“Tristes guerras / si no es amor la empresa. / Tristes, tristes. / Tristes armas / si no son las palabras. / Tristes, tristes. / Tristes hombres / si no mueren de amores. / Tristes, tristes”. Con estos versos de Miguel Hernández en el aire y con el terrible genocidio que se está perpetrando en Gaza muy presente, comenzamos esta 17ª edición (cuarta en “Torremolinos mon amour”) del Canela Party más reivindicativo hasta la fecha. Un festival marciano y único en su especie, “hecho en Andalucía para el mundo” (mensaje que aparecerá en las pantallas junto a otros más combativos, sociales o igual de divertidos), siempre con la verdad/sentido común y la búsqueda del bienestar individual y colectivo por delante: De “Bailar sí. Dar la chapa no”, al “Pásalo bien siendo siempre buena peña” interiorizado por todos.
Así, a lo largo de cuatro días, 19.000 personas pasamos por los escenarios “Fistro” y “Jarl”, disfrutando de una treintena larga de actuaciones (y una infinidad de pinchadas en la carpa de DJs) sin olvidarnos de Palestina en ningún momento, con proclamas y denuncias de casi todos los grupos incluidas, más banderas y frases proyectadas (durante y entre) actuación y actuación: “Stop Genocide”, “Free Palestine” o “Menos fondos de inversión y más fondos de diversión” entre otras. Tristes, tristes… pero nos aferramos, de miércoles a sábado (Canela rules) a las alegrías del amor, las palabras y la buena música en la mejor de las compañías.
Miércoles 20 y es día de reencuentros, de besos y abrazos, de brindar con la gente que siempre está ahí, de mirarse a los ojos y verse. Por otro lado, ahorro y sostenibilidad se dan la mano este año, sobre todo en la jornada inaugural que nos ocupa: un solo escenario (Fistro, sin sol de cara) y confeti cero, además de 10 euros la entrada si no tienes el abono. Eso sí, menores de 18 años entran gratis y hay castillos flotantes para los peques, jornada “mini Canela” para que se disfracen y se vayan adentrando por el buen camino. La mecha del festival la encienden los malagueños Serpiente Orión (con “Israel estado genocida” proyectado tras ellos en la pantalla desde el inicio de la actuación), desplegando y envolviéndonos en una balacera continua de post-hardcore y punk a discreción, desgranando su disco homónimo del pasado año, con cortes que dejan quemaduras como “Relaxo”, “Valdepenas” o “Hasta aquí”.
Desde Madrid llega la resplandeciente y pegadiza oscuridad post-punk con pátina pop de La Milagrosa, también con debut recién salido del horno bajo el brazo, “Ya no me duele mal” (25), conquistando al público en poco tiempo, con legión de fans incluida en las primeras filas desgañitándose en cada estribillo. “Anestesiado(s)” nos dejan en cada embestida y el pogo colectivo (a medio gas) no cesa, del hipnótico balanceo de la “Danza de la muerte”, a ese reconvertido verso de Kiko Veneno, “Enamorado de la vida, aunque a veces duela” en la pieza que cierra su largo, “La vida es una mierda, pero a veces mola un poco”. No hay papelillos de colores en el aire, pero hasta los vemos y bailamos bajo ellos en “Me paso por tu zona”, “Ponzano” o la desesperanzadora esperanza de un “Cansado” que remueve por dentro.
La banda belga Maria Iskariot, con su incendiaria vocalista y guitarrista a la cabeza, Helena Cazaerck, salen con ganas de pasárselo bien y eso hacen de principio a fin, bidón de gasolina en una mano y cerillas en la otra. Sonido underground, crudo y furioso que te golpea el pecho, con letras críticas y feministas, lástima que el sonido no acompaña por momentos, pero lo dan todo sobre las tablas y entre el público. Momentos álgidos con los huracanados y rabiosos adelantos “Leugenaar” y “Waaromdaarom” (piezas que aparecerán en su disco debut con Montgrí, sello de Cala Vento), con la banda al completo quemando las naves. Mención especial para dos versiones que hacen suya: “Dat Vind Ik Lekker”de sus compatriotas Gorki, con Helena dejándose la piel en cada fraseo y echando lava por la boca, y ese “Tame” de los Pixies en neerlandés (“Tijm”) que les viene como anillo de fuego al dedo, con Cazaerck de nuevo poseída y en llamas. Ganazas de que vea la luz su disco.

