Cruïlla Barcelona, suma de identidades
Conciertos

Cruïlla Barcelona, suma de identidades

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11-07-2014
Empresa — Barcelona Events Musicals
Sala — Parc del Fòrum, Barcelona
Fotografía — Fernando Ramírez

Las más de cuarenta mil personas que según la organización han asistido al Parc del Fòrum en los tres días que ha durado está nueva edición del Cruïlla Barcelona, confirma que ese concepto que siempre han defendido sus organizadores de “otro festival es posible”, se puede cumplir.

Entre sus aciertos, un recinto del Fòrum acotado y asequible en cuanto a distancias. Una aglomeración de público más que aceptable (por ejemplo, puedo asegurar que sin tener que ser muy hábil se podía llegar hasta las primeras filas de cualquier concierto). Unas actuaciones que no sufren el recorte de tiempo de otros festivales y la mayoría duran hora y media. Y lo principal, la variedad musical mil veces explicada aquí y que no entiende de etiquetas. Digamos que el Cruïlla, a pesar de ser urbano, tiene más que ver con festivales sin límites estilísticos como el danés Roskilde, el húngaro Sziget o el mismo Glastonbury. Un festival que no deja de ser espejo de las variables identidades musicales de la ciudad que lo acoge.
No hace falta pertenecer a ninguna tribu para sentirte a gusto en él, aunque si me apuran diré que la única tribu que importa es la que disfruta con la buena música. Y creo que justo es eso lo que los apasionados entusiastas de la música que organizan el Cruïlla pretenden, que abramos las orejas a cualquier artista que lo merezca sin tener en cuenta ningún maldito prejuicio. ¡Ah! y todo esto a precios bastantes más asequibles que en otros festivales.
Para abordar las aproximadamente cuarenta actuaciones, nos repartimos los grupos, así el maratón musical resultó más disfrutable.

Viernes

El viernes empezó con decepción: nos quedamos sin disfrutar de los tramos más delicados y cálidos de Angus & Julia Stone. Y no tuvieron la culpa. Me explico: cuanto más sutil era la propuesta y más lucía la voz pizpireta y expansiva de Julia, más retumbaba el bombo de los Bongo Botrako de fondo. Nos quedamos con la miel en los labios de escuchar nítidas versiones como “Bloodbluzz Ohio” (The National). Todo por la intromisión de sonido de un escenario a otro. Y eso que el compañero Miguel me comentaba que tampoco los Botrako –en el escenario Time Out (al otro lado del recinto)– quedaron contentos con la pegada, con el ‘punch’, de su sonido. Curioso por la situación, me acerqué a ver qué suerte corría la preciosista propuesta de Orchesta Fireluche en el Lounge Estrella Damm (subiendo las escaleras del escenario Deezer). Pues bien, ni siquiera su increíble “Nina de Miraguano” –ya no sé que más decir de esta maravilla de letra de David Sarsanedas–, con un Pau Riba que se había pasado el resto del concierto tumbado, sonó como merecían. A ellos los devoraban los hermanos Stone. Un despropósito, vamos. Tener un recinto de distancias cortas es un placer, siempre y cuando no se intoxiquen los escenarios. Por suerte el problema se fue desvaneciendo a medida que avanzaba el fin de semana.

