Songs for the deaf" de 2002, compuesta también por el músico chileno. Punto final a un concierto magistral, a modo de ensayo general, de seis músicos extraordinarios, que ajenos a la pompa de sus currículums se dedican a hacer música libre y nueva. "Gastamos nuestro dinero en grabar discos y salir de gira. No hay mejor forma de envejecer", declaraban horas antes a la web de RDL. ¿Qué más añadir? Pues que el viernes 5 de diciembre están en el Dabadaba donostiarra y si has llegado hasta aquí, no deberías perdértelo por nada del mundo.
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