Maria Iskariot - Foto de David Pérez
Bajamos las pulsaciones, pero no la intensidad, con los almerienses Palmeras Negras, que desgranan los pasajes de su único disco hasta la fecha, el muy interesante “s/t” (24), absorbiéndonos y empujándonos al agujero negro inmersivo de post-rock y mil aceleraciones que tejen sin pausa, con curvas de luz, bajadas oscuras y subidas centelleantes; explosiones doom-noise y bucles atmosféricos de slowcore y shoegaze que nos hacen entrar en un trance del que tardamos en salir. Del calmado vaivén y la tormenta sonora de “La isla de las flores”, a la abrasiva “Si recordara” que funde. Encrucijada onírica en la que se encuentran Migala y Viva Belgrado por momentos. Les tomamos la matrícula.
Penúltimo trago y cierre multicolor de la jornada con los siempre efectivos Kokoshca, haciendo que la luna malagueña baile a ritmo de un infalible cóctel pop-punk-rock que manejan como los mejores. De piezas redondísimas de su último trabajo, “La juventud” (24): “Parkour”, la ultra pegadiza titular o esa “Huella de ti” que no logro borrar del todo, al “Sácame a bailar” de despedida; sin olvidar cumbres de quereres que vienen y van, himnos a bocajarro directos al lado izquierdo del pecho, “Te sigo esperando” y “Regresando a la ciudad”, que aún escuecen, o un “No volveré” que gritamos como mantra sanador, pero que nunca cumplimos del todo.
El Jueves 21 es un día grande y, una vez más, tengo la inmensa suerte de apagar velas y celebrarlo rodeado de buena gente, las y los mejores. La brisa fresca y brumosa del bedroom pop melódico de la ex Solo Astra, Gabriela Casero, ahora a la cabeza de Casero, nos da la bienvenida con “Algo que ganar” en el escenario Fistro; para seguir por la senda de los desencantos personales y amores/desamores con espinas, lugares comunes compartidos que trepan por un atardecer que comienza a desmoronarse. Del “Romance extremo” a la amargura de “La verdad…”, hasta llegar al “Cada superficie” final. Chicas y guitarras al poder, es el turno de Mourn en el escenario Jarl, vaciándose canción a canción y derrochando personalidad y una energía abrumadora, del power pop con regusto a punk radiante del “We could be Friends” de apertura, con el que le inyectan un extra de luz al mismísimo Sol, a las pegadizas melodías de sus últimos sencillos en castellano, “Alegre y jovial” y “Verdura y sentimiento”, que ganan fuerza en vivo. Regusto a la PJ Harvey más afilada y a las añoradas Dover a cada paso, dejando huella y demostrando sobradas tablas en cortes como “Afterstate” o “Truck driver”, y haciéndonos besar la lona en la recta final con una ferocidad desbocada que nos deja con ganas de más tras el gancho y temblor de tierra de “Apahty”.