"Nos vamos antes que se nos coma Damon Albarn", comentaban entre risas los miembros de la Fireluche. Razón no les faltaba. Pues el británico, estrenando el escenario Estrella Damm (el grande), venía a hacer ruido. ¿En qué quedó el tenso y emocionante "Everyday robots" que venía a presentar? Pues para desgracia de los que venían a disfrutarlo, en poco, bien poco. Damon Albarn, desgarbado y chulesco pero muy motivado, recordaría más a la fuerza y efectismo britpop de Blur que a la sutileza de su último y valioso retoño. Tan sólo los pasajes a piano, o el introspectivo "Lonely press play", le hicieron justicia. Hizo un concierto de festival, y punto, con piezas de Gorillaz incluidas. Como anécdota, una enorme lona con una estrella de siete puntas coronaba las tablas. Pues bien, aunque no está el tema en Gaza para confusiones, nada tiene que ver con el sionismo. Es otra de las obsesiones del británico, ésta con el astrólogo Dr. Dee (1527 – 1608). Los que no hacen dudar ya ni a su sombra son Band of Horses. Ganas les tenía Barcelona tras su cancelación hace dos ediciones por el Primavera Sound. Y al parecer, ellos también andaban extra-motivados. Pese al titubeo inicial de Ben Bridwell a la voz –fina y solitaria con respecto al vendaval de guitarras–, en cuanto Ryan Monroe se sumó a los coros, ya no hubo dudas. “Great salt lake” creó jurisprudencia y el resto de temas fueron un tiro. Entrega es lo que se le pide a una banda con tantos kilómetros a la espalda y el mismo camino, o más, que los americanos es el que han recorrido a golpe de furgoneta La M.O.D.A que, pese a las limitaciones de espacio y sonido de la carpa El Periódico, ametrallaron al público con su mezcla entre música celta, rock vasco ochentero y Balcanes. Si no fuera por lo caro de los litros de cerveza, todos hubiésemos brindado, ¡e incluso nos hubiésemos bañado en ella!

Punto aparte, sí. Punto aparte merece el análisis de Calle13. Los puertorriqueños dieron una lección de fortaleza, de manejo de tiempos y de inversión coherente: la orquesta que manejan suena conjuntada, robusta. Sus temas son ya himnos y como tales los cantan, conscientes de lo que explican. Y, por muy eternamente perseguidos que estén por ultraderecha y ultraizquierda (como narra René con humor y cinismo en “Ojos color sol”), su entrega está fuera de toda duda, y el valor de sus textos y músicas, también. Veremos quién puede defender como ellos el reggaetón entre rap, cumbia y afrobeat. Como no, hubo ‘speeches’ recordando la situación social que vivimos, del todo acertados si luego das paso a un tema majestuoso y bello como “Latinoamérica”. La controversia sobre su madurez política, los ataques mediáticos continuos por su coherencia –sobre todo al otro lado del charco–, me recuerdan curiosamente al azote actual a Pablo Iglesias. Por lo que concluyo: no hay duda que al que alza la voz, aunque sea con excelencia, se le dan palos. Otros que llevan unos meses dando que hablar en Catalunya son Oques Grasses, que desbordaron el minúsculo recinto El Periódico con su mezcla de rumba y humor. ¡Qué sigan corriendo los muchachos!
Yeray S. Iborra

Mi particular viaje el viernes se inició con Santos, los encargados de abrir el festival. Y lo hicieron puntualmente, y eso que no éramos ni una cincuentena en la carpa. Daba igual, ellos empezaron a soltar su descarga eléctrica como si de un estadio se tratara y sonaron bien, Con la gran experiencia de los productores Santos y Fluren y con la potente voz de Jordi Calatayud (ex-Something) al frente, demostraron que tablas y descaro no les falta. Algo de lo tampoco andan escasos Bongo Botrako. Y quizás haya quien no lo sepa, pero grupos como ellos se patean sin parar Cataluña, España y Europa. Y si lo hacen, además con éxito, es porque tienen un show sin fisuras, siempre arriba y casi sin descanso. Sus ritmos festivos, ahora bastantes más rockeros, y sus letras reivindicativas fueron el mejor calentamiento para la larga noche que nos esperaba. Una escapada del concierto de los Bongo me permitió ver como la Orchestra Fireluche seducían a unos pocos con sus instrumentos de juguete y reciclados. Aunque el escenario Lounge resultó escaso para todos los músicos que eran y tampoco estuvo muy bien sonorizado. Entre el público vimos a Joan Colomo o Pau Riba, que subieron en algunos temas a tocar con ellos.

