DeciBELIO Festival
Conciertos

DeciBELIO Festival

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01-03-2005
Empresa — Belio / Comunidad de Madrid
Fotografía — Archivo

La osadía de escribir seguidas las palabras “rave” y “cultural” debería ser objeto de debate exhaustivo. Un evento que se define como tal tiene la posibilidad de no conseguir ser ninguna de las dos cosas. Como complemento a Arco, la revista Belio organizó este festival de electrónica severa en una nave industrial. Durante dos noches consecutivas asistimos a una serie de propuestas que discurrieron por diferentes ramas de la electrónica, todas ellas con un denominador común: su falta de concesiones al populismo. Dificultad que se vio solventada, no obstante, gracias a la gratuidad del evento... y a las ganas de fiesta del respetable, claro está. La primera edición de este DeciBELIO comenzó con Metropol, proyecto del barcelonés Mario GF, sin duda lo más melódico que recibirían nuestro oídos. A su lado, Architect resultaron duros de tragar. Los alemanes Substanz T nos adentraron en terrenos más lisérgicos, allanando el camino para las inquietantes atmósferas de Squaremeter, que acabaron envolviendo hasta a los no confesos con esa peculiar mezcla de voces arábigas y sintetizadores ochenteros. Aunque de forma menos evidente, el dúo madrileño Proyecto Mirage también le debe algo a la década más petarda; su techno áspero se ve salpicado con alguna gotita de pop siniestro a través de los chillidos que Alicia H. Willen profesa por un megáfono. En estas estábamos cuando de golpe y porrazo los sonidos industriales son sustituidos por el breakbeat de Kid 606, un mazacote por los cuatro costados, repleto de referencias facilonas que no nos vamos a molestar ni en nombrar. El de Caracas tiene de punk lo mismo que The Offspring. Y el público extasiado. Menos mal que cerró la noche el iconoclasta DJ /Rupture, con una estimulante sesión a base de drum´n´bass con olor a ragga y hip hop creíble. Aunque quizás ya era demasiado tarde. El día siguiente retomó derroteros más oscuros con el exotismo de Strand. Los sonidos que Klangstabil (en la foto) generan a través de todo tipo de aparatitos (Game Boy incluida) se hubieran quedado en mera cacofonía de no ser por la verborrea apocalíptica de Salt. Sin necesidad de micrófono, CTRLer hizo lo propio con su electrónica despiadada: él solo da más miedo que una banda de metal industrial. Por su parte, Az-Rotator jugueteó peligrosamente con la vanguardia y el ruido. Como colofón los alemanes Panacea y Needle Sharing se enfrentaron a base muchos subidones y muchos gritos. El fin de fiesta de este evento organizado con dinero público se lo reservaron los organizadores y directores de la revista Belio, los gemelos Iglesias Algora. Ahora bien, nada de esto hubiese podido entenderse sin las proyecciones; quimeras visuales más o menos acertadas (una grata sorpresa el trabajo de Nikky Schiller & Big Toxic, la primera jornada) y, en menor medida, las performances y el arte urbano. Intentos desesperados por dotar de coartada intelectual lo que, a grandes rasgos, fue una macro-rave.

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