Teníamos muchas ganas de perdernos en el Triángulo de la Bermudas que se acercaba con las tres cabezas de cartel de la jornada y primero llega el turno de la australiana (nacida en Sudáfrica, de padres refugiados tamiles de Sri Lanka) Ecca Vandal y, antes de que nos dé tiempo a parpadear, nos arrastra como uno de los claros huracanes de esta edición. Con un flow y magnetismo total sobre las tablas y una voz explosiva, en formato trío, Vandal despliega un eclecticismo sonoro al alcance sólo de las elegidas: del R&B, al rap, pasando por el soul y el punk-hardcore más atronador entre otros géneros. Así nos pasa por encima con “Bleed but never die”, nos hechiza con “Then there’s one” y abre el cielo en dos con una “Cruising to self soothe” que se escucha hasta en la feria de Málaga. Combativa y pisando fuerte en todo momento, con Palestina presente, organiza también un pogo femenino para el recuerdo, llamando a las chicas a ocupar las primeras filas. A los pies de Ecca Vandal quedamos, otro nombre que apuntamos a fuego y de la que esperamos ansiosos nuevo material. Y de la jefaza Vandal, nos vamos con dos jefazas más, las británicas Phoebe Lunny y Lily Macieira, Lambrini Girls, más Misha Phillips a la batería completando el formato del directo. Si en su incendiario debut “Who let the Dogs Out” (25) son reivindicativas y defienden toda injusticia, en vivo, entre canción y canción, disparan fuego en todas las direcciones y no dejan títere con cabeza: defensa de Palestina, los derechos trans, el feminismo, denuncia del capitalismo y el imperialismo y mil batallas más en las que estamos a una u “os vais”. Con el “Free Palestine” en todo momento en la pantalla, nos sumergen en una desenfrenada orgía de riffs y gritos endiablados y sudorosos sin tregua. Recorren su cancionero y nos hacen volar por los aires con cada interpretación a tumba abierta, especialmente salvajes suenan bombas de destrucción masiva como “Company Culture”, “Bad Apple”, “No Homo”, “Love” o un “Cuntology 101” que termina por reventar todo termómetro. Y mención destacada para una “Big Dick Energy” en la que, a los pocos minutos de pisar las tablas, Phoebe baja del escenario y entre el público, abre una gran autopista que los divide en dos bandos, poniéndolos en cuclillas a tocar palmas y dejando claras las instrucciones a seguir: una vez que ella vuelva al escenario y dé la señal, todos en pie y fuera separación en un pogo antológico.

Bob Vylan - Foto de David Pérez
Cambio de escenario, pero no cesa la jornada más reivindicativa que se recuerda en un Canela, esta vez el relevo lo toma el dúo Bob Vylan, con Wade Laurence George a la batería y samples, y Pascal Robinson-Foster como frontman en continuo estado de ebullición y agitador de conciencias incansable, con la pantalla subrayando cada mensaje que escupe, como el que proyectó durante su concierto en Glastonbury y por el que fue silenciado en Reino Unido: “Palestina libre. La ONU lo llama ‘genocidio’. La BBC lo llama ‘conflicto’”. Independientes y sin miedo a represalias, disparan proclamas a diestro y siniestro, incluido el “Muerte, muerte a las IDF (Fuerzas de Defensa Israelíes)” que provocó que les cancelaran gran parte de su gira, acusados de antisemitas. Pascal Robinson-Foster sale a escena y tras unos estiramientos y meditaciones, prende la mecha y dinamita todo lo que se le pone por delante, rodillas al aire, corriendo por el escenario sin parar y saltando sin camiseta sobre el público, fusionando punk-rock-hardcore, rap, funk y reggae como si fuera la última noche en la Tierra. Del “Down” inicial al “I Heard You Want Your Country Back”, pasando por “Dream Big”, “Right here” o “He’s a Man”. Fragmento del “Everybody Loves the Sunshine” de Roy Ayers y recta final con “Ring the alarm”, “We Live Here” y “Hunger games” como partes destacadas de la traca de cierre.
Estamos para el arrastre tras los tres tornados que han azotado los escenarios Jarl y Fistro, pero es el turno de una banda ya más que familiar por estos lares, Biznaga, y no fallan jamás ni hacen prisioneros. Balacera de punk afilado, político y combativo de la vieja escuela con melodías pop y giros post-punk, siempre rabioso y sin frenos. Suenan mejor que nunca “Contra mi generación”, “Una ciudad cualquiera”, “El futuro sobre plano” y una “Gran renuncia” que, al igual que el himno “Madrid nos pertenece”, en mis oídos, Álvaro García funde sus cuerdas vocales con las de Evaristo Páramos más que nunca. Y remate con otra masterpiece de su sobresaliente y último disco hasta la fecha, “¡Ahora!” (24), “El entusiasmo” como disidencia y resistencia, “una canción de amor y acción directa”.