Otros que también juegan su propia liga son Nueva Vulcano. A pesar de coincidir con el sobre estimado Damon Albarn, tuvieron un nutrido y fiel público. Al ahora cuarteto quizás le faltó volumen y algo más de nitidez en su sonido, aunque lo suyo no sea música para virtuosos, pero convencieron a sus acólitos con su apasionado rock sentimental (como dicen ellos), y seguro que sorprendieron a más de uno que no les conocía. De nuevo vuelta a los ritmos festivos con Txarango que dejaron pequeño su espacio para la cantidad de público que fueron a verlos. Al igual que los Bongo demostraron su buen y estructurado show. Entremedio de la vorágine festiva de los Txarango, otra escapada para ver esta vez a Sara Pi y sus delicias soul. Su carrera apenas comienza y se prevé de largo recorrido, aunque no tuvo muchos adeptos (su actuación también coincidía con la de Band of Horses). Y nuestro viaje llegó a uno de los triunfadores de la noche, Vetusta Morla. Con un setlist que no varió mucho de sus últimas presentaciones en sala y que mezcla sabiamente lo mejor de su reciente disco con los hits de sus dos anteriores. Ya el inicio con un Pucho tocando percusiones en solitario y cantando con su emotiva voz el tema “La Deriva”, hizo adivinar que mucho público había acudido a disfrutar con ellos. Hubo grandes momentos como el tremendo final de “Mapas”. La versión casi acústica del excelente “Copenhague”. Ese apasionante “Tour de France” que acabó con todo el mundo gritando a viva voz: “¡antihéroes!”. O el apoteósico final con el épico “Los Días Raros”. Cambio de registro mental para ver a los tuaregs de Tinariwen. No llegaron a congregar mucho público (coincidían en parte con Vetusta Morla y Calle 13), pero los que estaban allí parecían todos “en trance” y poseídos por ese precioso, serpenteante e hipnótico blues del desierto. Da igual que para grabar su nuevo disco se hayan visto obligados a cambiar su desierto del Sahara por el de Joshua Tree de California, o que toquen en Chile, India o aquí (países de su inacabable gira), sus cantos de desesperanza sirven para denunciar su situación y para llenar el alma de gozo. Y de nuevo cambio total de registro para ver uno de los conciertos más esperados, el reencuentro de Sho Hai, Kase-O, Lírico y R de Rumba, o sea Violadores del Verso. A pesar de que cada uno haya apostado por su proyectos en solitario, cuando se juntan se produce aquello de que la suma de unidades, multiplica el producto. No se notó que lo hubieran dejado por un tiempo, siguen en excelente forma, sobre todo líricamente hablando. Y de verdad que aún impresiona cuando mucho de su público es capaz de cantar con ellos cualquiera de sus afiladas y largas letras al completo. Que tengan claro que juntos son imbatibles.
Miguel Amorós


