En el año en que se cumple el décimo aniversario de las Fiestas Demoscópicas en Galicia, la veterana sala de conciertos viguesa abría sus puertas con un doble cartel compuesto por el joven arousano Alex Casanova y los coruñeses WolRus.
Al primero, pertrechado con un controlador digital y un teclado Micro-Korg, le correspondió poner los primeros acordes a una noche en la que dos maneras diferentes de entender e interpretar el devenir de la música pop y rock quedaron fielmente reflejadas.
En una actuación de treinta minutos el ex componente de The Friendows y autor de la mejor maqueta para esta edición de Mondo Sonoro en 2012, desgranó con aplomo las canciones que dan forma a su repertorio en solitario donde la influencia del synth-pop y las dulces melodías vocales se mezclan con letras en castellano.
Hubo división de opiniones entre el público, pero si algo quedó claro fueron unos síntomas de madurez artística poco habituales en músicos de su edad. Tras él, el aspecto del escenario dio un giro radical, y, junto a la batería y los amplificadores, la visión de un vetusto órgano Hammond borraba el rastro de cualquier huella “digital”.
En su primera visita a Vigo WolRus contaron a su favor con el factor sorpresa, pocos de los asistentes conocían la trayectoria del grupo coruñés que en 2011 publicaba su primer disco “Wooden Tapes” (Rock Indiana/Quequeres) y en breve editarán el minielepé “Chasing The Light” a través del sello valenciano Sunny Day, pero todos quedaron prendados con el despliegue de recursos instrumentales mostrado por el grupo.
Y es que, hoy en día, resulta un lujo encontrar bandas compuestas por tres guitarras, dos voces, bajo, batería y teclado, en la que cada componente aporte al conjunto una personalidad intransferible y transmita al público la sensación de encontrarse ante algo único.
Los momentos de mayor acercamiento al country llegaban con el guitarrista Graham Summer frente al micro, las incursiones al beat eran por cuenta de Miguel Puig y el sentimiento Soul salía de los dedos de Diego Veiga sobre el teclado, sin olvidar la efectiva sobriedad de Joki al bajo y la destacada labor del joven batería Adrían Seijas, que con sólo 21 años desencajó alguna mandíbula con su contundente precisión al golpear los parches.
Uno de los momentos de mayor excitación del concierto tuvo lugar cuando el guitarra solista, Adri MT, se colgó el banjo para interpretar “Far Away the Mountains” ¿alguien más se acordó de Mumford & Sons? haciendo crecer la canción a cada compás con el apoyo de armónica, segundas voces y una plegaria final en la que Diego Veiga parecía
invocar al local de la calle Churruca los espíritus de Gene Clark, Levon Helm, Dennis Wilson, Gram Parsons, George Harrison y Brian Jones. Sin duda ellos también
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