Con la triste cancelación de Maruja a última hora (esperemos desquitarnos el próximo año), los horarios se adelantan y ponemos velocidad de crucero. Naufragamos con los bilbaínos Sal del coche y su “Ciudad de polvo” (24), a medio camino del free jazz, el post-punk, la no wave y el hip hop más funk y marciano. Especialmente libérrimas, adictivas y efervescentes suenan pistas como “Año 2000”, la titular “Ciudad de polvo” y “Máquina de humo”. Aiko el Grupo es otra de las bandas que ya forman parte de la familia Canela y le inyectan un plus de energía y luminosidad pop-punk a la madrugada con clásicos de su cancionero como “Romantinski”, una “A mí ya me iba mal de antes” que nos habría gustado estirar hasta el infinito o la también adictiva y compañera de surcos “Si me conoces tanto (¿Por qué me haces sufrir?)”. Cima del show con la versión siempre eufórica y eterna del “Toro” de El Columpio Asesino. El broche llega con la perturbadora tensión y violencia sonora controlada de los madrileños Somos la Herencia, arrebatándonos el último hilo de energía con pogos bañados en una resplandeciente oscuridad post-punk.
Es Viernes 22 y no amanecer flotando boca abajo en la piscina es ya de premio. Engañamos a la resaca y disfrutamos de la vuelta de Maple a los escenarios tras 15 años en el dique seco. Magia made in Canela. Se nota la emoción sincera en miradas y sonrisas compartidas, la conexión y el disfrute del quinteto barcelonés en cada sentida interpretación. Emocore a flor de piel, recorriendo los surcos del espléndido “The Daily Charm” (03) y desatando una brisa fresca que parece humedecer de felicidad y nostalgia los ojos de muchos fans presentes. De la intensidad de “For you” a “On The Bright Side”, cumbres emocionales de un show que es una montaña rusa de sentimientos continuos. Antes abrieron Bum Motion Club, shoegaze con nervio post-punk. Llegamos a las últimas canciones de la banda de Aranjuez y nos da tiempo de saltar al “Abismo” y contemplar que, de la melancolía, puede brotar una luz que nos lleve a otro lugar.
La tarde sigue sumergiéndonos en nostalgia sonora, pero que se torna ahora alegría y pura luz por momentos con los canadienses Ducks Ltd., meciéndonos con una suerte de jangle pop a base de melodías vocales y una brisa de guitarras que nos hacen creer que, por fin sí, este verano será eterno. Así, nos aferramos con uñas y dientes a temas como “Train full of gasoline” o una “18 Cigarettes” que no queremos que termine bajo ningún concepto.
Bar Italia se cayeron del cartel el año pasado y había ganas de hincarles el diente esta noche. Sale a escena el trío británico, Nina Cristante, Sam Fenton y Jezmi Tarik Fehmi, bien flanqueado en la retaguardia por batería y bajo, y tardan segundos en atraparnos a base de estilizado indie-rock y sombrío post-punk que centellea y arde a cada paso. Melodías pausadas y crescendos sonoros potentes que no terminan de estallar, con ecos grunge, nu-metal, shoegaze y britpop. De una “Fundraiser” que suena deslumbrante en directo y nos hace salivar pensando en el nuevo álbum que se acerca, a hits incontestables de la banda como “Nurse!”, “Punkt”, la guitarrera “My little tony” o ese onírico bucle de “Skylinny” que nos recuerda que hay gente “nacida para huir”. Nosotros no huimos, seguimos prisioneros de los cantos de sirena espacial y movimientos sinuosos de una hipnótica Nina Cristante que tardaremos en quitarnos de la cabeza.