Sábado

Por segundo año consecutivo, como ya reflejaba Miguel en su última crónica, el viernes fue la jornada más ‘Primavera Sound’ (con bandas como Damon Albarn, Band of Horses…), en cambio el sábado el escepticismo daba un paso más allá –¡si es que eso es posible!–. Y eso también se dejó notar en el público –mucho más heterogéneo–. Aunque para cambio en el público, el domingo: el festival apostó por una programación ‘de tarde’ y a la llamada acudieron familias, muchos peques, y también algunos séniors. Pero no empecemos la casa por el tejado, pues a primerísima hora del sábado Valerie June demostró como a veces menos es más, como lo simple puede transmitir lo más complejo. Y es que cuando su voz, acompañada de banjo o violín y con tan sólo base de batería, dejó aflorar lo mejor de sus raíces bluegrass ‘made in’ Memphis... ¡Menudo viaje! ¡Trenes de mercancías y ranchos al poder! Los poquitos que éramos en el Time Out, nos dejamos caer por el Lounge para ‘intentarlo’ con Izah, una suerte de jazz/soul con más vocación por la pose y el momento-brindis-de-cervecita-fría-en-terracita-de-verano que otra cosa. Bases jazz re-sobadas y propuesta ‘light’, más de banda de crucero que de festival. Tal vez un mal día. Tampoco acabó de arrancar María Rodés a la que sin duda la coincidencia con Jack Johnson le restó mucho público. Pese al gran combo que la catalana había montado para la interpretación de su destacable “María canta copla”, la carpa no acabó de hacerle justicia: voces bajas, bolas de sonido. Está fuera de toda duda la delicadeza y candidez de su última propuesta y tal vez eso le valiera el otro ‘baño de masas’ que sí se dio, el de prensa musical –que, por un momento, copó gran parte del público–. No sé cuantos seríamos viendo a Partido, de nuevo en el malogrado Lounge. Pero deberíamos haber sido más, seguro. El directo de la banda capitaneada por Víctor Partido se ha dejado impregnar del carácter más ‘british’ de su “The ruins”, pero sin renunciar al folk ruidoso y maleable que les auguró, en su momento, una gran carrera. Demostraron tablas e ingenio –con ese teclado blues correoso muy, muy destacable– como para tocar en algún lugar mayor. Así lo esperamos: díganme si “There will be blood” no es argumento suficiente. Lástima tener que perderse parte del bolo, aunque el reclamo no era poca cosa: Imelda May había venido a demostrar por qué le ha pasado la mano por la cara a la mayoría de revisionistas de su género fetiche, el rockabilly. Sinuosa, serpenteante y explosiva sobre el escenario, entre ‘pin up girl’ y bailarina de cabaret, y con voz portentosa apoyada a la perfección en las maneras del poliédrico Dave Priseman (trompeta, percusión, guitarra).


Ya de madrugada, llegó la propuesta, sin duda, más multitudinaria del fin de semana. Macklemore & Ryan Lewis antes de salir, ya se dieron a los fuegos artificiales, metáfora fiel de su propuesta: mucha espectacularidad, paleta amplia de color, pero poco fondo. Cómo no, Macklemore apareció con camiseta del Barça (como ya hiciera Snoop Dogg el año pasado); cómo no, Macklemore culpó a gobiernos, instituciones, religiones, etc. de la falta de libertad, demostrando que el vacio de los textos de la banda no es casualidad. Capaces de cantar al lastre de la hegemonía sexual en “Same love” para a continuación soltar comentarios sexistas a destajo: “Barcelona, beaches and girls”. Muy sesudo. Eso sí, movieron al respetable con su buen hacer a las proyecciones, unos músicos volcados (incluidos vientos en directo, muy de agradecer) y un sonido impecable. Destaparon todas las bondades de su “The Heist” para la fiesta y se dejaron lo que sería el presupuesto en guitarras para Berri Txarrak, en humo, mucho humo, en sentido literal. Nombrar a Berri Txarrak no cae del cielo. Y nos viene al dedillo, pues ellos nos hicieron tocar suelo de nuevo. ¿Cómo definir su directo después de veinte años dando el resto? Pues que por tiempo que pase no pierden un punto de tensión: con razón su propuesta es tan exportable, con razón no existen barreras idiomáticas. El poderoso trío euskaldun se ensañó con el nü-metal y nos dejó arrojo (como en la versión de MGMT “Kids”) y buenos presagios, como esas pinceladas ("Etsia") de lo que será su nuevo –y esperado– álbum para finales de año. Otros que no extraña que no paren de tocar fuera son Za! y su siempre maleable ‘show’, a caballo entre el jazz afrocubano, el grunge o el post-rock; algo industrial pero muy orgánico –hecho delante de tus morros–. Muy espectacular. No exagero si digo que ahora mismo son nuestra banda más internacional. Como es habitual Papa duPau –y su trompeta– fue reclamando público, cual flautista de Hamelín, hasta que la carpa El Periódico quedó pequeña. Es tanta la locura a la improvisación que desatan que ya no sé si tocaron o no el “WANANANAI” (su cuarto disco). Ni me importa. Gran broche para la jornada más heterogénea.
Yeray S. Iborra


