La fiesta presentación del Contempopranea hacía parada en Salamanca, con cartel cuádruple apostando por un perfil agresivo alejado de ese ‘pop’ incluido en el nombre del ya veterano festival extremeño.
La inauguración de la velada fue cedida a las locales Estrogenuinas, cuarteto femenino de indisimulada querencia por el punk y los 80 en general, y The Runaways en particular. Con un amplio margen de mejora por delante, su concierto resultó en cualquier caso un entretenido aperitivo para lo que vendría después, con temas propios como “Nietzsche es mi fetiche” compartiendo espacio con versiones del “Voy a ser mamá” de Almodóvar y McNamara o una libre adaptación al castellano del “Cherry Bomb” firmado por la mencionada formación norteamericana.
Los cántabros Rusos Blancos tomaron el relevo con el talante más “popero” de la noche, si bien el sexteto tendió a endurecer sobre las tablas el temperamento habitual de sus álbumes. La convincente voz de Manuel Rodríguez, unas acertadas letras generalmente interpretadas en primera persona, y canciones aptas para acompañar a gritos como “Se me enamoran”, “Orfidal y caballero” o la definitiva “Supermodelo” convencieron mientras el ambiente comenzaba a animarse seriamente.
Con dos propuestas hermanadas y excelentes discos bajo el brazo, “Tiene bacalao tiene melodía” (Miel de moscas/Gran sol, 13) y “Juventud Infinita” (Ernie, 14), Perro (en la foto) y Novedades Carminha compitieron ferozmente por el título a macarras de la velada y, de paso, mejor concierto de la noche. Los murcianos presentaron candidatura con los siempre vistosos efectos de llevar dos baterías salvajes e intercambiarse continuamente los instrumentos, además de subir volumen y distorsión hasta niveles estratosféricos. Sucia, desvergonzada y algo pasada de vueltas, la banda tiene un filón en una serie de canciones incontestables, escupidas a todo trapo frente a unos aficionados rendidos ante himnos como “¡Viva el porras!”, “Paco Fiestas”, “Marlotina” o “La reina de la Inglaterra” que, por otro lado, tampoco necesitan de ese ruido excesivo para triunfar. Por su parte los gallegos Carminha optaron por respetar la melodía siempre incluida en su acertado compendio de punk, rock y garaje, consiguiendo así el mejor sonido del evento y desatando el histerismo de sus seguidores.
El trío gallego mantiene en primer plano las inherentes dosis de acidez marca y seña de la casa, convertidas en bomba de relojería sobre el escenario. Puro divertimento al ritmo primario marcado por “Quiero verte bailar”, “Santiago apóstol”, “Fiesta tropical”, la propia “Juventud infinita” o “Jódete y balila”, con las que demostraron encontrarse en su mejor momento y se alzaron como hipotéticos triunfadores de una noche ciertamente sudorosa y consistente.
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