Bar Italia - Foto de David Pérez
Si hoy reinaba cierta calma plagada de pegadizas melodías nostálgicas y resplandores pop, el mundo de las sombras y la contundencia metalera más aplastante de la edición estaba a punto de zarandearnos como muñecos de trapo y anunciar un apocalipsis sonoro al alcance de pocas bandas… Los belgas Amenra salen a escena con el vocalista Colin H. van Eeckhout (canta la mayor parte del repertorio de espaldas al público) y el guitarrista Mathieu Vandekerckhove a la cabeza, más Bjorn Lebon aporreando el centro de la Tierra a la batería, Lennart Bossu a la guitarra y Levy Seynaeve al bajo. Visuales en blanco y negro y comienza una misa espectral en la que, a base de un magnético y personalísimo cóctel de black metal, doom y post-hardcore ensordecedor, toda luz se transforma en oscuridad. Muchos seguidores entre el público de la banda belga, que están aquí expresamente para verlos a ellos, y otros que no se esperaban este aquelarre purificador e intentan que los ojos no se les salgan de las órbitas, huyendo a la carpa de DJs (siempre fiesta asegurada). Pero con Amenra puedes correr, no esconderte. Mathieu y Lennart comienzan a rasgar guitarras y la voz de Colin se extiende sobre nosotros con una “Razoreater” de una belleza paralizante y ya nos tienen en sus garras… Se parte el cielo en mil pedazos con “Plus près de toi”, del magnífico “Mass VI” (17), del que también rescatan una de sus piezas maestras, la hechizante y cegadora “A solitary reign”, tras la cual, si se hubiera acabado el mundo, nadie habría puesto ninguna objeción. Entre medio, balacera de black metal a quemarropa con “De Evenmens”, de su último disco de estudio hasta la fecha, “De Doorn” (21), con un inicio que te araña por dentro, un respiro intermedio y un crescendo que, cuando abrimos los ojos, podemos ver desde las alturas la feria y todo Málaga. Aún quedarían dos zarpazos más de casi diez minutos de intensidad, una “Am Kreuz” a tumba abierta desde el primer segundo y “Silver Needle” como colofón de una experiencia extrema, tras la cual, más de uno volverá a desempolvar y revisitar sus discos más metaleros. Y entre bromas, antes del fin, comentamos: “Ahora seguro que sale del cañon confeti negro y murciélagos…”. Faltaron solo los murciélagos. Aplauso infinito para el Canela.
Cogemos aire y estamos a punto de vivir otro de los grandes bolos de esta edición (y del festival en sí) con Kasu Makino y los gemelos Amedeo y Simon Pace, el trío neoyorquino Blonde Redhead. Aparecen entre humo y el aura de magia solo hace crecer y crecer nada más comenzar con la zigzagueante “Falling man” y fundir con una inquietante “Bipolar” que, con todo el público contoneándose al ritmo que marcan Makino y los Pace, nos teletransportan del escenario Jarl, al mismísimo Roadhouse de Twin Peaks, donde permaneceremos (no despertaremos) hasta que termine la actuación. Así, seguimos vibrando y flotando con hits escogidos de dos de sus mejores discos, “23” (07) y “Sit Down for Dinner” (23), su esperadísima vuelta, tras casi una década sin sacar nuevo material de estudio. De este último, Amedeo canta la estupenda “Snowman”, con Kasu a los coros, para luego retomar Makino la voz principal en la sugerente y onírica atmósfera de “Sit down for Dinner, Pt. 2” y en la esperadísima “23”, en la que de nuevo nos elevamos con ellos por los cielos de Málaga, Twin Peaks o allá donde quieran llevarnos. Maravilla. No queremos que se acabe, pero se despiden con una “Kiss Her Kiss Her” que también roza el milagro.
Conscientes de que hemos tocado y roto techo con Blonde Redhead, nos dejamos ir y el piloto automático nos lleva a celebrar los 25 años del “Something To Write Home About” (99) de The Get Up Kids, que repasan de principio a fin, con pogos incluidos y momentos álgidos en la inicial y siempre afilada “Holiday”, “Action & Action” o esos dolientes “Ten minutes”. Los fans se desgañitan con estos referentes del emocore, y como broche fuera de carta un “Don’t Hate Me” de su debut “Four minute mile” (97). Gran parte del público parte en retirada o a la zona de food truck a comer y descansar, pero el tridente nacional encargado de cerrar la jornada no levanta el pie del acelerador. Primero los pamploneses Tatxers que, sin tener el mejor sonido, derrochan energía a base de power pop-punk luminoso y garajero en euskera con curvas y subidas mil. Axolotes Mexicanos no se querían perder la fiesta de disfraces del sábado y le hicieron un buen homenaje a Ibáñez con personajes de Mortadelo y Filemón, ambos incluidos, más el Profesor Bacterio a la batería, el Superintendente Vicente al bajo y Ofelia al micro. Despliegan su colorido universo de pop naif y mal de amores que hace que baile y salte todo el que queda en pie. De “Amarre” a “Rosas y espinas” o ese “Te quiero (...)” que desata uno de los últimos pogos de la noche. La melancolía resurge con fuerza para un último baile a ritmo de dark wave y post-punk sintetizado con Depresión Sonora, Marcos Crespo al frente, dándonos la “bienvenida a su caos” y lugares comunes. Pogo en “Ya no hay verano” como protesta y frase de “Gasolina y mechero” que deja su estela en el aire: “Enamórate, nos morimos igual”. “Como todo el mundo” y nos vamos retando a la parca con ese “Baila, baila, baila, baila, baila, baila, baila conmigo / hasta que no haya nadie, / hasta que llegue la muerte”.