Mi sábado empezó con el pop de autor de Joan Dausà en la pequeña carpa. Presentaba su nuevo disco “On seràs dema?”, una colección de canciones melódicas en catalán de ritmos suaves y múltiples arreglos. Joan demostró que además de tener buen gusto para la composición, domina la escena gracia a una gran complicidad y proximidad con el público. Algo parecido sucedió con John Butler Trio, pero en uno de los dos escenarios grandes y ante bastantes más espectadores. El guitarrista australiano nos mostró sus diferentes facetas. Junto a sus dos acompañantes sonó melódico en “Better Than”, o eléctricamente poderoso en “Livin’ in the City”. Después se quedó solo con su guitarra y se marcó la intensa “Ocean”, donde demostró su gran virtuosismo con las seis cuerdas. Y como no, nos puso a funkear con la exuberante “Funky Tonight”. Gran actuación. Tras él la hora y media de Jack Johnson, uno de los cabezas de cartel, se nos antojó demasiado plana. En un escenario decorado con maderas, que luego se convirtieron en una espectacular iluminación, y respaldado por bajo, batería y piano, hizo un repaso a sus grandes temas, “Good People”, “Sitting, Waiting, Wishing”, “Shot Reverse Shot”, la versión del “Crosstown Traffic” (Jimi Hendrix) o el “I Got You” donde, al igual que en su anterior visita al Cruïlla, invitó a cantar con él al doctor Estivill (Falsterbo). No se puede negar que son canciones preciosas y bien ejecutadas, pero quizás hay alguien del público que no solo va a verlo por sus exquisitas composiciones. Justo detrás de mí oí esta conversación, un chico le dijo a su pareja a medio concierto: “¿Es muy tranquilo, no? Sí, cariño sí, pero él está muy bueno”. Sin comentarios. Su concierto acabó con “Better Together” y con todo el público coreándola. Y de la tranquilidad al baile de la mano de The Selecter. Estos históricos del ska, que han desaparecido y vuelto en varias ocasiones, siguen con la carismática Pauline Black al frente y pusieron a bailar a todo aquel que se pasó por allí. Con decir que en sus conciertos siguen sonando los dos temas que sacaron en su primer single de 1979, “On The Radio” y “Too Much Pressure”, eso sí que es autentica “old school”. Y tiempo de protegerse los odios para ver de refilón a los valencianos de Betunitzer. De nuevo la pequeña carpa se llenó de “ruido” potente y eléctrico, donde sus instrumentos más que tocados fueron golpeados. Creo que con ellos todos los presentes, en algún momento, estuvimos en riesgo de electrocución. Aunque también se auguraba peligro con Emir Kusturica y su No Smoking Orchestra, pero al final no fue para tanto. Empezó y acabó como siempre, con el himno ruso, y si sus películas son exageradas, pasionales y surrealistas, su banda y su música también. Sin embargo ocurre que ya no está su cantante y showman Dr. Nelle, y sinceramente el espectáculo se ha resentido. Siguen sonando sus clásicos “Bubamara”, “Pit Bull”, “Europa” o “Devil In The Bussiness Class” y siguen haciendo bromas con el público, pero les faltó locura y les sobró descaro. Tras ellos llegó la calma y de nuevo el baile con Jazzanova. Junto al vocalista Paul Randolph, este colectivo de productores y dj’s, hasta más conocidos por sus remezclas, nos mecieron con su nu-jazz electrónico y elegante. Quizás demasiado chillout para la hora que era (entre 2:30-3:45), pero nada que no pudieran resolver Skip&Die. Está banda sudafricana-holandesa echaron el resto, sobre todo su cantante Cata.Pirata, para que los que quedábamos nos viniéramos arriba. Sin ceñirse a un solo estilo, mezclaron cumbia, mbube africano, electrobeat, dub, samba, etc, y dominaron como nadie las bajadas y subidas de ritmos, haciéndolos explotar cuando querían a base de percusiones orgánicas y bases programadas. Cómo sería de explosivo su show, que acabaron cinco minutos antes de tiempo y casi nadie se quejó. Nos dejaron reventados.
Miguel Amorós


