Dos bandas de plena actualidad en el panorama indie estatal protagonizaron otra de las fiestas del club bilbaíno 101, de reciente creación. Por un lado, los guipuzcoanos Grises. Por otro, los murcianos Perro. Los primeros venían a presentar “Animal” (Warner, 2014), su tercer disco largo (y primero con sello multinacional), mientras que los segundos tan solo disponían de las canciones de “Tiene bacalao, tiene melodía” (Miel de Moscas, 2013), su debut, para convencer al personal. Y vaya si lo hicieron.
Abrieron con “Gran ejemplo de juventud”, el corte con el que también arranca su LP, y ya superaron con creces lo esperado. Con dos baterías y dos voces al unísono, aquello ya avisaba de que íbamos a presenciar algo bueno. Partes melódicas, otras más ruidosas, energía, actitud y ese “algo más” tan subjetivo que es prácticamente imposible describirlo con palabras. Porque Perro tienen el “mojo”, vaya si lo tienen. Con intercambio continuo de instrumentos, estribillos quedones, letras con bastante coña y un sonido que, partiendo del pop, llega a ofrecer esbozos tropicalistas (sin olvidar los más que destacables pasajes shoegaze y kraut rock que se han convertido ya en seña de identidad del cuarteto), supieron a gloria canciones como “La Reina De Inglaterra” o “Larry no come”, incluso más de lo que nos habían gustado en el álbum. Acabaron con un desvarío instrumental de 10 minutos que funcionó como broche perfecto para una actuación cortita, pero altamente convincente.
Tras ellos, turno para los de Zestoa, en principio mucho menos cacharreros y enérgicos, más luminosos y discotequeros que sus teloneros, pero que abrieron a fuego, poniendo el cuentarrevoluciones al rojo desde el minuto cero. Una apuesta que, quizá, resultó demasiado apabullante para el público presente, que puede que esperara algo un poco menos… potente. La cosa es que Grises mostraban unas ganas enormes, una entrega total, pero, sin embargo, el respetable no terminaba de reaccionar. Así lo vieron también Eñaut Gaztañaga y los suyos, que preguntaron en varias ocasiones acerca del (por otro lado, bien conocido) inmovilismo de la audiencia bilbaína. Guitarrazos, ritmos bailables, coros gritados bien alto, flashazos… y nada, que aquello no arrancaba. Demasiada euforia, ese era el problema. A medida que el quinteto fue rebajando el octanaje de su propuesta en beneficio de la melodía, del estribillo, del baile y, en definitiva, de su irresistible, hedonista y saltarín pop, aquello mejoró y mejoró, hasta explotar en “Wendy” (su, quizá, mayor hit hasta la fecha), si bien fue el bis lo que con mejor sabor de boca nos dejó, demostrando, además, que las canciones nuevas (“Animal”) casan a la perfección con las más antiguas (“Parfait”).
Un conciertos que empezó muy, muy arriba y que, paradójicamente, fue de menos a más. Con todo, disfrutamos de un rato muy agradable y de dos bandas a seguir muy de cerca, una asomando la cabeza en el panorama “alternativo” y, la otra, por qué no, con muchas posibilidades de cara a públicos aún más amplios. A seguirles la pista, sin duda.
el disco lo sacaron con sony, no con warner..