El Sábado 23 es el gran pitote, la fiesta de disfraces más marciana del planeta. Esto quiere decir que la peña se retrasa en llegar ultimando indumentarias, ensayando coreografías, alargando el parkineo o haciendo cola para la foto oficial. Le toca abrir el escenario Fistro y lidiar con todo esto y más al quinteto catalán El Diablo de Shanghai, con indumentarias de domingueros playeros y sudando punk-rock y energía a raudales, contagiando al numeroso público que canta, baila, se apunta a una conga colectiva y poguea cada hit de su cancionero. Hacemos lo propio con “Joven ciudad” y subimos al “Himalaya” tras hacernos la foto de rigor con Carmina rules. Y comienzan a desfilar personajes de ayer, hoy y siempre, a interactuar y compartir buen rollo entre conciertos y con la música de fondo, eso es el Canela. Así, te puedes cruzar con las chicas de la peli de “La Sustancia”, transformaciones a lo largo de la noche incluidas, con Van Goth y sus Girasoles repartiendo 5 kilos de pipas (literal), una guerra malaguita entre Palomas y Cotorras, al padre de “Cariño he encogido a los niños” en busca de su prole, o a David Lynch buscando a Laura Palmer para unas últimas tomas que quedaron pendientes en el más acá… La Pantera rosa tras salir de la lavadora, un Pulpo gigante que aparece cuando menos te lo esperas, el gran Ozzy Osbourne comiéndose un murciélago o la Virgen de la Macarena antes y después de la restauración. Y cuidado si vas con prisas, que el puto radar de 90 (con sus arbustos incluidos) está al acecho y te puede pillar…
Riffs al poder y Shego salen tan guerreras como siempre, presentándonos y desgranando su sobresaliente “No lo volveré a hacer” (25), ese duelo narrado que nos puede sonar familiar y el necesario recorrido de lugares comunes para superar una ruptura sentimental. Maite Gallardo, Charlotte Augusteijn y Raquel Cerro, de Destiny's Child caneleras para la ocasión, nos calan al atardecer con “Aunque duela” y ese “Me voy a tener que ir, / parece que la pena está durando / demasiado tiempo…”, sumándonos a “Mantra” con ese enfurecido estribillo que da título al álbum y gritamos al unísono, pero que muy posiblemente no tardaremos en olvidar… Mientras tanto, “¡Viva!” de Los Punsetes y que siga la fiesta.
Muchas ganas teníamos de disfrutar de MJ Lenderman & the Wind y salen a por el partido, raquetas en mano y de blanco Wimbledon (pista de tenis como imagen fija en la pantalla), con Lenderman demostrando en poco tiempo que a la guitarra y al fraseo tiene la misma clase o más que el mismísimo Federer. Folk-country interestelar, con piezas claves de su magnífico “Manning Fireworks” (24) brillando más que las estrellas: de la muy guitarrera “Rudolph” inicial, con toda la banda vaciándose en el escenario, a una sentidísima interpretación de “Wristwatch” que ya le da punto de partido, para rematarnos con una “She’s Leaving You” que reabre alguna herida que otra y se nos queda pegada como salitre a la piel. Ya tiene la victoria en sus manos, pero decide tirar las puertas del cielo esta noche, desgañitándose y haciendo saltar chispas/perseidas de su guitarra en “Knockin” y cerrar con una apoteósica “Tastes Just Like It Costs” para el recuerdo.