Domingo

Este año el Cruïlla alargó por detrás, como explicábamos, en un día festivo y para todos los públicos. ¿El motivo? Acoger a Zaz, después que la cantante francesa pidiera una prórroga para su actuación por la muerte de Jean-Louis Folquier –uno de sus mentores– y su homenaje póstumo. Pero su bolo se antojaba corto como reclamo y el plus de afluencia lo buscó el festival programando a los populares –en Catalunya– Blaumut. La banda barcelonesa, a caballo entre el pop catalán de nueva camada y la orquestación de tintes más clásicos, cumplió con las expectativas y atrajo público. En Catalunya son sonadas sus relaciones con la radiofórmula, TV3 y el Barça (su éxito “Pa amb oli i sal” se oía en las medios partes de los partidos): la santísima Trinidad en tierras de Pep Guardiola, vamos. Todo sonó algo embutido y, pese a que los arreglos son bellos y justos, la intención pop se les come el ingenio. El que tuvo ingenio, y mucho, para sacar partida a la multitud de público que acudió a su encuentro (más del previsto, pues era la única actuación entre Blaumut y Zaz), fue Joan Rovira. Un ‘frontman’ curtido en las calles de París que, con un bombo de pie, saxo, guitarra y mucha labia, enganchó a la audiencia con temas de Beatles, Bobby McFerrin o Police. Veremos la deriva de su propuesta si el boca oreja va funcionando, argumentos tiene.


Llegó el momento de recoger los bártulos. No sin previsible gozo final: nada más y nada menos que Isabelle Geffroys, ‘Zaz’, se cruzaba la frontera para mostrarnos su chanson jazzy popularizada a base de videos de Youtube. Y la verdad, la puesta en escena fue bastante diferente a lo esperado. Pese a lo solvente de la banda, ella no acabó de conectar con la audiencia hasta bien entrado el final: culparemos al castellano (con el que se peleó durante el ‘set’), aunque me parece excusa pobre. El bolo, planteado en tres partes –la más jazzística y swingera, la más valiosa–, pecó de efectista y estándar. Que si un solo de guitarra por aquí, que si para acabar hay que llevar el sonido a lo más alto… Todo ese imaginario de calle y apego al pequeño formato voló por los aires por una propuesta demasiado re-sabida y tocada del tirón. Tan sólo algunas piezas mantuvieron la cordura y dejaron brillar a la voz de Geffroys: “Gamine” o “La long de la route”, entre ellas. El público lo vibró, incluso cuando llegó el despropósito final: “Ja veux” sonó por segunda vez tras los bises –¡y la habían tocado tan sólo hacía quince minutos!–. Poca emoción, demasiado piloto automático. Aunque para excusarla diremos que la culpa fue nuestra por basarnos demasiado en unos videos en Internet: Aish… estos periodistas.
Yeray S. Iborra

2 comentarios
  1. Muchos de los que fuimos a ver a Damon Albarn quedamos muy muy decepcionados con su actuación y con el estado en el que salió al escenario... sin comentarios. ZaZ fue espectacular y conectó con el público desde el minuto 1... siendo comentando en las redes como uno de los mejores conciertos.

  2. Venga va, el concierto de Damon Albarn estuvo bien. Es normal que quisiera animarlo, era un festival y su disco es para disfrutarlo en sala.
    Anónimo, estado de qué?????

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