El Jefe está cabreado
ConciertosBruce Springsteen

El Jefe está cabreado

8 / 10
Jaime G. Lopez “Desperdicios” — 23-06-2025
Fecha — 21 junio, 2025
Sala — Reale Arena (Donostia)
Fotografía — René VanDiemen

Sin concesiones, o con muy pocas, Bruce Springsteen saltó al escenario de Anoeta nueve años después de su última cita en la ciudad ( "The River Tour", 2016) para mostrar su enorme enfado y contrariedad por las políticas del presidente de su país y el efecto destructor que está teniendo sobre esa idea de la América que él representa y sobre la que ha cantado durante los últimos 50 años.

Sin duda fue el del sábado un concierto muy político donde encajó temas de todas sus épocas que versan sobre el desencanto con el sueño americano junto a cantos de esperanza y redención. Como queriendo aunar la crítica política con la promesa de una solución a la actual corriente política antidemocrática de la mano de la reacción ciudadana. Y todo refrendado en sinceros y enérgicos discursos que ya le han ganado al animadversión de su presidente y seguidores.

Abrió, la intermitentemente lluviosa velada, con “No Surrender”(Sin Rendición) que en su verso clave “aprendimos más de una canción de dos minutos / de lo que llegamos a aprender en el colegio” pretende reivindicar el actualmente perdido poder transformador de la música Rock , como lo fue en las décadas claves de su desarrollo y parece haber perdido. En duplas de crítica y optimismo fue desgranando su repertorio “Land of Hope and Dreams” contra la desesperanza de “Death to my Hometown”, una de las cumbres de la noche tocada con gran sobriedad “Darkness on the Edge of Town” era contrarrestada por el optimismo de “The Promised Land”, aunque el mensaje de esta última sea ambivalente.

Como hemos dicho con la lluvia haciendo acto de presencia de manera intermitente pero persistente le tocó el turno al tema que escribió en su último disco pensando en Trump, “The Rainmaker” y su acertado análisis del ascenso de a quien define en sus presentaciones como un “imbécil, corrupto e incompetente”. Enlazada argumentalmente “Youngstown” ese tema que versa sobre las familias trabajadoras que van perdiendo su trabajo bajo las falsas promesas de mejores tiempos después de haber peleado en todas las guerras a los que sus dirigentes mandaron.

En el aspecto musical la solvencia de esta versión extendida de la E Street Band con tres coristas, cuatro vientos, percusionista, dos teclistas, tres guitarras y la base rítmica es de sobra conocida, son capaces de transitar por todas las épocas y estilos de la discografía de Springsteen sin descarrilar y aportando diferentes colores y sonoridades sobre los originales. Todos tienen sus momentos desde la recreación de los épicos solos de Clarence Clemons ("Badlands", "Born To Run", "Tenth Avenue Freeze Out") de la mano de su sobrino Jack Clemons una suerte de joven escudero del maduro Springsteen. La prodigiosa batería de Max Weinberg que desde los primeros redobles no deja de ser la locomotora conductora –sin ninguna pausa entre temas– con redobles y contundencia y que siempre tiene sus momentos de lucimiento ("My Love Will Not Let you Down", "Murder Incorporated"...) . A las prodigiosas y diferentes guitarras aportadas por Nils Lofsgren con dejes hendrixianos en sus ataques con púa de pulgar ("Youngstown", "Because the Night"...) , los solos distorsionados de Bruce en “Rainmaker” y la icónica “Badlands” (que el sábado sonó menos como relleno y con más mala leche) y el “consigliere” Steve Van Zandt que además de aportar acústicas ("The River"), mandolina eléctrica y una colección de guitarras que para sí les gustaría a muchos ( Rickenbakers de seis y doce cuerdas, Gretsch Black Falcon, Stratocasters, Ephipones …) hizo suyas “Murder Incorporated” y “Born to Run”. Gary W. Tallent actualmente el único miembro original de la primera reencarnación de la E Street Band aportó un bajo omnipresente que se dejó sentir durante todo el show por encima de las capas instrumentales de esa extendida banda.

La parte principal del concierto hasta los bises se extendió durante dos horas en las que como hemos dicho predominó rock afilado y airado con pocas concesiones hasta el final más festivo que enlazó con viejos hits del gusto popular como "Born to Run", "Bobby Jean", "Dancin’ in the Dark", "Tenth Avenue" y una latinizada y bailonga "Twist & Shout" más heredera de The Beatles que de Isley Brothers. Remató faena y concierto con el himno folk dylaniano “Chimes of Freedom” via The Byrds llegando a las dos horas y media largas de concierto intenso en mensaje y contundencia. Muy diferente no solo ya a su última visita a la ciudad revisitando una de sus obras cumbres “The River”, sino a sus últimas dos giras internacionales (2023 y 2024) donde el repertorio fue mucho más amable y con grandes guiños al pasado.

Quien fuera a buscar las viejas joyas y alguna gema que siempre desempolva, no era su noche salvo en contados momentos, quien asistió esperando un espectáculo festivo le sabría a poco. Pero quien acudió con las orejas abiertas para saber cuál es el pulso del actual Springsteen seguro que quedo más que satisfecho y sorprendido por su capacidad de no agachar la cabeza y ofrecer lo que todo el mundo espera en tiempos como el bautizo de emergencia.

Tiempos de urgencia mayor de la que asola su país, que decidió mayoritariamente por el actual inquilino de la Casa Blanca, los que se viven en Gaza y en Ucrania en conflictos que son difíciles de entender y al que ahora se le ha sumado el polvorín de Irán que horas después del fin del concierto era bombardeada por Trump, de haberlo anticipado seguro que hubiésemos escuchado el viejo clásico soul de Edwin Starr “War” que Springsteen ha recreado durante décadas y que no habría desentonado en el repertorio eminentemente político del sábado.

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