Frankie and the Witch Fingers salen a escena con cara de niños traviesos y, directamente, tras un “¿Estáis locos?”, nos pasan por encima una y otra vez, canción a canción. Marcianada de sonido que crece como una enredadera de neón por el cielo de Torremolinos sin que nos dé tiempo a asimilar tanto poderío mutante y psicodélico. De la descomunal “Empire” de apertura con la que ya nos noquean, a la ráfaga de riffs de la compañera de surcos “Electricide” que deja quemaduras en todos los presentes. Centran el repertorio en sus dos últimos trabajos, especialmente en su flamante “Trash Classic” (25), octavo álbum de estudio que vio la luz en junio, del que nos arrojan cócteles molotov en llamas como “Dead Silence”, una “T.V. Baby” en la que el bajo de Nikki Pickle hace que se tambalee todo el recinto y una “Total reset” de otro planeta. Traca final con garage de altos quilates en “Cops and Robbers” y una “Bonehead” que va creciendo cada vez más en su propia destrucción sonora.
Necesitamos una pausa tras la invasión alienígena y llegamos al show de Joyce Manor ya avanzado, con indie rock que refresca las llamas que aún llevamos dentro. “Constant Headache”, “Catalina Fight Song” y recuperamos gran parte de la batería gastada.
Menudo cartelazo el de hoy, tanto que se nos olvidan algunos nombres que teníamos apuntado a fuego, como los británicos Fat Dog que, con su frontman Joe Love a la cabeza, arriba en el escenario y entre el público, cuelgan una bola de espejos entre las estrellas y montan una rave de dance-punk de colores y aromas mil. Un glorioso y pegadizo caos que hace que baile y salte hasta el que parecía que ya había pasado a mejor vida. Recorren su imprescindible debut, “Woof.” (24) y hacen que el suelo entre en ebullición bajo nuestros pies desde la “Vigilante” inicial, pasando por cortes invencibles como la bendita locura de “King of the Slugs” o una “Running” que nos pone el corazón en la boca, con ganas de hacerse hueco entre los dientes, saltar y quemar también a cada latido la pista de baile improvisada que han organizado Joe Love y compañía. Fat Dog inda house.
Comienza “In Amber”, le sigue “Brown paper bag” y no es hasta “Under the sun” cuando nos damos cuenta de que estamos sin tocar el suelo, flotando con el shoegaze crepuscular de la banda de Brooklyn DIIV, con Zachary Cole Smith al mando. Un cuarteto que parece un chiste de entrada: un pirata, una agente de policía, un Tío Sam y Alicia del País de las Maravillas… Pero poca broma, se marcan un bolo perfecto que deja huella, de lo mejor de la jornada. De una mágica “Take your time” en forma de estrella fugaz que se nos escapa entre los dedos, a la titular de su notabilísimo último trabajo “Frog in Boiling Water” (24), pasando por una “Blankenship” de guitarras en llamas o ese bajo matador de una “Doused” que aún nos centrifuga por dentro y que anuncia un final que no queríamos que llegara.
Si Fat Dog hicieron bailar hasta a los muertos y Frankie and the Witch Fingers nos pasaron por encima, ahora es el turno de nuestros King Gizzard particulares, cada vez más grandes y con un sello propio indiscutible, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Salen disfrazados de la serie “Campeones, Oliver y Benji”, con la sintonía incluida y el festival a sus pies, se los quiere y se merecen todo lo mejor. Siempre se dejan la piel sobre las tablas, ya sea en una pequeña sala o ante miles de personas, y hoy al Canela, como deja claro Miguel nada más empezar, “¡El mejor festival del mundo!”, vienen con ganas extras. “Seis Pistones (Makensy's Dream)” y las llamaradas del dragón de seis cabezas no paran de sobrevolarnos ni un segundo hasta el final de un show en el que los altavoces están a punto de reventar en todo momento. De “El Valle” a “La Fuente”, pasando por “Gitana”, “Turbocamello” o la cañí y muy coreada “Las leyes de la frontera”. Son seis de los nuestros y los queremos siempre en nuestro equipo, con Miguelito entre el público volando o demostrando sus dotes futbolísticas dándole pataitas a un balón. La banda al completo es una bomba de relojería que cada vez suena más contundente, libre y ecléctica, del stoner, al trash metal, pasando por el rock andaluz más psicodélico y el quejío flamenco más eléctrico, y todo derrochando naturalidad y autenticidad por los cuatro costaos. Recta final en la que se tambalea el planeta Tierra con traca de hits al alcance de pocas bandas: “Dámela”, “Samrkanda”, “The New Gizz”, “Aliento de dragón” y “El salto del gitano”.
