La aureola de Oldham

“The Purple Bird” (Domino, 25), notable nuevo álbum del autor publicado a comienzos de la campaña en curso, hacía las veces de excusa con la que Will Oldham –aka Bonnie ‘Prince’ Billy– regresaba a nuestro país, con la fecha en el madrileño Teatro Eslava como única parada. Una cita a la que norteamericano llegaba luciendo estatus de músico de culto contemporáneo, tras protagonizar una carrera de más de tres décadas ataviada con un sinfín de referencias, colaboraciones y proyectos, todos ellos matizados con su personalísima visión de esa amalgama sita entre alt-country, folk y americana.

Unas valiosas especificidades extendidas también a lo largo de los más de noventa minutos de un concierto sentido, impecable en ejecución y precioso, capaz de refrendar ese valor intrínseco del catálogo de Oldham. La velada se anunciaba como íntima, por lo que había cierto convencimiento en que se trataría de una actuación en solitario. Un error de cálculo corregido tras comprobar que el protagonista se haría acompañar de tres músicos adicionales, responsables respectivamente de guitarra eléctrica, buzuki y saxofón/flauta. Todos ellos resultarían determinantes a la hora de definir el perfil de la actuación, adornando y perfilando con solvencia esas seleccionadas que tenían su punto de partida en torno a la guitarra acústica y reconocible voz del mismo Bonnie ‘Prince’ Billy.

Un concierto de tono crepuscular y manifiestamente nostálgico, por momentos casi entendible como bella oda al sufrimiento, creciente en músculo y también en sentimiento hasta alcanzar un excelso nivel que el cuarteto ya no se permitiría abandonar. Quedaba así el surco señalado por piezas de palpable profundidad como “Strange Form Of Life”, “Blood Of The Wine”, “London May”, “Boise, Idaho”, “Lay and Love” o esas “West Palm Beach” y “The Brute Choir/New Partner” recuperadas de Palace. También esa sorpresa/regalo que fue la aparición de Migala –antaño banda de acompañamiento del vocalista por estas latitudes– para interpretar de manera conjunta “Disorder”, “Antagonism” y “Horses”, mientras que el tramo final completó la magia con la eterna “I See A Darkness” luciendo junto a “Our Home” o “Like It Or Not”.

Bonnie ‘Prince’ Billy volvió a demostrar que se trata de un tipo inquieto, tras reinterpretar su propio repertorio adaptando las lecturas de sus composiciones al formato elegido para la ocasión. Una filigrana que el de Kentucky tiende a afrontar y de la que la volvió a salir victorioso, en un triunfo consecuencia directa de un concierto de apariencia frágil y realista, diseñado con formas cuidadas y acogedoras que derivaron en intensas emociones. Unas texturas amparadas, en todo momento, por ese extraño carisma que acompaña al autor a modo de aureola inextirpable.