El eclecticismo como única norma
ConciertosBolo-Bolo Weekend

El eclecticismo como única norma

9 / 10
Juan G. Andrés — 09-10-2025
Empresa — Bloody Mary
Fecha — 04 octubre, 2025
Sala — Intxaurrondo Kultur Etxea, Donostia
Fotografía — Juan G. Andrés

La mecha de la segunda jornada del Bolo Bolo Weekend, perpetrado por la promotora Bloody Mary para celebrar los 35 años de su tienda de discos, la prendió una banda con nombre de infección contagiosa, Mikosis. En ella militan tres chavalas jovencísimas de Gernika que facturan rock alternativo ejecutado con actitud post-punk. Lo suyo suena fresco pero maduro al mismo tiempo, y en ningún caso parece la propuesta de un grupo que apenas ha publicado un EP y un par de singles. Carla, Ane Mei y Garazi lo bordan: tanto que nos hicieron sentir lo mismo que 15 años ha, cuando descubrimos a Belako, cuya influencia, pasado este tiempo, no puede ser más obvia, tal y como atestiguaron otros grupos del festival.

También quedó meridianamente clara la preponderancia de Bizkaia como el territorio donde se cuece casi todo lo que realmente importa hoy en la escena rockera alternativa vasca. De Bilbao son, de hecho, Kotoi, trío de pop cuya música oscila entre la luz y la oscuridad con melodías a las que el bajo y el teclado imprimen un gozoso pálpito ochentero por el que se abren paso, urgentes, las armonías vocales de sus integrantes, que repasaron enterito su disco "Domaia".

Junto a Zeba, que actuaron la víspera, Indabe fue la otra excepción donostiarra del festival. En formato de power trío, Uxue Estrada, Nora Azurza y Peru Blanco ofrecieron un consistente recital de pop-rock de altos vuelos y canciones cinceladas para corearse con el puño alzado. Mucho del sonido y del concepto de la banda remite a clásicos rockeros euskaldunes, con innegable querencia hacia Berri Txarrak, de quien, no por casualidad, rescataron "Gelaneuria" con arrojo y poderío.

El Bolo Bolo volvió a enfilar la A-8 para regresar a Bilbao, de donde son naturales Airu, maestros en la creación de atmósferas vaporosas impregnadas de melancolía. Con su personalísimo deje vocal, la carismática Irune Vega cantó, entre otras piezas, "Una tonta que no sabe", "Bailar sobre mi espalda", "Gero gerokoak" y "Verte de espaldas", cuyas letras rezuman originalidad y sugerencia. Siempre a caballo entre lo orgánico y lo sintético, coló en su repertorio una acelerada versión de "Su pelo", de Verde Prato.

Y entonces irrumpió en escena, también procedente del Botxo, uno de los combos más iconoclastas a este lado del Bidasoa: Silitia. Ver salir a cuatro chaveas luciendo pelucas con flequillo no presagiaba nada bueno, pero pronto se despejó la incógnita: el look estrafalario y la pose freak establecen un estado de ánimo vinculado al humor, lo cual no está reñido con una ¿fórmula? heterodoxa como pocas y no exenta de calidad musical. Tal vez sea el funk la columna vertebral de la banda, aunque sus continuos desvíos hacia el post-punk, la electrónica, el italodisco, la música industrial, el art rock o el jazz convierten la experiencia en un maravilloso sindiós estilístico en temas como "Bitxito", "Lorearena", "Moises", "B1X3NT3" o "Txumin lova". Mención aparte merece el frontman Ibai Silicato, un correoso y mesiánico saltimbanqui que parece un cruce bastardo entre Prince, Tony Montana, James Brown y El Vaquilla (o algún personaje del cine quinqui). En cualquier caso, fue un soberbio triunfo el de Silitia, que expendió un WTF tras otro en el concierto más divertido y excitante de este fin de semana en Intxaurrondo.

La noche concluyó con la desenfrenada rave del dúo barcelonés Dame Area, el único artista no vasco del sábado. Su akelarre de ritmos electrónico-industriales y percusión salvaje contrastó con el resto del cartel y pudo resultarle un tanto frondoso a quien no tuviera cuerpo de Sirat. Sin embargo, sirvió para refrendar que no hay más norma que el eclecticismo en Bloody Mary, la tienda de discos y la promotora de Irun. Otro festival habría festejado la efeméride reclutando a viejas glorias o a bandas de la casa para asegurarse una mayor afluencia de público, pero el atajo fácil no casa con la filosofía de estos dealers musicales que han elegido vivir en el presente y mirar al futuro antes que regodearse en una nostalgia siempre estéril y cortoplacista. De ahí que optaran por sonidos variopintos y por bandas jóvenes, algunas de reciente creación o desconocidas, y en su mayor parte lideradas por mujeres. Y qué paz, alegría y esperanza da comprobar que algunos promotores no se esconden en el backstage, sino que siguen los conciertos desde el público, eufóricos en primera fila como Juancar, Idoia y Marcos, cuya labor de prescripción ha sido, sigue siendo y será impagable. ¡Así que pasen otros 35 años!

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