Con los oídos pidiendo una tregua y tarareando “La cachimba” de Los Chichos, nos acercamos a un nuevo renacer y destrucción con los esperadísimos Tropical Fuck Storm. Con Fiona Kitschin totalmente recuperada, Gareth Liddiard, Erica Dunn y la Lauren Hammel, el cuarteto australiano más abrasivo e inquieto de la última década, salen a escena y a por todas, embistiéndonos con toda su cacharrería en una “Braindrops” perfecta para aspirarnos hacia su universo de ida y no vuelta. Tres zarpazos de su rugosa, marciana y adictiva nueva locura, “Fayryland Codex” (25), seguida del “Ann” de los Stooges y una emocionantísima “You let my tyres down” (lagrimita por Drone) que siempre nos hace un nudo en la garganta y nos estruja el lado izquierdo del pecho. Cogemos algo de aire en el inicio de “Paradise” para volver rápidamente a las alturas y ya no bajar hasta mucho después del último baile con el “Stayin’ Alive” de los Bee Gees. Gracias, Canela, otra cicatriz sonora que nos llevamos.
Esto se acaba, pero aún queda dinamita, fiesta y puertas por cerrar, primero con Parquesvr o ¿con Rusowsky? Con Javi Ferrara de rubio y la portada gigante del “Daisy” (25) fija en la pantalla. Ironía ácida y combativa para bailar hasta el amanecer y más allá. Ferrara y compañía parecen haber germinado, como los hombres de “Amanece que no es poco”, en las tierras primigenias de confeti del Canela y son Party asegurada. Bacanal de hits continua: “Tu nombre es una puerta por cerrar”, “Juancarlista”, “Almodóvor Amenábor”, “Todos menos tú” o ese pelotón que nos lleva por delante en “Lance Armstrong”. Genio y figura.

Les Savy Fav - Foto de David Pérez
Abróchense los cinturones, revisen sus seguros de vida, despídanse de sus seres queridos y borren nombres del testamento y escriban el de sus perros y gatos… Todo puede pasar con los neoyorkinos Les Savy Fav y ese frontman/kamikaze inclasificable que está al frente, Tim Harrington. Tarda segundos en bajar del escenario y recorrer cada palmo del terreno cantando entre el público. Locurón con temazos como “The Sweat Descends”, “Void Moon” o “Let's Get Out of Here”. Lo mismo se lleva una valla amarilla y la utiliza de escalera para volver al escenario, que coge en peso el cañón de confeti y lo termina volcando entre la multitud, o saca un palé de madera y se monta encima para salir en procesión caneliense con costaleros disfrazados de mil colores… Si no estuviste allí, todo lo que te cuenten es poco. Vivos de milagro.
Tras la liada mundial de Mr. Harrington y compañía, las bajas son numerosas y entendibles, pero Grande Amore, disfrazados de Turbonegro, se marcan el cierre perfecto, versión del “Kick Out The Jams” de MC5 incluida y aparición estelar de Raquel de Shego a la guitarra, con momento cumbre de Nuno Pico saltando al público y cantando sobre nosotros esa masterpiece indiscutible de “Esta pena que a veces teño, / que non me deixa estar triste, / nin me deixa estar contento…”. Así quedamos, con el corazón contento, confeti aún apareciendo por todos lados y esa pena que a veces teño cada vez que rememoramos lo vivido en un Canela único y más para el recuerdo. Como rezaba la camiseta de Tim Harrington: “I´m just happy to be here”. Ahí seguimos y ahí volveremos.

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